Doctor de MSF recibe una calurosa despedida mientras proporciona atención médica a refugiados sirios en Líbano

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MSF gestiona cuatro clínicas en Trípoli y sus alrededores, que principalmente proporcionan atención a refugiados sirios y a la población libanesa local. El Dr. Masri se enfocó en tratar enfermedades crónicas como la diabetes, presión alta y asma, enfermedades comunes para personas de países en desarrollo como Siria.

Por Claudia Blume
 
Durante el último día en Líbano del Dr. Rogy Masri, el personal de cuatro clínicas móviles de MSF en Trípoli comieron pasteles que fueron decorados con un dibujo de su rostro barbudo y sonriente para despedirlo; una prueba de la popularidad del médico de Toronto, Canadá, entre sus colegas locales. “Sabían que me encantan los dulces,” explica el Dr. Masri entre risas. “Comí mucho pastel durante mi misión de seis meses.”
 
La primera misión del Dr. Masri con MSF fue en un país que él conoce muy bien. Sus padres dejaron Líbano en los 70’s para mudarse a Canadá, lugar en el que nació. Regresó al país a visitar a su familia varias veces en el transcurso de los años. Esta fue la primera vez que regresaba al país en 20 años, y él admite que su árabe estaba un poco oxidado al principio de su misión. 
 

Atendiendo enfermedades que amenazan la vida

 
MSF gestiona cuatro clínicas en Trípoli y sus alrededores, que principalmente proporcionan atención a refugiados sirios y a la población libanesa local. El Dr. Masri se enfocó en tratar enfermedades crónicas como la diabetes, presión alta y asma, enfermedades comunes para personas en países en desarrollo como Siria. 
 
La mayoría de los refugiados sirios que él atendió viven en condiciones desoladas, ya sea en casas abandonadas y garajes en Trípoli, o en tiendas de campaña dentro de asentamientos informales a las afueras de la ciudad. Ya que las organizaciones de ayuda tuvieron un recorte de presupuesto, muchos refugiados ya no tienen acceso a educación gratuita y ya no reciben donaciones de alimentos, agua o productos de higiene. “Cuando el enfoque pasó a la crisis de refugiados en Europa y su impacto en Occidente, desapareció el dinero para los refugiados en Líbano,” explica Masri. 
 
 
 
Él se sorprendió al ver que muchos pacientes con enfermedades que ponían en riesgo sus vidas y que sólo podían ser atendidos en el extranjero se negaban a irse del país. “Ellos preferirían sufrir y morir en Líbano mientras están cerca de su familia en Siria a irse a otro país,” dice. “Tuve a un paciente de 12 años que necesitaba urgentemente una operación, a él le ofrecieron tratamiento y asilo en Australia, junto a toda su familia, pero se negaron.”
 
El Dr. Masri considera que ser de ascendencia libanesa y hablar árabe fue una gran ventaja.  Al no haber una barrera cultural o de lenguaje, sus pacientes sirios se sienten más cómodos. “Los refugiados son diferentes a los otros pacientes porque pasan por muchas cosas antes de llegar a una clínica. Hay una desconfianza, escepticismo y miedo inherente. Necesitan sentirse seguros.”
 
Pronto se dio cuenta de que muchos pacientes mostraban menos interés en hablar de sus problemas médicos que hablar sobre lo que sucedía en sus vidas. En vez de hablar sobre su diabetes, me hablaban sobre su hijo que había sido asesinado hace una semana, y cómo su otro hijo regresó a siria para ganar dinero y que pudieran sobrevivir en Líbano. Primero tienes que lidiar con esas situaciones antes de poder preocuparte por tu salud.”
 
Él nos explica que sus pacientes presentaban un estado psicológico tan malo que ni siquiera querían tomar sus medicamentos. “Algunos de ellos me dijeron: es mejor morir.”
 
Masri afirma que, si bien es importante atender la salud física los refugiados, los problemas de salud mental de los que él fue testigo en Líbano fueron abrumadores. 
 

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