“He hablado con rescatados que preferían morir que permanecer en sus países”

La Dra. Erna Rijnierse forma parte del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) embarcado en el MY Phoenix y que, en colaboración con MOAS, realiza operaciones de localización y salvamento en el Mediterráneo central.

La Dra. Erna Rijnierse forma parte del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) embarcado en el MY Phoenix y que, en colaboración con MOAS, realiza operaciones de localización y salvamento en el Mediterráneo central. Frente a las costas libias, Erna narra cómo se realiza un rescate y el tratamiento que proporciona a las personas que viajan en estas frágiles embarcaciones cuando son trasladadas al MY Phoenix.
“Si decides cruzar el Mediterráneo a bordo de un barco en estas condiciones es que estás verdaderamente desesperado”  
La Dra. Erna Rijnierse forma parte del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) embarcado en el MY Phoenix y que, en colaboración con MOAS, realiza operaciones de localización y salvamento en el Mediterráneo central. Frente a las costas libias, Erna narra cómo se realiza un rescate y el tratamiento que proporciona a las personas que viajan en estas frágiles embarcaciones cuando son trasladadas al MY Phoenix.
 
En el primer rescate que realizamos, cuando alcanzamos el barco que requería salvamento comprobamos que el agua cubría ya los tobillos de quienes viajaban a bordo. Si hubiéramos llegado solo un par de horas más tarde, la nave se habría hundido y todos habrían perecido ahogados. Esa es la gran diferencia entre esta misión y mi trabajo anterior con MSF en Sudán del Sur o en el este de la República Democrática del Congo: eres consciente que si no rescatas a aquellos que están en peligro es muy probable que mueran.
 

Llamadas de socorro

Las operaciones de rescate son coordinadas por la Guardia Costera italiana. Son ellos quienes reciben el mensaje de socorro y realizan la llamada de auxilio para que el barco de rescate que esté más cerca de la zona se ponga en marcha. Esa vez nos tocó a nosotros. 
 
Llegamos a la ubicación exacta donde se localizaba la embarcación en peligro. Un equipo, en el que había también personal médico, se acercó en una lancha más pequeña hasta la embarcación en la que viajaban las personas que íbamos a atender. ¿Cuál sería la situación? ¿Cuántas personas habría a bordo? ¿Habría niños, enfermos, mujeres embarazadas, personas heridas? 
 
 

Hacinados

Lo que encontramos fue un barco de pesca de madera con 369 personas a bordo, todas ellas hacinadas en un espacio terriblemente pequeño. Ninguna portaba chaleco salvavidas. Estaban apretadas unas contra otras con tanta fuerza que la mayoría padecía graves calambres en las piernas y los brazos como resultado de pasar en la misma posición horas y horas. No había espacio para poder sentarse. 
 
Entregamos a cada uno de ellos un chaleco salvavidas y, utilizando una lancha neumática, los fuimos trasladando en pequeños grupos hasta nuestro barco de rescate, el MY Phoenix.
 

Kits de rescate

Lo primero que hacemos cuando suben a bordo es comprobar la temperatura. A las personas más vulnerables, es decir, ancianos, enfermos, mujeres y niños, se les ubica en la cubierta inferior. Los hombres en buenas condiciones de salud permanecen en la cubierta superior.
 
Todo el mundo recibe un kit de rescate que contiene una toalla, un mono para mantenerse caliente, dos botellas de agua y un paquete de galletas nutritivas. También facilitamos ropa seca a quienes la requieren. Además, el MY Phoenix cuenta con aseos bien equipados con agua corriente y lavabos disponibles durante toda la ruta hasta el puerto de desembarque.
 
Hasta el momento estamos viendo a muchos que presentan hipotermia. Afortunadamente, hasta ahora hemos tenido que asistir a pocos pacientes en una situación de salud muy grave. Pero estamos preparados para cualquier cosa. Podemos realizar reanimación cardiopulmonar, contamos con un ventilador mecánico,  monitores y podemos atender partos de manera segura. 
 
En ese primer rescate, subieron a bordo ocho mujeres embarazadas. Una de ellas estaba de ocho meses y sentía que el bebé se agitaba por la noche. Estaba preparada para atender el primer parto en el barco. Sin embargo, el bebé no quería salir aún. Quizás fuera lo mejor. 
 
 
No son sólo los jóvenes los que se arriesgan a cruzar el Mediterráneo en esta ruta y con estas condiciones tan peligrosas. Hay refugiados de todas las edades y proceden de muchas partes del mundo. También encontramos en los barcos rescatados mujeres embarazadas, ancianos e incluso familias con niños pequeños. Estos perfiles tan diferentes nos ofrecen importante información sobre el estado de ánimo que impulsa a muchas personas a subirse a bordo de estas embarcaciones. 
 
Si estuvieras en su lugar, si fueras un padre con dos niños pequeños y decides, conscientemente, subirte a bordo de un barco de madera en un estado tan precario, si estuvieras dispuesto a correr ese riesgo, es que de verdad estás desesperado. Y lo están. No ven otra manera de alcanzar un refugio seguro o una vida mejor.  
 

Historias terribles

He visto llegar a gente con viejas fracturas sufridas hace mucho tiempo, ha atendido a personas que perdieron los dientes por los golpes que recibieron. Todo el mundo tiene una historia. Así sucedía también con todos aquellos a quienes he asistido en Sudán del Sur o en República Centroafricana. Pero quizás, las historias de quienes viajan en estos barcos hacia Europa son aún más terribles. En sus países, han conocido la guerra, la violencia o la total falta de libertad y justicia social.
 
He hablado con una familia de Siria. Con un grupo de adolescentes de Somalia. Con dos jóvenes hermanos de Nigeria. Con un joven de Eritrea al que se le hizo elegir entre pasar toda una vida en el servicio militar o en prisión. Todos sabían que quedarse, para ellos, no era una opción. Preferían morir que permanecer en sus países.
 
La gente habla de estos refugiados como si no fueran más que oportunistas cazadores de fortuna. Pero estos refugiados no piensan nada más que en poder cruzar el Mediterráneo. No hay nada oportunista en el hecho de tener que dejar todo y a todos atrás.
 
¿Podemos permanecer de brazos cruzados y ver cómo se ahogan en su camino hacia la libertad? Simplemente, no se puede. ¿Debemos estar en el mar, buscando y rescatando personas? Algunos dicen que no. Y tal vez tengan razón. Pero mientras haya gente siga sufriendo en el mar tenemos una muy buena razón para estar aquí. Como médico y trabajadora humanitaria, éste es mi deber.
 

Dormir tranquilos 

Muchas de las 369 personas que rescatamos en nuestra primera operación me dijeron que ese día fue el primero en mucho tiempo que se habían sentido lo suficientemente seguros como para poder dormir toda la noche. Para muchos, fue también la primera vez en muchos meses, tal vez en años, que habían visto a un médico.  
 
Tras nuestra primera operación, trasladamos a las personas rescatadas a Pozzallo, en la costa meridional de Sicilia, para que fueran atendidos y siguieran los trámites a cargo de las autoridades italianas.  
 
 
En cuanto los refugiados ponen un pie en tierra, se enfrentan a un futuro incierto. Cuando son rescatados en alta mar se sienten muy felices y nos lo manifiestan con continuas muestras de agradecimiento. Conforme nos vamos acercando a la costa se tranquilizan. Han pasado por tantas cosas… y su viaje aún está lejos de terminar.
 
¿Y yo? Antes me encantaba el mar, pero creo que a partir de ahora no voy a poder verlo de la misma manera.
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