Una palabra tuya, Achan

Una tarde, Achan, una niña de cinco años, abrió los ojos por primera vez en casi cinco días. Estaba acostada y rodeada de su familia en la sala de pediatría de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el hospital de Aweil, situado en el área de malaria prevalente en el noroeste de Sudán del Sur.

Los casos de malaria aumentan preocupantemente en Sudán del Sur.

 
Una tarde, Achan, una niña de cinco años, abrió los ojos por primera vez en casi cinco días. Estaba acostada y rodeada de su familia. Su familia estaba a su lado desde que la pequeña había sido internada en la sala de pediatría de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el hospital de Aweil, situado en el área de malaria prevalente en el noroeste de Sudán del Sur.
 
Este hospital es el punto de referencia principal para muchos de los casos más graves en el estado sur-sudanés de Bahr Al Ghazal del Norte. En el hospital, MSF cuenta con más de 160 camas, incluyendo tres salas de pediatría que han estado a pleno rendimiento durante los últimos dos meses.
 
Cuando Achan llegó al hospital estaba en coma. Su pequeño cuerpo convulsionaba y tenía fiebres de casi 40 grados. "Todos teníamos miedo de que muriera", nos explica su padre mientras charla con los cinco miembros de la familia alrededor de la cama de la niña.
 
Sin embargo, su pronóstico sigue siendo poco claro: la fiebre ha bajado, pero todavía tiene convulsiones periódicas. Los pacientes que salen de un coma de malaria cerebral a menudo sufren daños permanentes.
 
"Lamentablemente, algunos niños entran en un estado de coma y no siempre despiertan", dice el Doctor Cameron Bopp, el referente médico de MSF. Cuando los ojos de Achan se abrieron parecían vacíos. Todavía no puede comer ni tampoco puede hablar.
 
En el lado opuesto del hospital, Ajeth, una niña de tres años de edad, se sienta en brazos de su madre mientras el personal médico pincha su dedo para comprobar sus niveles de hierro en la sangre.
 
Ajeth fue ingresada en estado grave hace tres días aquejada de malaria compleja. Tenía fiebre alta, anemia y diarrea. El personal de MSF le aplicó con un tratamiento para la malaria que es inyectable, un goteo intravenoso para la rehidratación y una transfusión de sangre para evitar la anemia.
 
 Ajeth está mejorando: los síntomas han disminuido y el nivel de hierro en la sangre es bueno. Está lista para irse a casa. No obstante, sus padres no tienen dinero para el transporte público. MSF les proporcionará  galletas de alto contenido energético por lo que Ajeth al menos tendrá energía  para una larga caminata de once horas.
 
"El año pasado, mi hijo tuvo también la malaria, así que también lo llevé a MSF", explica la madre. "En nuestro pueblo, el problema de la malaria este año, y el año pasado, está siendo muy grave". La madre de Ajeth tiene razón. En 2014, la mitad occidental de Sudán del Sur fue golpeada extraordinariamente por la malaria severa. En algunos proyectos de MSF el número de pacientes se triplicó en comparación a los años anteriores.
 
Este año la malaria repunta de nuevo. En los tres primeros meses de la temporada, los proyectos de MSF en el noroeste del país están tratando tantos pacientes como los del año pasado. Pero la temporada de lluvias tarda en aparecer y si las lluvias finalmente llegan es muy probable que el número de casos de malaria aumenten todavía más.
 
Actualmente casi el 60% de los ingresos en el proyecto de MSF en Aweil son  casos de malaria. MSF está instalando una tienda con  20 camas en la parte posterior del hospital para prepararse ante la llegada de más pacientes durante los próximos meses. Las consecuencias para la salud de toda la región pueden ser muy graves. En el Estado de Bahr Al Ghazal del Norte el único hospital, aparte del proyecto de MSF en Aweil, está a una hora en coche por un camino de tierra flanqueado por campos planos de sorgo y charcos de agua estancada.
 
Hace una mañana soleada, y el pabellón de 20 camas del hospital ya está lleno de pacientes. Una cola se está formando en la puerta. Fuera de la sala, los goteros y las bolsas de suero llenos de medicamentos cuelgan de los árboles como frutas. Un buen puñado de pacientes, que no pueden obtener cama en el interior del pabellón, está conectado a goteros intravenosos colgados de las ramas más bajas.
 
Al menos el hospital todavía tiene algunos medicamentos. El año pasado, muchos centros de salud se quedaron sin tratamiento de malaria.  A principios de esta semana, este hospital se quedó sin medicina para los casos simples de malaria, pero todavía tienen la quinina intravenosa para el tratamiento de pacientes graves. Esperan que en los próximos días llegue el envío trimensual de medicinas desde la capital.
 
"El Ministerio de salud ha creado un grupo de trabajo de malaria para mejorar la coordinación", dice Abdi Fatah Mohammed, de MSF. "Pero la capacidad es un problema serio y se corre el riesgo de que los medicamentos escaseen más adelante. No está claro si el actual repunte de la malaria en esta parte del país continuará rivalizando con el enorme volumen de casos del pasado  2014, pero estas tendencias y estadísticas significan muy poco para los que ya están sufriendo”.
 
De vuelta en las sala de ingresos de MSF, decenas de pacientes jóvenes yacen sobre colchones de espuma en las camas de metal. En el atardecer, la sala permanece en silencio. Un equipo médico sursudanés camina con sus portapapeles entre dos columnas de los niños dormidos comprobando el estado de cada uno de ellos.
 
En la parte posterior de la sala, la pequeña Achan duerme con un tubo de alimentación transparente que sobresale de su pequeña y delicada nariz. Ha completado la dosis final de su tratamiento de siete días y sus ojos están parpadeando, abriéndose  y cerrándose. Todavía no ha hablado. La familia de Achan  pasará otra larga noche a su lado. Están esperando, esperanzados, a que lo haga.
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