El estado sudanés de Nilo Blanco se convierte en refugio para quienes huyen de la guerra en Sudán del Sur

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Médicos Sin Fronteras proporciona asistencia médica básica de emergencia a los refugiados.

Médicos Sin Fronteras proporciona asistencia médica básica de emergencia a los refugiados.
 
Durante los últimos tres años, el estado del Alto Nilo de Sudán del Sur, rico en reservas de petróleo, ha sido el escenario de continuos conflictos entre las fuerzas gubernamentales y de la oposición. Esto ha obligado a muchas familias a tomar una decisión drástica: o quedarse y arriesgarse a morir, o huir y exponerse al robo de sus propiedades.
 
Al otro lado de la frontera septentrional se encuentra el estado sudanés de Nilo Blanco, donde reina una situación mucho más pacífica y adonde muchos sur sudaneses han decidido huir escapando de la violencia. En la actualidad, seis campos de refugiados acogen a 83,000 personas y muchas más viven fuera de estas zonas designadas.
 
A principios de año, la temporada de lluvias trajo consigo una breve tregua para los combates del sur, pero ahora que han amainado se han reavivado las hostilidades entre las partes combatientes. Las familias han vuelto a emigrar buscando la seguridad al otro lago de la frontera.
 
Actualmente, MSF gestiona un hospital de 40 camas en el estado de Nilo Blanco. Está situado en las afueras del campo de Al Kashafa, donde se ha permitido que se asienten más de 17,000 refugiados. En los departamentos hospitalarios y ambulatorios se ofrece una amplia gama de servicios, y las preocupaciones más habituales suelen girar en torno a cuestiones de salud reproductiva, infecciones de las vías respiratorias y malnutrición.
 
Mary, una refugiada de Kaka, una localidad del estado sursudanés de Alto Nilo, explicaba lo siguiente: "Cuando los hombres armados llegaron a Kaka, no tuvieron piedad alguna. No se salvaban ni los jóvenes ni los mayores. Tan pronto como nos enteramos de que la matanza había comenzado no nos paramos a pensar ni un momento, sino que echamos a correr huyendo del pueblo con las pertenencias que podíamos llevar encima y emprendimos nuestro temible viaje".
 
"Para pasar algunos de los puestos de control militares tuvimos que mentir acerca de la tribu a la que pertenecemos, de lo contrario nos habrían parado y nos habríamos enfrentado a lo peor. Nos sentimos afortunados porque, milagrosamente, nadie ha resultado herido".
 
 
Aunque algunos llegan destrozados por la terrible experiencia, por la malnutrición y la malaria, la mayoría soportan el viaje bastante bien, y caminan hasta ocho días hasta que llegan a su destino.
 
La hija de Mary, de cuatro años, está en el hospital de MSF porque presentaba síntomas de desnutrición a su llegada. "Durante el viaje cayó enferma y dejó de comer. Además tenía tos y diarrea", explica Mary. "Cuando llegamos aquí el doctor me dijo que necesitaba ayuda y la puso en el programa de nutrición especial dirigido por MSF. Espero que con el programa se ponga fuerte otra vez".
 
En palabras de Mohamed, coordinador del proyecto: "Nuestro mayor motivo de preocupación es, con diferencia, el saneamiento y la higiene del campo. La gente vive junta en espacios muy pequeños y no disponen de letrinas ni lavabos suficientes. Así que defecan al aire libre al lado de las tiendas y de los vecinos".
 
"Hay un enorme riesgo de que se produzcan múltiples casos de sarampión o diarrea acuosa aguda y de que se extiendan por la comunidad. Los niños pequeños están particularmente expuestos, ya que juegan con sus amigos en estas condiciones tan poco higiénicas. El hospital está siempre listo para hacer frente a un brote a pesar de nuestra capacidad limitada. La única solución pasa por modernizar las instalaciones de saneamiento".
 
 
MSF está contribuyendo a la mejora de los estándares de sanidad construyendo letrinas en dos campos (Al Kashafa y Joury). Las actividades comunitarias de promoción de la salud también forman parte del paquete que ofrece MSF con el objetivo de aumentar la concienciación sobre comportamientos saludables. 
 
El hospital también funciona como punto de derivación para otros campos y es el único centro de estabilización nutricional de la zona. Los casos más graves se derivan al Hospital de Kosti, que está a 80 km atravesando un camino de arena por el que resulta difícil conducir.
 
Al centro médico de MSF no solo acuden los recién llegados. Casi la mitad de todas las consultas se realizan a la gente local que vive fuera del campo de Al Kashafa, entre la que se encuentra la comunidad sudanesa de acogida y los refugiados de los otros cinco campos.
 
Antes de que llegara MSF, la comunidad local tenía muy pocas alternativas a la hora de recibir atención médica y el Hospital de MSF se convirtió en un punto de referencia para la población local.
 
Las necesidades de la comunidad local son evidentes. Elizabeth, del pueblo local de Alseror, explica por qué acudió al hospital de MSF: "Durante semanas estuve con un fuerte dolor de cabeza y de garganta. Mi familia quería que probara con la medicina tradicional. Era todo lo que me podía recomendar, pero yo ya sabía que no iba a funcionar. Así que llegué al hospital de MSF en el que el tratamiento es gratuito y los médicos saben lo que hacen".
 
 
Muchos de los refugiados que viven en los campos han vivido una circunstancia única. No hace mucho Sudán y Sudán del Sur eran un único país, y hasta hace poco las autoridades de Jartum concedían derechos de ciudadanos sudaneses a los que se habían criado en el sur. Dado que muchos tienen familia en Sudán (en el norte), entienden la cultura del norte y hablan árabe, pueden plantearse mudarse a algunas ciudades más grandes del estado de Nilo Blanco. Los que disponen de dinero y contactos familiares pueden llegar hasta Jartum para empezar allí una nueva vida.
 
Los que no tienen contactos se tienen que quedar en el campo con la esperanza de que la situación mejore. La vida en los campos sigue siendo difícil. Mientras que las ONG internacionales están proporcionando educación básica para los niños, para los adultos hay poco que hacer.
 
Algunos tratan de obtener pequeños ingresos vendiendo pescado o comerciando en el mercado local. Otros encuentran trabajo en las granjas de la zona. Esto permite a sus familias encontrar un suplemento a sus raciones de comida y tal vez ahorrar un poco para poder tener una vida mejor.
 
Sin duda, el destino de estos refugiados de Sudán del Sur dependerá de las luchas que se están librando en su tierra. Si la situación mejora, muchos podrán volver a casa. Pero por ahora todo esto no son más que vanas ilusiones.
 
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