La historia es triste, pero el final podría ser feliz

En el Centro de Alimentación Terapéutica para pacientes hospitalizados del Hospital Agok en Sudán del Sur, tenemos 30 camas que a veces son compartidas entre dos o tres pacientes, todos ellos con la desnutrición severa que acompaña al Marasmo o al Kwashiorkor (ambas, manifestaciones severas de la malnutrición).

Agok, Sudán del Sur, 2015
 

La historia es triste, pero el final podría ser feliz

En el Centro de Alimentación Terapéutica para pacientes hospitalizados del Hospital de MSF en Agok, Sudán del Sur, tenemos 30 camas que a veces son compartidas entre dos o tres pacientes, todos ellos con la desnutrición severa que acompaña al Marasmo o al Kwashiorkor (ambas, manifestaciones severas de la malnutrición).

Es triste, porque los niños y niñas desnutridos llegan al hospital también con deshidratación, tratando de beber agua por que tienen mucha dificultad para acceder al agua en su casas, y las personas tienen que llevar el agua desde diferentes distancias.

Algunas veces no son capaces de alimentarse o de beber, y con las infecciones asociadas, muchos de estos niños llegan en condiciones mucho más allá del tratamiento, las cuales en en un lapso de pocos días la evolución, pueden ser fatales. Otras veces también son pacientes VIH positivos o con tuberculosis, que luchan por sus vidas, y son niños que regresan al hospital varias veces por año, con otras complicaciones.

A veces -la mayoría de ellas-, el final de la historia es feliz … No sé si es realmente feliz para los niños o sólo para nosotros. Es una alegría ver cómo un niño que llegó al hospital con desnutrición severa, deshidratación severa y casi inconsciente, después de una semana comienza a mejorar; ver que comienzan a jugar de nuevo y como en cierto momento, empiezan a sonreír otra vez. Niños que se meten debajo de la cama y empiezan a gatear en el suelo para explorar lo que hay a su alrededor; o que corren tras una pelota, o que simplemente te extienden sus brazos pidiendo que los cargues. 


 

Es una gran alegría cuando puedes enviar de vuelta a casa a un niño, después de haber pasado dos o tres semanas en el hospital, y se van de nuevo sonriendo y caminando de la mano de los padres. Al principio sientes alegría por ellos, pero a veces se convierte en tristeza cuando ves que tienen que volver, de nuevo desnutridos.

 

Una herida abierta en el pecho

Quiero hablarles acerca de un niño que es un sobreviviente. Un niño de 8 años de edad con una circunstancia tan cruel como la de una herida abierta en el pecho. No voy a describir la herida, pero sólo para que sepan, su pecho estaba abierto de derecha a izquierda.

Recibí al paciente una tarde en el Centro de Salud de Atención Primaria de Mayom. El Centro es pequeño, cuando llegas hay un espacio para el triage -la evaluación y selección inicial del los pacientes- y una sala de espera con dos bancas. Después hay 2 consultorios, y una pequeña farmacia, en el otro lado hay una habitación con 6 camas para estabilizar a los pacientes.

El equipamiento para curaciones solamente te permite hacer pequeños vendajes. Cuando el niño del que les hablo llegó, estaba pálido y asustado; y la cara del padre te dejaba claro que estaba devastado. En ese momento tuvimos que organizar un movimiento para referirlo a un hospital para que pudiera recibir la atención que necesitaba. Así que esa tarde organizamos un movimiento de traslado al que llamamos un “beso” (se trata de un traslado en el que el equipo de Mayom envía un coche y el equipo de Agok envía otro coche, y nos encontramos a mitad de camino). 

Todo el trayecto por el camino de tierra, al niño iba acostado en una camilla en el piso de la camioneta, con su padre sosteniéndole la cabeza. Llegamos al punto en el que los vehículos que venían de Agok estaban esperándonos y ahí trasladamos al niño de una camioneta a otra para que pudiera llegar al hospital.

Después de un mes, volví a Agok y fue una sorpresa para mí encontrar a aquel niño ya en recuperación; había pasado por 5 cirugías para limpiar su pecho y cerrar la herida, y se estaba riendo junto a su padre con sólo un vendaje alrededor del pecho. Después de un mes en el hospital, el niño fue dado de alta y llevado de vuelta a Mayom, solamente con una pequeña cicatriz en el centro del pecho. Una marca que le hará recordar que él, es un sobreviviente.

 

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