República Centroafricana: “Soy un civil, no un combatiente. ¿Por qué me atacaron?”

En Bria, al igual que en otros lugares de la República Centroafricana (RCA), los enfrentamientos entre los diversos grupos armados van acompañados con cada vez más frecuencia de ataques contra la población civil. Hemos escuchado a pacientes que han sobrevivido a la violencia y que han visto cómo respondió MSF a las consecuencias de los enfrentamientos que ocurrieron entre el 15 y el 18 de mayo de 2017.

En Bria, al igual que en otros lugares de la República Centroafricana (RCA), los enfrentamientos entre los diversos grupos armados van acompañados con cada vez más frecuencia de ataques contra la población civil. Hemos escuchado a pacientes que han sobrevivido a la violencia y que han visto cómo respondió MSF a las consecuencias de los enfrentamientos que ocurrieron entre el 15 y el 18 de mayo de 2017.
 
Thomas está sentado en uno de los departamentos del hospital de Bria. Todos los dedos de sus dos manos fueron amputados, su brazo izquierdo está roto y un fijador externo sostiene una de sus piernas, ya que el impacto de un machete cortó su muslo y llegó casi hasta el hueso. “Eran las 8 de la mañana del martes 16 de mayo. Estaba en casa con mi familia y unos amigos. Hombres armados con machetes y mazos entraron a la fuerza, sacaron a las mujeres de la casa y nos golpearon. Dijeron que nosotros éramos anti- Balaka, pero he sido guía de Safari por casi 40 años,” exclama Thomas, de unos 65 o 70 años. Él es sólo una de las víctimas de los enfrentamientos que arrasaron con la ciudad entre el 15 y el 18 de mayo de 2017. 
 
Conocida como “brillante Bria” debido a las numerosas minas de diamantes de la región, la ciudad de 47,000 habitantes es controlada por diferentes grupos armados. Por ejemplo, hay un vecindario principalmente musulmán que es hogar de los combatientes de FPRC y UPC (llamados “árabes” para distinguirlos de los UPC Peuhl, de quienes se han separado); y los vecindarios cristianos donde se han instalado las llamadas fuerzas de autodefensa. Es una compleja red de alianzas y rivalidades que a veces estallan, como pasó a mediados de mayo. En esta ocasión el objetivo fueron los vecindarios cristianos. En noviembre de 2016 y marzo de 2017, las comunidades Peuhl fueron las principales víctimas de la violencia. Desde entonces, más de 2,800 personas Peuhl han buscado refugio en el enclave de Gobolo, que está bajo la protección de las fuerzas de paz de Naciones Unidas. 
 
Parece que en el país ya no hay ninguna distinción entre civiles y combatientes. Es un hecho del que las personas son muy conscientes y  también la razón por la que huyen en cuanto se les presenta la oportunidad. En Bria, vecindarios enteros han sido evacuados por sus habitantes y sus hogares muestran rastros de los enfrentamientos: agujeros de bala, paredes ennegrecidas por el fuego, casas sin techo. “No tengo una casa a la cual ir,” continúa Thomas. “Todo ha sido destruido o saqueado. Todos los regalos que me dieron mis clientes europeos como agradecimiento por mis servicios como guía han sido robados. He perdido todo. Por el momento mi familia y yo encontramos refugio en el hospital, pero si tenemos que irnos, iremos al bosque. No regresaremos a nuestro vecindario”. Al igual que Thomas y su familia, unas 6,000 personas prefieren dormir en el recinto del hospital, donde el personal del hospital convive con las personas desplazadas y sus puestos de mercado. 
 
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Alrededor de 41,000 personas –más del 85% de la población de Bria – han huido de sus hogares. La mayoría de estas personas recientemente desplazadas han buscado refugio en el campo PK3, donde esperan estar seguros. El campo fue creado para albergar a 3,000 personas después de los enfrentamientos que estallaron en noviembre de 2016. Actualmente 25,000 viven allí, y el número sigue creciendo día con día. Los más afortunados son quienes llegaron hace ocho meses y se establecieron en el centro del campo. Alrededor de ellos, hay refugios improvisados hechos de tubos y uno o dos pedazos de lona de plástico recuperados de las casas saqueadas; dentro de los refugios sólo hay una colchoneta en la tierra. El pequeño bosque que rodeaba el lugar desapareció en sólo unos días, pues quienes llegaron después talaron los árboles para intentar proporcionar algo de protección a sus familias. 
 
Actualmente es la temporada de lluvias. Cuando el clima es bueno hay niños corriendo por todo el lugar, pero cuando llueve las familias se reúnen, con barro hasta los tobillos, refugiándose bajo lonas de plástico inadecuadas. Irónicamente, los habitantes del campo lo han apodado “Ledger”, que es el nombre del hotel más grande de Bangui. 
 
En noviembre del año pasado, MSF incrementó las clínicas móviles que visitan el campo PK3 para atender a niños menores de 15 años. Durante las últimas dos semanas los equipos han realizado más de 600 consultas, especialmente para atender casos de malaria. MSF también está proporcionando agua, ya que la escasez del líquido y la falta de letrinas en el lugar podría ser catastrófica en caso de que se presente alguna epidemia. La respuesta humanitaria está siendo lenta en llegar a Bria, y las personas recién llegadas aún no visto cubiertas sus necesidades básicas, como jabón o lonas de plástico para cubrirse. Los casos pediátricos graves son referidos al hospital en donde, entre el 15 y el 18 de mayo de este año, MSF atendió a 44 pacientes heridos, entre ellos Thomas.
 
Además de visitar el campo PK3, las clínicas de MSF también van a Kolaga, que está 10 kilómetros al sur de Bria, a donde las personas recientemente desplazadas están llegando desde el vecindario del sur de la ciudad y desde áreas más remotas en donde se están cometiendo abusos que frecuentemente pasan desapercibidos en medio de la indiferencia general. 
 
MSF sigue proporcionando consultas médicas a las personas en Gobolo, en el enclave de Bria, en donde las comunidades Peuhl han estado como prisioneras de la inseguridad desde noviembre de 2016. Una familia que acaba de llegar contó su historia: Una mujer mayor, dos chicos, dos chicas y varios niños pequeños caminaron por más de 50 kilómetros desde su campamento después de que este fuera atacado en medio de la noche por alrededor de 100 hombres armados con machetes y armas automáticas. Los ocho hombres de la familia, dos mujeres y un bebé fueron asesinados. Los demás se aprovecharon de la confusión del momento y se escondieron entre los arbustos. 300 cabezas de ganado y 100 ovejas, el sustento de la familia y el trabajo de toda una vida, fueron robados. Temiendo que los hombres armados regresaran para matarlos, los sobrevivientes de la masacre se quedaron escondidos durante varios días. Después, gracias a la ayuda de unos comerciantes musulmanes, lograron llegar a Bria, en donde los miembros de las fuerzas de paz de Naciones Unidas los escoltaron hasta el enclave de Gobolo.
 
Estos ataques contra Thomas y su familia son sólo algunos casos dentro de un creciente número de incidentes en Bria y en el este de la RCA, en donde los civiles están siendo objetivos de los ataques con cada vez más frecuencia. Todas las comunidades del país son vulnerables ante un ciclo de violencia que se alimenta en un ambiente de repetidos ataques y represalias. 
 

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