Adiós a la ‘jungla’ de Calais pero, ¿y ahora qué?

El campo de refugiados del norte de Francia habrá desaparecido por completo esta semana. Para unos, su desmantelamiento genera angustia; para otros, esperanza. El sueño, entrar a Reino Unido o simplemente dormir en un lugar caliente.

A la entrada de la ‘jungla’, la arteria principal parece ahora una ciudad fantasma. De los coloridos puestos, los numerosos restaurantes afganos y peluquerías baratas, solo quedan casetas vacías con los escaparates tapados con lonas de plástico.
 
Algunos duermen con las ventanas rotas. Se les ha desarticulado para ir a recoger madera, tan preciada ahora que regresa el frío. En las puertas de las tiendas cuelga el cartel de la orden “de desalojo sin demora de los ocupantes de 72 locales comerciales ilegales” de la barriada de Calais.
 
Al entrar un poco más en el campo, en el que continúan viviendo más de 6,000 migrantes, resurge la vida antes. Algunas tiendas y restaurantes que han sobrevivido continúan ofreciendo, bravucones, nan con queso, pollos y cajas de tomates.
 
Alrededor, hombres ocupados, que fuman sus cigarrillos, comentan con incredulidad, nerviosismo o resignación las últimas noticias del desmantelamiento. “¿Dónde dormiré la semana que viene?, ¿en Nantes?, ¿en Marsella? ¿en Lyon?”, pregunta un afgano de barba blanca, que ronda la cincuentena.
 
No habla francés ni inglés, llegó a Calais hace unos meses para reunirse con su familia en Gran Bretaña, y el anuncio del desalojo le ha sumido en la angustia.
 

Un kit para el camino

 
Ante él, pasan sudaneses que esquivan los charcos, a pie o en bicicleta, cargados con bolsas de basura llenas de ropa. Entre las tiendas de campaña y los diferentes refugios, se preparan para la mudanza. Más lejos, las asociaciones sacan de sus camiones decenas de bolsas con ruedas, que alguien siempre recoge inmediatamente.
 
En el centro de acogida para menores extranjeros aislados (CAOMIE), gestionado por el Servicio Refugee Youth y Médicos Sin Fronteras (MSF), se distribuyen cientos de mochilas.
 
Contienen un mapa de Francia, un poncho, indicaciones para recargar su teléfono de forma gratuita y pequeñas tarjetas de plástico que muestran en varios idiomas cómo buscar atención médica, asistencia legal, refugio, etc. Un pequeño kit que puede ser útil en tiempos de dispersión.
 
Y es que, desde el lunes, se ha incitado a todos los habitantes de la ‘jungla’ a viajar en autobús a centros de acogida y de orientación (CAO) en toda Francia. A lo largo de esta semana, se prevé que la ‘jungla’ será arrasada en su totalidad. 
 
 

Los menores, un caso aparte

 
Algunos parecen ansiosos por irse, esperan desde hace semanas poder ir a un sitio caliente, solicitar asilo, considerar un futuro en Francia. Un grupo de sudaneses se calienta tomando el té.
 
“Jungle finish!” (¡El fin de la ‘jungla’!, en inglés), bromean entre alguna que otra palabra en francés recién aprendida. Sin embargo, otros retomarán el camino, la clandestinidad y vagarán por las carreteras del norte de Francia. Seguirán tratando de cruzar a Gran Bretaña, donde a menudo les esperan familia o parientes.
 
Los menores permanecerán unos días más en la ‘jungla’, alojados en contenedores en el centro de acogida temporal, mientras las autoridades británicas examinan todas las solicitudes de reunificación familiar.
 
Este trabajo ya ha comenzado, lo cual ha aumentando la esperanza y la ansiedad entre los migrantes aislados. En los últimos días, unos 200 menores de edad habrían dejado la landa para reencontrarse con sus familias en Gran Bretaña.
 
Delante de la entrada de los contenedores del CAP, donde se realizan las solicitudes, se repiten las aglomeraciones.
 
Y si llega una respuesta positiva, el afortunado elegido expresa escandalosamente su alegría, entre las felicitaciones de su grupo de compañeros: “England!, England!” (¡Inglaterra!, ¡Inglaterra!, en inglés). ¡Se acabaron los meses errantes y llenos de complicaciones!
 
No todos tendrán esta suerte. A los demás se les enviará a instalaciones reservadas para menores: los CAOMIE.
 
“Quiero ir a Inglaterra a reunirme con mi tío. He intentado cruzar varias veces, pero nunca funcionó. Yo también voy a solicitar la entrada a Reino Unido, pero tengo pocas esperanzas. Y si eso no funciona, ¿quién sabe? Podría intentar quedarme en Francia, yo solo. Ni siquiera sé dónde dormiré la semana que viene”, afirma Ali con amargura.    
 

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