Asedio y hambre en Madaya: los dilemas de la información de segunda mano

El caso de la ciudad siria demostró que, a veces, no podemos fiarnos solo de los testimonios de terceros. Alertamos de la emergencia nutricional, pero nos equivocamos al creer que la clínica que apoyábamos era la única de la ciudad.
 
En enero de 2016, Naciones Unidas (ONU) comunicó sobre ‘informes creíbles de hambre e inanición’ en Madaya, una pequeña ciudad sitiada en el suroeste de Siria, cerca de la frontera con Líbano. Los médicos de una clínica local –apoyada por nuestra organización y supuestamente la única que funcionaba en la zona desde 2014- nos proporcionaron los datos de muertes causadas por el hambre en el período comprendido entre el 1 y el 29 de diciembre de 2015. También algunas fotografías de niños con desnutrición severa para ilustrar la situación.
 
A pesar del informe de la ONU, la situación desesperada en Madaya continuó pasando en buena parte desapercibida. Mientras, mientras las negociaciones en Damasco entre el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la ONU y el Gobierno para obtener permiso para enviar alimentos y medicinas seguían sin resolverse.
 

Informar o no: una línea fina

 
La publicación de cifras concretas podía atraer la atención de medios de comunicación internacionales y crear una gran presión sobre el proceso de negociación implicando a varias partes y naciones. Equivocarse en el tono, los hechos o el momento podía empeorar la situación de Madaya en lugar de mejorarla.
 
Pero nuestra legitimidad para hablar sobre la situación como un actor médico relevante podía ser puesta en duda ya que, a pesar de los contactos regulares para proporcionar asesoramiento médico, la última vez que fuimos capaces de dar apoyo a la clínica fue en agosto de 2015. Finalmente, el 7 de enero de 2016, decidimos seguir adelante y publicar un comunicado de prensa  explicando que 23 personas habían muerto de inanición en un mes, de las cuales 6 eran bebés menores de un año.
 
Estos datos procedían de dos listas de pacientes compartidas por el centro de salud, -una con los muertos y una segunda con los enfermos y desnutridos-. Estas listas, las fotos y nuestra confianza en los médicos de las instalaciones eran la única y frágil evidencia disponible.
 
Aunque era imperfecta, después de largas discusiones internas, decidimos que la información era suficiente para lanzar una alerta pública en un intento de acelerar las negociaciones en curso. Se decidió no utilizar las fotografías de los pacientes desnutridos suministradas por la clínica: habrían amplificado considerablemente el impacto de la comunicación. No había manera de obtener el consentimiento de los pacientes ni de verificar la autenticidad de las imágenes.
 
Las cifras solas tuvieron eco en los medios de comunicación y la historia de la inanición en Madaya recibió una atención considerable, dejando al descubierto la brutalidad de las tácticas de asedio.
 

Nos equivocamos

 
En los días que siguieron, finalmente se alcanzó un acuerdo en Damasco y convoyes de alimentos y medicinas pudieron entrar en el enclave, acompañados de personal internacional tanto del CICR como de la ONU. Estas visitas confirmaron que, efectivamente, un número significativo de personas sufría desnutrición y, además, también expusieron algunas de las debilidades del hecho de que nos fiáramos solamente de las clínicas ‘clandestinas’.
 
Contrariamente a nuestra creencia, la clínica apoyada resultó no ser la única en la ciudad, y los suministros iniciales y evacuaciones médicas organizadas por los convoyes de la ONU y el CICR se realizaron en colaboración con la clínica apoyada por el Ministerio de Salud y dos médicos con los que no teníamos contacto ni relación laboral.
 
Esto hizo que quedáramos en evidencia cuando, en los días siguientes a la llegada muy publicitada de los primeros convoyes de ayuda, no pudimos responder a las preguntas relacionadas con los suministros médicos que habían llegado, o a las evacuaciones médicas que se permitieron. Y eso que estas dos cuestiones fueron las principales demandas en nuestra comunicación.
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