Aumenta la presión por brindar atención pediátrica a los niños y niñas de Afganistán

La sala de cuidados intensivos pediátricos en el Hospital de Boost, Afganistán.
La sala de cuidados intensivos pediátricos en el Hospital de Boost, Afganistán. © Lashkar Gah, Helmand

El sonido de los llantos y de aparatos médicos que emiten pitidos llena una pequeña sala. Las enfermeras presentes se apresuran de cama en cama, comprobando signos vitales. Las madres colocan mascarillas de oxígeno en los rostros de sus hijos e hijas.

El médico de urgencias irrumpe por las puertas batientes de la sala de urgencias pediátrica del hospital de Boost en Helmand, Afganistán.

“Tengo 17 pacientes esperando ingresar, pero no hay dónde acomodarles”, cuenta el Dr. Ahmed*, nuestro médico de urgencias de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Son las 6 de la tarde y acaba de comenzar el turno de noche. Todas las camas del servicio de pediatría están llenas. Con frecuencia las comparten dos pacientes, y ya se avecina la siguiente oleada.

“Esto es una locura para nosotros. Día tras día vienen más pacientes”, afirma el Dr. Ahmed.

El número de menores de 5 años que llegan al triaje de urgencias en el hospital Boost se ha más que duplicado desde 2020, pasando de 53,923 a 122,335 pacientes en 2024. En abril de este año, se atendieron 13,738 menores de 5 años en urgencias: el mayor número mensual de consultas en la sala de urgencias desde al menos 2020.

Encontrar espacio, tiempo y recursos para tratar este creciente número de niños y niñas es un desafío. Llegan con condiciones que amenazan sus vidas, como sepsis, insuficiencia respiratoria y desnutrición grave.

Pero este aumento de pacientes pediátricos no sucede solo en Helmand.

Un enfermero de MSF atendiendo a un paciente en el Hospital de Boost, Afganistán.
Mirza Jan, enfermero de MSF, ajustando la máscara de oxígeno a Montaha, un bebé de 7 meses que está siendo atendido por neumonía en el hospital de Boost, Afganistán. © Tasal Khogyani/MSF

 

Pacientes que llegan tarde y en estado crítico

Las instalaciones médicas están enfrentándose a una presión similar en otras regiones de Afganistán, incluyendo el hospital regional de Mazar i Sharif y el hospital regional de Herat..

“Las familias tienen dificultades para acceder a la atención que necesitan. Muchas instalaciones médicas, en todos los niveles, carecen de personal suficiente y de medicamentos básicos y equipo diagnóstico”, explica Julie Paquereau, coordinadora médica de MSF en Afganistán.

Esta situación ya existía antes de que la ayuda extranjera de EE. UU. se suspendiera a principios de este año, y se cancelara más de 1,000,000,000 de dólares de financiación para proyectos de USAID en Afganistán, según una estimación del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán.

Desde entonces, unas 422 instalaciones médicas en Afganistán han suspendido sus actividades o cerrado, afectando el acceso a la atención médica de más de tres millones de personas hasta el 10 de junio, según la Organización Mundial de la Salud.

“A medida que estos centros cierran o reducen actividades, disminuirá la disponibilidad de servicios básicos de salud, especialmente para mujeres y niños, que tendrán que esperar más o desplazarse más lejos para recibir tratamiento”, afirma Paquereau. La falta de acceso empujará a más bebés, niños y niñas con condiciones que amenazan la vida hacia hospitales provinciales y regionales ya sobrecargados, incluidos los que apoyamos. Y algunos tal vez nunca accederán a atención, al no poder llegar a un centro de salud”.

Entre consultas con los niños y niñas recién llegados a la sala de urgencias, el Dr. Ahmed hace llamadas para buscar espacio en las unidades de cuidados intensivos pediátricos y neonatales del hospital de Boost. Otros integrantes del personal llaman a hospitales cercanos para ver si tienen camas disponibles. “Si no encontramos espacio, entonces se quedarán aquí. Algunos pacientes pasan en urgencias uno o dos días”, explica el Dr. Ahmed.

En otro hospital, a unos 500 km al noroeste, mujeres se amontonan en la gran carpa blanca que hace de triaje pediátrico en el hospital regional de Herat, con niñas y niños aferrados a sus brazos y piernas. Algunas familias esperan en la calle su turno para hablar con el encargado del registro.

El número de familias que acuden al triaje pediátrico en el hospital regional de Herat ha ido creciendo durante años.

En un día promedio de 2025, el personal de enfermería de triaje atiende a 1,300 pacientes. Algunos días llegan más de 2,000 bebés, niños y niñas esperando ser vistos. Muchos no se encuentran en estado crítico y sus cuidadores deberían acudir a centros de salud básicos.

“Las madres traen a sus hijos por preocupación de que su condición empeore. Sienten que no tienen otro lugar adónde ir”, explica Jameela*, nuestra enfermera en el triaje pediátrico. “Los padres nos dicen que no encuentran servicios suficientes en clínicas locales, y no pueden pagar en clínicas privadas, así que vienen aquí donde proporcionamos atención gratuita”, añade. Esto ejerce gran presión sobre las enfermeras de triaje, que también ven un aumento de casos muy críticos que llegan con afecciones que ponen en peligro sus vidas.

En los primeros cinco meses de 2025, una media de 354 niños fueron atendidos cada día en urgencias. Eso supone un incremento del 27% respecto al mismo periodo de 2024.

“Muchas familias dicen que no tienen dinero para transporte al hospital, así que esperan a ver si su hijo mejora o consiguen el dinero. Esto retrasa la atención y agrava las condiciones”, alerta Jameela.

Una enfermera de MSF atendiendo a su paciente en el hospital de Boost, Afganistán.
Una enfermera de MSF revisando los signos vitales de su paciente en la sala de cuidados intensivos pediátricos del hospital de Boost, en Afganistán. © Logan Turner/MSF

 

Retrasando la atención

Sentada con las piernas cruzadas en su mitad de la cama de la UCI pediátrica del hospital de Boost, Zarmeena sostiene la mano de su hija Asma, de 7 meses.

Hace tres semanas, Asma dejó de amamantar y desarrolló fiebre. Tenía dolor de estómago y diarrea, pero Zarmeena no tenía dinero. Su esposo tiene una discapacidad y no puede trabajar.

“Tenía trabajo cosiendo para una mujer, pero ella solo me pagaba cuando terminara. Cose cuanto pude, pero para cuando terminé, Asma estaba mucho peor”, relata Zarmeena. Asma ya estaba enferma desde hacía dos semanas antes de que Zarmeena pudiera llevarla al médico.

“La llevamos a tres o cuatro médicos distintos. Nos dieron medicina que costó 1 ,500 afganis (unos 21 dólares). Tomó el medicamento y no mejoró”, cuenta Zarmeena.

Con todo su dinero agotado, Zarmeena dice que se quedó sin esperanzas. Entonces su hermano las llevó al hospital Boost, donde Asma fue ingresada y lleva nueve días en tratamiento. “Ahora ya no tiene convulsiones”, explica Zarmeena. Los médicos saben lo que hacen. Si mejora, esperaré y luego la llevaré a casa. Aunque lleve tiempo, solo quiero que se recupere.

Al otro lado del país, el Dr. Fareed* atiende a muchos pacientes como Asma en el departamento pediátrico del hospital regional de Mazar i Sharif, en la provincia septentrional de Balkh. En mayo, una media de 51 pacientes al día llegaban en estado muy crítico, necesitando tratamiento inmediato.

Muchos niños y niñas presentan condiciones que se han vuelto mortales porque las familias no pudieron acceder a tratamiento antes, explica el Dr. Fareed. Las razones incluyen falta de dinero para transporte o medicamentos, desconocer la gravedad de la enfermedad o no disponer de un mahram (acompañante masculino) para acompañar al hospital a la niña y a la familiar.

“Aconsejamos a los padres llevar a sus hijos a la clínica más cercana en cuanto noten síntomas de enfermedad. El tratamiento oportuno es crucial para evitar que se vuelva mortal”, dice el Dr. Fareed, aunque reconoce lo difícil que es para las familias llegar a los servicios de salud.

De vuelta en el hospital de Boost, en Helmand, el Dr. Ahmed sale de urgencias a la mañana siguiente, agotado tras su turno nocturno, pero con una sonrisa en el rostro.

El personal de MSF y salud pública derivó a algunos pacientes a otros hospitales y pudieron conseguir camas suficientes en las salas pediátrica y neonatal. Ningún paciente pasó la noche en la sala de urgencias.

“Ojalá que no esté tan concurrido esta noche”, dice. Pero es un nuevo día, lo que significa que cientos de pacientes más cruzarán la puerta, requiriendo tratamiento urgente y vital.

Y se espera que el número de niñas y niños críticamente enfermos siga aumentando en las próximas semanas, a medida que los casos de desnutrición comienzan a escalar hacia el pico estacional en julio.

*Los nombres del personal de MSF han sido modificados para proteger su identidad.

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