“Desde que dejé Eritrea no he podido hablar con mi familia”

Dos duros testimonios de migrantes de Eritrea, que gracias a MSF y MOAS figuran entre los 100.000 que han llegado a tierra en lo que va de año.

Dos duros testimonios de migrantes de Eritrea, que gracias a MSF y MOAS figuran entre los 100.000 que han llegado a tierra en lo que va de año.
 

Freweini, de Eritrea

“Mi nombre es Freweini. Tengo 38 años y vengo de Eritrea. Mi marido está muerto, pero tengo 5 niños –tres míos y dos más que cuido- y mi madre está enferma. Desde que dejé Eritrea hace dos meses todavía no he podido hablar con ellos.
 
Tres años atrás empecé a tener problemas. Antes de eso podía ir a donde quisiera y me apeteciera. Pero ahora apenas puedo caminar. Tengo que usar muletas y es muy doloroso.
 
Mi espalda necesita cirugía. Lo he intentado aquí,  pero no tienen lo que se necesita ­-a menos que pudiera encontrar 30.000 dólares.  Así que en sustitución  volví a la medicina tradicional, que usa el fuego. Pero eso no quita el dolor – todo lo que hizo fue quemar mi piel. Ahora tengo marcas por todas partes en mi cuerpo.
 
Debido a mis problemas en la espalda, decidí encontrar una manera de salir de Eritrea. Los comerciantes locales y otros de mi pueblo me ayudaron a recoger el dinero suficiente para costear el viaje a Jartum, y luego a Libia. Me puse por mi cuenta, caminando con mis muletas. Caminé a Jartum, y luego tomé una camioneta a Libia, desde donde abordé un barco.
 
Me han ayudado personas por todo el camino. Todo el mundo ha sido amable – levantándome cuando era necesario, e incluso cargando conmigo. Estoy muy agradecida con todos ellos.
 
Cuando llegué al barco no tenía ni idea de cuánto tiempo me tomaría. Entonces tú has venido y nos has rescatado. No me importa a qué país voy de Europa. Todo lo que quiero es una cirugía en mi espalda, y ser capaz de ayudar a mis hijos. Espero que sea capaz de caminar normalmente de nuevo muy pronto”.
 

Hombre anónimo, de Eritrea

"Hace casi dos años huí de Eritrea, donde estaba haciendo el servicio militar cerca de Asmara. Hice camino a un campo de refugiados, en Etiopía, donde me estuve durante 15 meses. Después de eso, fui a Sudán, donde la policía fronteriza me atrapó y me devolvieron a Etiopía.
 
Fui golpeado tanto por policías sudaneses como por policías etíopes. La policía sudanesa se llevó todo mi dinero y otras posesiones – me dijeron que era porque yo era cristiano.
 
Después de unos días, regresé a Sudán. Esta vez fui arrestado por los Rashida, que dijeron que tenía que pagar 2.500 dólares. Ellos violaron a una mujer que estaba conmigo.
 
Mi familia en Eritrea tuvo que juntar el dinero suficiente para pagar mi rescate, para salvarme de ser asesinado. Me quedé con los Rashida durante un mes, hasta que fui liberado en Jartum, donde un hombre amable me dio comida, ropas y la oportunidad de comunicarme con mis parientes en Eritrea.
 
Tres semanas más tarde me dirigí a Libia, a través del Sahara. En el primer día de viaje nos robaron, y las mujeres que iban con nosotros fueron violadas. Después de tres días, cruzamos hacia Chad, donde el ejército chadiano se quedó con los cuatro coches de nuestro convoy. Pasé dos días y dos noches en el desierto, sin agua ni comida.
 
Después de dos días caminando llegué a una ciudad de la frontera libia. En el camino, los libios asesinaron cinco hombres que estaban conmigo cruzando la frontera de manera ilegal.  Después de eso, trabajé durante un mes para un hombre que llevaba a la gente al mar; luego fui libre de seguir por la costa.
 
Allí  me embarqué, pero la policía me atrapó y me arrestó por trabajar para un traficante de personas. Me llevaron a una comisaría de policía, me golpearon y casi me matan de hambre  por una semana. Me escapé de esa prisión, y me las arreglé para conseguir un lugar en un barco que fue rescatado por Médicos Sin Fronteras.
 
La mayoría de mis compañeros todavía están en prisiones libias en condiciones terribles. Algunos de ellos están muertos. En total vi morir a siete hombres a lo largo de mi viaje hasta aquí”.
 
 
En mayo, MSF inició dos operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo, con sendos barcos, el MY Phoenix (operado con la ONG Migrant Offshore Aid Station) y el Bourbon Argos
 
Ahora hemos reforzado estas operaciones con un tercer barco de búsqueda y rescate, el Dignity I, con equipos de Médicos Sin Fronteras a bordo y navega desde el 13 de junio en el Mediterráneo para asistir a las personas que arriesgan sus vidas e intentan llegar a Europa escapando de la guerra, la persecución y la miseria en sus países de origen.
 
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