Ernesto Agunin: luchando contra el Chagas en Bolivia

Las personas que han sido infectadas por el insecto en pocas ocasiones presentan síntomas; se trata de una enfermedad silenciosa que suele pasar desapercibida durante muchos años y solo se manifiesta cuando ya se han desarrollado alteraciones cardíacas o digestivas que pueden causar la muerte.

Ernesto es técnico en sistemas y trabaja en la oficina regional de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Buenos Aires desde 2012. Es decir, es una de esas personas sumamente solicitadas en la oficina que se encarga del mantenimiento, supervisión, reparación y un extenso listado más de tareas sobre los equipos informáticos, servidores y sus sistemas operativos.
 
En dos oportunidades, en 2014 y 2015, la labor de Ernesto traspasó fronteras y viajó a Bolivia para dar apoyo al proyecto que MSF tiene en el país, donde centra su labor en la atención del Chagas, una enfermedad transmitida por un insecto conocido como vinchuca o chinche besucona que se encuentra por lo general en las zonas rurales del país.
 
Las personas que han sido infectadas por el insecto en pocas ocasiones presentan síntomas; se trata de una enfermedad silenciosa que suele pasar desapercibida durante muchos años y solo se manifiesta cuando ya se han desarrollado alteraciones cardíacas o digestivas que pueden causar la muerte.
 
En este texto, Ernesto nos cuenta entonces acerca de su experiencia de trabajo en el proyecto de MSF en Bolivia.
 

¿En qué consistió tu trabajo?

 
Fui a implementar un sistema de control vectorial de Chagas llamado eMOCHA en la provincia de Narciso Campero, el cual permite a través del envío de un mensaje de texto, reportar la localización de vinchucas para que puedan ser eliminadas de forma rápida.
 
La herramienta utiliza tecnología móvil y de georeferenciación (GPS), es decir que permite registrar en un mapa las viviendas de una zona y en caso de recibir una denuncia por parte de los líderes de una comunidad sobre la aparición de insectos de Chagas en sus casas, se programe la visita de un técnico que fumigará y enviará a su vez información que contribuya a la vigilancia y control del insecto.
 
Por otra parte, junto con el resto del equipo de MSF en Bolivia, organicé talleres para los referentes de las comunidades para explicarles acerca del uso de la herramienta y sobre enfermedad del Chagas. Hacíamos por ejemplo teatralizaciones para representar el modo en que debían manejarse a la hora de revisar las viviendas para buscar vinchucas y hacer una denuncia por mensaje de texto. Muchas de las personas que capacitamos vivían en lugares aislados o donde el acceso es muy difícil. De hecho hay zonas donde los técnicos llegaban sólo en moto.
 

¿Cómo era un día normal de trabajo?

 
Nos levantábamos a las 5 de la mañana y salíamos a recorrer el terreno.
 
En un día por ejemplo podíamos atravesar precipicios, puentes viejos, quedar empantanados en el barro con la camioneta o con agua hasta la mitad de la puerta al cruzar un lago…recorrimos kilómetros y kilómetros durante esos días para entregarle las herramientas como computadoras y teléfonos a las comunidades.  
 
Recuerdo un día cuando fuimos a georreferenciar una vivienda nueva en la comunidad de Pasorapa, en el municipio de la provincia de Narciso Campero, para agregarla al mapa de eMOCHA y que cada 6 meses se hiciera la fumigación necesaria. Allí vivía una familia compuesta por cinco personas, dos adultos y tres nenes, que dormían en colchones sobre el piso de tierra, entre paredes de adobe y techo de paja.
 
Cuando entramos a la casa vimos que todas las paredes estaban manchadas con sangre. Ellos aplastaban a las vinchucas que se les subían al cuerpo o se filtraban a la vivienda por la noche. Todos fueron picados; para ellos era un insecto similar a un mosquito y ninguno sabía lo que era el Chagas. Como hablaban quechua, otros integrantes del equipo de MSF les explicaron acerca de la enfermedad, qué cuidados tenían que tener en cuenta por sus hijos, se los diagnosticó y a partir de allí, comenzaron a  ir a controles. Ese caso fue el que más me impactó.
 

¿Qué balance personal haces de esta misión con MSF?

 
Aprendí mucho a nivel tecnológico y a nivel humano. Tuve que investigar mucho, volver a las fuentes, capacitarme en tecnologías que prácticamente no manejaba para entregar el proyecto en condiciones de ser utilizado a los que más lo necesitan. Era la primera vez además que iba a zonas rurales de otro país donde hay gente que vive totalmente diferente que nosotros, que no tiene por ejemplo teléfono celular, televisión y sólo algunos pocos radio.
 
Fue un desafío que la herramienta tuviera la efectividad que queríamos y en gran parte dependía de las comunidades porque eran ellas quienes la iban a utilizar.
 
Lograr la integración comunal e institucional, la concientización ante la problemática y un cambio de actitud fue el gran objetivo que nos planteamos. Ahora con el proyecto casi finalizado y con la herramienta lista para utilizar uno siente la satisfacción de haber aportado su cuota de esfuerzo en el proyecto de MSF para que se beneficien las poblaciones que hoy están afectadas por el Chagas.
 

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