Este de Chad: “Escucho con frecuencia a jóvenes decir que ya no tienen más deseos ni esperanza” 

Jade Lage, responsable de actividades de salud mental de MSF en Metche, comparte su experiencia sobre el futuro de las personas refugiadas que se sienten atrapadas en un ciclo sin final a la vista. 

Vista del campo de personas desplazadas de Metche, en el este de Chad, donde viven más de 43,000 sudaneses que han huido de la guerra.
Vista del campo de personas desplazadas de Metche, en el este de Chad, donde viven más de 43,000 sudaneses que han huido de la guerra. © Belén Filgueira/MSF

En el campo para personas desplazadas de Metche en el este de Chad, y hogar de más de 43,000 sudaneses que huyeron de la guerra, nuestro equipo de salud mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) ayuda a las personas refugiadas y a las comunidades de acogida a enfrentarse al impacto de la guerra y a las duras condiciones que afectan su bienestar psicológico. 

En tres diferentes áreas del campo, MSF tenemos espacios comunitarios donde el equipo de asesores de salud mental brinda sesiones individuales a quienes las requieran. Los trabajadores comunitarios de salud organizan programas adaptados para niños, niñas, jóvenes y personas adultas.  

 

Jade Lage, responsable de actividades de salud mental de MSF en Metche.
Jade Lage, responsable de actividades de salud mental de MSF en Metche. © Belén Filgueira/MSF

 

En nuestro hospital también se ofrecen consultas de salud mental junto con servicios de maternidad, pediatría, cirugía y emergencias. En entrevista Jade Lage, responsable de actividades de salud mental de MSF en Metche, comparte su experiencia y sus preocupaciones por el futuro de las personas refugiadas que se sienten atrapadas en un ciclo sin final a la vista. 

 

¿Por qué preocupan las necesidades de salud mental de las personas refugiadas en el campo de Metche? 

El bienestar psicológico de las personas refugiadas se ve afectado por dos factores:  

El primero está relacionado con sus malas condiciones de vida y su estatus de refugiadas. La mayoría de las personas que se han refugiado en Metche han dejado atrás una vida que podría considerarse normal. Tenían una casa, dirigían un negocio, cultivaban tierras, tenían actividades recreativas, estudiaban y vivían con sus familias. 

Aquí, la realidad es bastante diferente. El campo está en medio del desierto, aislado por todos lados, en una región donde prácticamente no hay nada que hacer. El clima es extremo, con un calor intenso y casi ningún árbol bajo el que resguardarse del sol. Las condiciones de vida son extremadamente difíciles: hay escasez recurrente en las distribuciones de alimentos, acceso muy limitado al agua, sin electricidad, refugios de paja o plástico con paredes inseguras. Las viviendas están muy cerca unas de otras, con una proximidad que no deja espacio para la intimidad ni la privacidad. 

 

Vista del campo de desplazados de Metche, en el este de Chad, donde viven más de 43,000 sudaneses que han huido de la guerra.
Vista del campo de personas desplazadas de Metche, en el este de Chad, donde viven más de 43,000 sudaneses que han huido de la guerra. © Belén Filgueira/MSF

 

La higiene en el campo es catastrófica. No es raro encontrarse con ratas, serpientes y perros callejeros. La mayoría de las personas que habitan el campo son mujeres que luchan por mantener a sus niñas y niños, que a menudo se quedan solos, y a los dependientes mayores. 

El segundo aspecto está directamente relacionado con la brutalidad de la guerra en Sudán y la terrible violencia de la que las personas refugiadas han huido. Los duros recuerdos de la violencia que han vivido y los efectos psicológicos resultantes siguen estando muy presentes. 

 

¿Qué te cuentan las personas refugiadas sobre sus experiencias en la guerra que les obligaron a huir?

La mayoría de los casos graves que vemos son personas traumatizadas por la violencia que han vivido o presenciado. Suelen hablar de familiares o vecinos que fueron masacrados ante sus propios ojos. De cuerpos sin vida esparcidos por el suelo mientras huían; de amenazas recurrentes recibidas antes de llegar a Metche; de torturas que sufrieron. 

Un número significativo de estas personas, de todas las edades, presentan síntomas psicóticos. Estos incluyen alucinaciones visuales y auditivas, delirios, habla confusa y alteración de la percepción, como la sensación de tener insectos dentro del cuerpo. En salud mental, cuando una persona llega a la etapa psicótica, significa que su situación psicológica ha alcanzado límites alarmantes y que su nivel de angustia es enorme. 

 

 

Las manos de Nour, que sostiene a su bebé en brazos.
Las manos de Nour, que sostiene a su bebé en brazos. Este de Chad. © Belén Filgueira/MSF

 

¿Cuáles son los grupos de personas más vulnerables?

Las mujeres y los niños están en una situación particularmente crítica. Conocemos a muchas viudas que han perdido a sus esposos en el conflicto y que deben encontrar maneras de mantener a sus familias.  

Dependientes de la ayuda humanitaria y sin apoyo financiero, se aventuran solas a buscar agua y leña para cocinar, a menudo lejos del campo. Están expuestas a la violencia sexual y física, que es una triste realidad en el campo. Y mientras las madres están fuera, los niños y niñas a menudo se quedan sin supervisión ni protección. 

 

¿Qué otras necesidades de salud mental existen?

Entre los principales síntomas observados, nuestros equipos mencionan angustia psicológica, dificultad para dormir, pesadillas y trastornos del estado de ánimo como depresión y síntomas psicóticos.  

La generación más joven, niñas y niños menores de veinte años, también se ve gravemente afectada, ya que luchan por imaginar un futuro mejor y son más vulnerables al estrés crónico y la ansiedad. Los adolescentes con los que hablamos nos dicen muy poco sobre el futuro. En Metche no hay oportunidades para buscar trabajo, comenzar a estudiar o simplemente planear y formar una familia algún día. Escucho con regularidad a los jóvenes decir que ya no tienen deseos ni esperanzas. 

 

Mudathir con su padre. Vivían en Darfur y tuvieron que huir a causa de la guerra. Mudathir está recibiendo apoyo de salud mental de los equipos de MSF y está mejorando. Metche, este de Chad.
Mudathir con su padre. Vivían en Darfur y tuvieron que huir a causa de la guerra. Mudathir recibe apoyo de salud mental de MSF y está mejorando. Metche, este de Chad. © Belén Filgueira/MSF

 

Todos estos jóvenes, que hoy no tienen el privilegio de elegir, están saltándose una etapa importante de sus vidas. Tienen un buen entendimiento de la situación y su condición, pero aún no tienen las herramientas para manejar sus emociones y frustraciones. Y los adultos a su alrededor no siempre pueden ofrecer el apoyo necesario, ya que ellos mismos experimentan angustia psicológica y luchan por sobrellevar estas difíciles condiciones de vida. 

Nuestros trabajadores de salud comunitaria y consejeros escuchan regularmente problemas como agresiones físicas, consumo excesivo de alcohol y relaciones familiares conflictivas. Tuvimos el caso extremo de un adolescente que, después de perder a su padre y vivir episodios de violencia, prendió fuego a su propia casa tres veces. En nuestras sesiones grupales para jóvenes, tratamos principalmente temas de agresividad, irritabilidad y frustración, que afectan más a los chicos. 

“Mi hermano y yo estábamos profundamente agotados, así que nos fuimos. Cuando estábamos en Sudán, había alcanzado un nivel avanzado en mi educación. Llegué hasta la secundaria. Vine aquí y no encontré manera de continuar mis estudios, y ahora no estoy haciendo nada”. — Muthadir, 20 años. 

 

¿Cómo atiende MSF las necesidades específicas de la población más joven?

Nuestros equipos de salud mental, por ejemplo, realizan sesiones grupales para jóvenes de entre 12 y 17 años. También organizamos actividades como partidos de fútbol o talleres de fabricación de juguetes tradicionales. En las sesiones de consejería grupal, explicamos la importancia de la salud mental y cómo contribuye al bienestar y la estabilidad de cada individuo. También les facilitamos técnicas de relajación y una variedad de herramientas para manejar la frustración. 

A principios de abril, comenzamos actividades en las escuelas. El objetivo es explicar a los estudiantes cómo identificar las emociones y cómo lidiar con ellas. También trabajaremos con los profesores para asegurarnos de que tengan la información y las herramientas necesarias para ayudarles a reconocer señales de sufrimiento en los estudiantes y, si es necesario, brindar primeros auxilios psicológicos, además de identificar a los alumnos cuyos síntomas podrían significar que deben ser derivados a un profesional de la salud. 

 

Vista del campo de personas desplazadas de Metche, en el este de Chad, donde viven más de 43,000 sudaneses que han huido de la guerra.
Vista del campo de personas desplazadas de Metche, en el este de Chad, donde viven más de 43,000 sudaneses que han huido de la guerra. © Belén Filgueira/MSF

 

¿Qué preocupaciones existen sobre el futuro de la población refugiada de Sudán y sus necesidades de salud mental?

Escuchar e involucrar a las personas directamente afectadas por esta crisis es crucial. Nos permite brindar una respuesta adecuada a las necesidades, pero también garantizar la continuidad de las mejores prácticas y otros mecanismos de adaptación utilizados por los refugiados. Sin embargo, con abril marcando el segundo aniversario de la guerra civil en Sudán, la situación transitoria y difícil de las personas que viven aquí probablemente continuará durante algún tiempo. 

El acceso a la atención médica es, por supuesto, vital, y continuaremos brindando asistencia médica, incluyendo la atención de salud mental. Sin embargo, si las personas desplazadas van a poder vivir con dignidad, deben hacerse esfuerzos adicionales a todos los niveles. Desde el inicio de la crisis, en MSF hemos instado regularmente a las agencias de la ONU y a los donantes a aumentar la respuesta humanitaria en Metche y en todos los campos de refugiados del este de Chad. 

Con la suspensión de la ayuda extranjera del gobierno de EE.UU. anunciada en enero, la situación solo puede empeorar. A modo de ejemplo, la ONG encargada de las escuelas en las que hemos comenzado nuestras actividades de educación en salud mental podría verse afectada directamente debido a la falta de financiamiento, lo que podría comprometer sus actividades en el futuro. Las consecuencias para la salud mental de miles de niñas, niños y adolescentes serían dramáticas, ya que las escuelas juegan un papel importante en la protección y el desarrollo intelectual y social de los alumnos.

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