“He experimentado la muerte”: la COVID-19 golpea de nuevo a Yemen

La COVID-19 golpea de nuevo a Yemen, poniendo a prueba un sistema de salud deteriorado.

Dentro del hospital al-Kuwait en Sana'a, una valla de tela metálica separa dos mundos. Está el mundo fuera de la valla, donde una extraña enfermedad es poco reconocida por las autoridades y a menudo no se cree en ella. Dentro de la valla, las salas llenas de personas que respiran desesperadamente mediante cilindros de oxígeno, la realidad de la COVID-19 es difícil de evitar.
 
“Hace un mes me enfermé”, dijo Khaled, de 43 años, de Sana'a. “Tenía una tos fuerte y vi a un médico que me dijo que podría tener COVID-19. Después de una semana, mis niveles de oxígeno estaban bajando cada vez más y comencé a desmayarme. Ingresé en la unidad de cuidados intensivos (UCI) y tuve que permanecer allí 16 días. La enfermedad da mucho miedo".
 
Khaled dijo que otra razón por la que estaba tan asustado era porque sabía que en Yemen las opciones de atención médica son limitadas: seis años de guerra han visto colapsar el sistema de salud y gran parte del país no tiene capacidad para responder al brote de COVID-19 que se está desplazando de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo.
 
"Vivimos en un país que está en guerra, no hay un buen sistema de salud, la situación en general se está deteriorando", dijo Khaled. “Estos medicamentos con los que me trataron habrían costado alrededor de 8,500 dólares. Nunca hubiera podido pagar eso. Me hubiera muerto".
 
El centro de tratamiento COVID-19 gestionado por Médicos Sin Fronteras (MSF) en el hospital al-Kuwait es uno de los pocos lugares en Yemen donde la atención de COVID-19 está disponible de forma gratuita. Su sala de 64 camas y la UCI de 15 camas han estado llenas desde principios de abril cuando llegó la segunda ola de la enfermedad, y las personas a menudo también esperan por un espacio en la sala de emergencias de 8 camas. El centro ha sido testigo de un flujo constante de muerte entre adultos mayores y entre las personas con enfermedades crónicas como la diabetes.
 
 
 
 
"Cuando mi padre Mohammed se enfermó, lo llevé al hospital en Rada'a, pero allí no pudieron hacer nada por él", cuenta Ali, de 36 años, de al-Bayda, una gobernación a más de 100 kilómetros al sureste de Sana'a. "Lo llevé a Dhamar, lo que me llevó tres horas, y durante todo el camino estuve cambiando constantemente mi mirada entre la carretera y mi padre, estaba muy preocupado por él". En Dhamar, Mohammed tampoco encontró un hospital que pudiera atender a su padre, por lo que tuvo que contratar una ambulancia para llevarlo a Sana'a, a más horas de distancia. "Pensé que nunca lo lograría".
 
“Tuvimos que gastar alrededor de 70 dólares para conseguir suficiente combustible para llegar a Sana'a”, explica Mohammed, de 40 años, también de al-Bayda. “Condujimos con nuestro propio coche desde Rada’a a Sana’a, lo que nos llevó alrededor de cuatro horas. Intentamos encontrar un cilindro de oxígeno para usar en el viaje, pero no pudimos encontrarlo por ningún lado. En Rada’a hay muchas personas enfermas".
 
Las familias llegan en un flujo constante a la entrada de emergencias frente a la valla: en taxis, en autos viejos, las personas enfermas casi postradas por el cansancio, a veces conectadas a un cilindro de oxígeno son ayudadas para subir a una silla de ruedas antes de ser admitidas. Las familias afortunadas son las que pueden permitirse las enormes sumas de dinero necesarias para venir desde lugares tan lejanos como las gobernaciones de al-Bayda y Hajjah. Quienes no pueden pagar quedan a su suerte: nadie sabe cuántos son.
 
"Hay muchos casos críticos con síntomas de COVID-19 que vienen de muy lejos", dijo Mohammed al-Ghabri, referente médico de MSF para el centro de tratamiento. “Tanto nuestras salas para hombres como para mujeres están llenas, y estamos usando 500 cilindros de oxígeno al día además de la planta de oxígeno. Las necesidades son enormes, es una verdadera lucha proporcionar todo este oxígeno. Pero al menos este año la enfermedad es más conocida, sabemos cómo tratar mejor a las personas”.
 
 
 
 
Aún así, a los equipos médicos les resulta difícil salvar a las personas cuando llegan muy tarde al hospital, y muchos lo hacen, ya sea porque han venido de lejos o porque han tardado en llegar. La desconfianza y el miedo a las instalaciones médicas siguen estando generalizados.
 
“El mayor error que cometí fue traer medicamentos de la farmacia”, dijo Saif refiriéndose a su padre, Saleh, de 65 años. “Debería haberle hecho una consulta médica. Pero incluso cuando lo traje a al-Kuwait por primera vez, dijeron que necesitaba ser admitido, pero no quería que estuviera en el hospital. Pensé que sería suficiente que una enfermera viniera a atenderlo en casa. Finalmente, me vi obligado a traerlo de vuelta aquí".
 
Con poca información disponible por parte las autoridades en el norte de Yemen sobre la COVID-19, las personas deben decidir por sí mismas qué tan en serio tomar la enfermedad y qué hacer si ellas o sus seres queridos se enferman. "El año pasado realmente no creía que existiera la COVID-19", dijo Saif. “Cuando vi a mi papá, cuando vi a los otros pacientes aquí, realmente comencé a tener la esperanza de que esta enfermedad dejara de propagarse. Es una enfermedad infernal ".
 
"No sabía realmente qué era la COVID-19, por lo que no tomé precauciones", dijo Khaled. "Ahora sé que tengo que aplicar estas medidas y proteger a mi familia porque ya he experimentado la muerte: no quiero que ninguno de ellos se enferme".
 
 
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