Historias desde una clínica con las puertas abiertas para las poblaciones más vulnerables en Honduras

Prevención de las infecciones de transmisión sexual, PrEP
La PrEP tiene por objeto prevenir la infección por el VIH. El equipo médico, como la Dra. Fanny, explica a los usuarios que esto se consigue tomando antirretrovirales de forma continuada o ante una situación de riesgo de VIH. © MSF

Desde hace más de dos años, Médicos Sin Fronteras (MSF) iniciamos actividades en una clínica en San Pedro Sula, al norte de Honduras, para mejorar el acceso a la salud sexual y reproductiva y psicológica de las personas trabajadoras sexuales y LGBTIQ+.

Las personas que integran estas poblaciones tienen un alto riesgo de sufrir violencia, incluyendo violencia sexual, y se enfrentan múltiples barreras para acceder a los servicios de salud pública, donde experimentan estigmatización y discriminación. 

En sus relatos cuentan cómo, desde la primera atención que les brindan nuestros equipos, han logrado encontrar en la clínica un espacio seguro y de confianza. 

Prevención de las infecciones de transmisión sexual, PrEP
La línea de ayuda psicológica es un centro de llamadas gratuito donde las personas pueden recibir atención de salud mental de forma confidencial. © MSF

 

“Las trabajadoras sexuales siempre tenemos riesgos”

Carolina* 

“Lo que nosotras queremos es salir ya de esto –el trabajo sexual-, por eso estamos pidiéndole a Dios una oportunidad de poder salir. Todo el día estamos expuestas al sol, a la lluvia; estamos siempre de pie. Por eso estamos viendo la manera de migrar hacia los Estados Unidos. Tenemos que migrar. En mi caso me llevaría a mis hijos, tengo tres, dos varones de 4 y 11, y una niña de 7 años.  

Me identifico como una trabajadora sexual, mi pareja sabe que me dedico a esto. Llevo ya 10 años trabajando aquí. Antes trabajaba en una tienda de venta de variedades. Pero la dueña se molestaba conmigo porque su esposo era muy amable y entonces me corrió. Fue entonces cuando una amiga me dijo: ‘deberías de probar en la calle’, ‘¿cómo así?’, le pregunté. Eso no es para mí, me da pena. Y ella me explicó todo.  

Siempre tenemos riesgos en esto, muchos hombres se quitan el preservativo sin nuestro consentimiento y esto ya es una emergencia para nosotras. Recuerdo una vez que un hombre lo hizo, sin decirme nada y de hecho me culpó, diciendo que yo lo iba a infectar y transmitir enfermedades. Mis amigas me dijeron que fuera a la clínica de Médicos Sin Fronteras. Fui de inmediato y me atendieron muy bien. Gracias a Dios salí limpia en todo, terminé todo el tratamiento y no me salió un VIH u otra enfermedad.  Yo me cuido por mis hijos, también por mi pareja y también por mí. Por eso no fumo, no bebo, pongo de mi parte. 

Esta clínica nos ayuda un montón, para prevenir y atendernos en caso de estas emergencias.  En lo personal acudo a la mayoría de los servicios que brindan y es un trato agradable. Además, siempre vienen a visitarnos en donde trabajamos y a hablarnos sobre métodos de prevención, siempre están pendientes de nosotras”. 

 

La complejidad de la transición 

Isabela 

“Desde los 12 años tenía un pequeño entendimiento de cómo funcionaban las cosas en mi cuerpo y en mi mente. Me negaba a aceptar lo que estaba sintiendo. Tenía muchas cosas interiorizadas negativas y violentas contra mí misma. El chico que era murió tanto para mi papá como mi mamá, murieron todas las metas que tenían sobre él. 

Estuve tres años preguntándome si esto era en verdad. Me tomó mucho tiempo aceptarme y amarme, porque se pierden muchas cosas, muchos privilegios cuando se es una persona trans. Los hombres tienen más poder y más votos. Cuando se dice que un hombre quiere ser una mujer es un blanco para ser más violentada. 

Era muy complicado porque yo podía pagar psicólogos, pero siempre tenían sus prejuicios, sin importar si eran de un lugar público o privado. En los hospitales públicos también me han discriminado, tanto en lo emocional como en lo físico. Convierten su odio y su discriminación en algo físico, porque ya no eran los comentarios que hacían, insultos y ofensas, sino también intentar dañar mi salud física. Por fortuna no me hicieron nada grave, pero pude entender que lo que hacían era por maldad, solo porque pedía que me trataran de Isabela. 

Con mi psiquiatra también tuve problemas, porque olvidaba mi nombre y mis pronombres, o metía temas religiosos, relacionando mi depresión con lo que soy, afirmando que mi situación de salud mental se relacionaba con querer ser una mujer trans, que todo lo malo que me pasaba en mi cabeza y cuerpo era culpa mía solo por querer ser quien era, no respetaba nada.  

Todo fue muy difícil hasta que conocí una red lésbica que se llama Catrachas, donde me dijeron que existe una asociación llamada Médicos Sin Fronteras. Me dijeron: “podés asistir allí, son personas que trabajan con la comunidad, que te van a entender, que te van a respetar, que te van a comprender”. Empecé a recibir terapia con Médicos Sin Fronteras, y la verdad salí llorando de mi primera sesión porque nunca había sentido un trato tan bonito, tan respetuoso”. 

 

“Es un espacio seguro”

Sandra*  

Para las personas que estamos trabajando con el comercio sexual y que somos trans, nuestra vida corre peligro. Deberíamos de tener espacio porque no se nos toma en cuenta en ningún lado y eso es muy importante. A veces la gente habla de las personas transexuales, pero no sabe la violencia que vivimos, porque no tenemos acceso a un trabajo, a una vivienda, a la salud.  

No nos aceptan para trabajar en ninguna empresa privada, no hay ningún trabajo digno. Tenemos que arriesgar nuestra vida como lo es subiéndonos a un carro diferente, con un hombre desconocido y que no sabemos si vamos a regresar. No se puede comparar la vivencia de un chico gay o de la mujer con la de una mujer trans.  

Tampoco deseo migrar, porque matan o secuestran en el camino. Duelen los pies, el cansancio, el sol. Y se va sin dinero, es triste porque no se tiene ni para agua, comida.  Se ejerce el comercio sexual en cada estado, en cada lado, en cada carro porque debemos ir pidiendo que nos lleven y cada vez era tener relaciones sexuales con la persona, así fue como llegué a Tuxtla. Migré porque estaba cansada de estar sufriendo en Honduras.  

Cuando yo pasé todo esto de la transición me aferré a dejar la droga, pasé muchas cosas que ni yo sabía, y decía: en cualquier momento me voy a morir. No sabía que era ansiedad, que era un ataque de pánico porque en el tiempo yo no sabía ni cómo respiraba, si lento, suave o fuerte. Con todas esas cosas, la pandemia de COVID-19, la muerte de mi papá, los síntomas. Fue una sobrecarga emocional y psicológica exagerada.  

Comencé a ir a Médicos Sin Fronteras y me ayudó bastante, superé mucho, me ayudó a saber lo que yo sentía. Todo lo que sentí en ese entonces, que todavía lo siento, pero que ahora no le presto atención porque esto no me hará caer, soy más fuerte de lo que siento”. 

*Los nombres han sido cambiados por seguridad de las personas. 

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