Irak: ayudando a las personas desplazadas en Hawija

Mariko Miller es una enfermera de emergencias originaria de Canadá. Actualmente trabaja en Kirkuk, al norte de Irak, donde los equipos de MSF proporcionan atención médica a las personas que han sido desplazadas de sus hogares debido al conflicto armado, y brindan atención médica de emergencia en dos hospitales.

Mariko Miller es una enfermera de emergencias originaria de Canadá. Actualmente trabaja en Kirkuk, al norte de Irak, donde los equipos de MSF proporcionan atención médica a las personas que han sido desplazadas de sus hogares debido al conflicto armado, y brindan atención médica de emergencia en dos hospitales.
 
Muchos de los desplazados vienen de Hawija, un distrito en el sureste de Kirkuk que ha estado bajo el control de grupos armados durante más de dos años. Desde la intensificación de las operaciones militares para retomar el distrito en agosto del año pasado, más de 80,000 iraquíes han huido de Hawija (de acuerdo con el ACNUR).
 
Muchas familias hablan sobre la escasez de alimentos y combustible en el área, y sobre los peligrosos viajes que deben realizar para poder llegar a un lugar seguro. A pesar de la escala de las necesidades de estas personas, la ayuda humanitaria sigue siendo insuficiente.
 
Mariko comparte su experiencia ayudando a las personas que llegan a Kirkuk. 
 
 
“Estoy en medio de una multitud, hay ojos que me miran con una cautela que no había presenciado antes. Veo a un niño en los brazos de su madre. Sus manos están intentando desesperadamente sujetar el aire que lo rodea, tiene tanto hambre que es doloroso observar. Frente a él hay un paquete de galletas dentro de una caja en la que enfoca su mirada. Toma las galletas y lucha contra la envoltura de plástico, esta imagen se queda grabada en mi mente. Es demasiado joven como para estar tan hambriento, como para comprender las decisiones que su familia tuvo que tomar para sobrevivir, o para saber la forma en que este viaje afectará su futuro. Alrededor de él hay personas dispersas en grupos, sentadas en el suelo, reunidos alrededor de cajas de comida, comiendo desesperadamente después de seis días pasando hambre y dos años de sufrimiento bajo el control de los grupos armados.  
 
El niño es parte de un grupo de 647 personas que llegaron desde Hawija, un lugar sofocado por el sufrimiento. Todas estas personas recién llegadas finalmente decidieron huir de Hawija para emprender un viaje que algunos no logran sobrevivir. Quienes son atrapados intentando huir pueden ser ejecutados, y quienes logran salir de la ciudad deben viajar 7 kilómetros durante la noche, a través de un desierto en el que hay minas terrestres y explosivos, en donde los francotiradores frecuentemente atacan a sus objetivos. La otra noche, muchas familias fueron ejecutadas después de haber sido atrapadas intentando escapar. El riesgo que toman fue calculado, saben que para poder sobrevivir, deben arriesgarse a morir. Pero las personas que están frente a mí en este momento lo lograron, sobrevivieron. 
 
Muchas de las mujeres que vienen a verme lloran mientras hablan de las familias que han dejado atrás, en un lugar que ha sido golpeado por ataques aéreos y en el que se espera una nueva ofensiva. Una mujer joven perdió a toda su familia al pisar una mina terrestre mientras caminaban durante la noche; su dolor es muy palpable y terrible. Hay muchas otras personas que se sientan en silencio, con la mirada perdida, con ojos que han visto más de lo que deberían haber visto; en un estado de shock que se siente impenetrable pero que es necesario porque aún no están libres. Todavía deben sobrevivir.
 
Hay un hombre mayor que está sentado solo, le cuesta trabajo respirar y tiene un audible resuello. Le doy un poco de Ventolin para que pueda respirar, pero en vez de respirar mejor, comienza a llorar y las lágrimas no dejan de salir de sus ojos. Su hijo está en Hawija. Eso es todo lo que tiene que decir.
 
A veces me es muy difícil escuchar estas historias y mantener mi compostura profesional; cuando siento las lágrimas en mi ojos a punto de caer como si fueran lluvia. Nunca sé qué decir además de “Inshallah, tu hijo llegará sano y salvo”. El hombre me mira con ojos llorosos y repite “Inshallah”, mientras mira hacia el cielo. Ayer, dos niños perdieron a su madre en una explosión de una mina terrestre mientras viajaban hacia acá. El aire que respiro está cubierto de sufrimiento.
 
 
Hay un niño de ocho años que me enfrenta porque su hermana pequeña está enferma. Dice que no ha dormido en días porque durante la noche las mujeres duermen y los hombres jóvenes hacen guardia. El niño es serio y asertivo, no es muy expresivo. Veo a niños escondiendo comida en sus bolsillos, ver eso me lastima porque sé que siguen luchando por sobrevivir. 
 
Durante la última semana, han venido muchos niños con heridas provocadas por explosiones, y nuestro médico ha tenido que retirar fragmentos de metralla y metal de sus pequeños cuerpos. El equipo los ha referido al hospital de emergencias en Kirkuk, que es apoyado por MSF. Sólo vemos a los niños que lograron sobrevivir el peligroso viaje y llegaron a los puntos de acceso que se encuentran más allá de la línea de combate. Sabemos que muchos quedaron atrás. 
 
En otro de los puntos de acceso, un joven colapsa cuando baja del camión en el que llegó. No responde y está pálido, pero sigue vivo. Lo llevan a nuestra clínica y, mientras intento hacer que responda, veo cómo empiezan a caer las lágrimas de sus ojos. Está paralizado en el suelo de la clínica, llorando, hasta que finalmente logra sentarse. Me dice que sus padres fueron asesinados hace poco y que su hermano está en Hawija. Su esposa está embarazada de su primer hijo, él se siente abrumado por la incertidumbre. Estamos sentados en el suelo de la clínica cuando su esposa se reúne con nosotros y comienzan llorar. Él cree que salvé su vida y me dice que rezará por mi todas las noches. Su valentía me abruma. 
 
Estamos construyendo nuestro proyecto desde cero, y nos estamos preparando para lo que viene. Hemos comenzado a capacitar al personal de los principales hospitales para emergencias y estamos consiguiendo acceso a los puntos de acceso para proporcionar atención de emergencia a los recién llegados y a los heridos de guerra. Los equipos médicos están creciendo rápidamente para aumentar nuestra capacidad, y la solidaridad de todo el equipo lo está haciendo posible. La unión del humanitarismo y la medicina en este lugar nos recuerda la identidad de MSF. La necesidad de nuestra presencia es obvia. La gratitud de nuestros pacientes nos hace sentir humildes. A pesar del tenso ambiente, estamos exactamente en donde debemos estar.”
 

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