La violencia deja a la población de Ituri sin acceso a atención médica y alimentos

La población ha estado atrapada, sin salida, durante décadas.

Médicos Sin Fronteras trabaja para asistir a la población afectada por el conflicto en Ituri
Un equipo de MSF atendiendo a un pequeño en el Hospital de Drodro. @ Michel Lunanga/MSF

Desde principios de 2023, el territorio de Djugu, en la provincia de Ituri de la República Democrática del Congo (RDC), ha sido testigo de una intensa violencia entre comunidades y enfrentamientos armados que obligó a unas 156,000 personas a huir de sus hogares.

Esta es la última oleada de violencia en un conflicto que lleva décadas activo y ha provocado el desplazamiento de 700,000 personas dentro del territorio de Djugu y 1,7 millones en toda la provincia de Ituri.

La población ha estado atrapada, sin salida, durante décadas. Las comunidades están expuestas a una violencia entre comunidades extrema que ha tenido un gran impacto en el acceso de las personas a la atención médica y en su salud mental.

Cuando hay ataques o amenazas en las inmediaciones de los establecimientos de salud, los pacientes y el personal médico incluso los abandonan.

 

Hospital de Drodro

Crepitan disparos, cuesta abajo del hospital de Drodro, a unos 2 km. El pánico aumenta. Unas horas antes se habían producido enfrentamientos en la ruta norte, a pocos kilómetros de distancia.

Ahora el ruido se acerca. Traumatizados debido a años de violencia crónica, los pacientes y el personal del hospital solo tienen un reflejo: huir. Lejos del hospital, incluso si eso significa interrumpir su tratamiento.

Una madre con sus bebés en el Hospital de Drodro, donde recibe ayuda de Médicos Sin Fronteras
Angel y sus gemelos, Olivier (izq) y Merciane (der) en el Hospital de Drodro. © Michel Lunanga/MSF

 

Rápidamente todas las personas empacan sus pertenencias. Las madres envuelven a sus hijas e hijos enfermos en telas y les sujetan a la espalda, luego toman cualquier otra cosa que puedan llevar y se van rápidamente.

En menos de 30 minutos, el hospital Drodro, con sus 100 camas, está vacío. Las puertas de las salas están cerradas y el silencio es pesado. Algunos pacientes y sus cuidadores pudieron escapar del área rápidamente, antes de que las carreteras se volvieran demasiado peligrosas para viajar, pero otros llegaron demasiado tarde. Tuvieron que dar la vuelta en dirección al hospital.

De vuelta en el hospital de Drodro, todas las personas se amontonan en una habitación para refugiarse. La tensión es palpable. El generador ha sido apagado para permitir que quienes están adentro escuchen claramente si se acercan disparos. El único ruido es el de niños y niñas llorando.

Ciclos de violencia

“Estaba en la cama del hospital con mi bebé cuando las otras madres se nos acercaron y nos dijeron: ‘Tenemos que irnos, hay disparos'”, cuenta Joécie, madre de Salomon, un pequeño de 17 meses, que está siendo tratado por desnutrición aguda y anemia.

“La gente corría presa del pánico. Sin pensarlo más, envolví a mi bebé en una manta y me fui. Pero en el pánico, olvidé algunas de mis cosas como su historial médico y mis utensilios de cocina”, agrega.

Después de huir, Joécie decidió regresar al hospital con su hijo más tarde esa noche. “Mi hijo estaba demasiado enfermo”, dice. “Tenía fiebre y no teníamos nada para comer. No tuve más remedio que volver. Fue una noche difícil: estaba en pánico y apenas dormí”.

La violencia crónica y el miedo a más violencia ha dejado a las personas de esta zona con profundas cicatrices psicológicas durante generaciones. Muchas personas temen acceder a las instalaciones médicas, ya que las ven como objetivos potenciales e inherentemente inseguras. Algunas más solo buscarían atención en una emergencia extrema.

“Imagina que la gente ha estado viviendo este conflicto durante años, durante varias generaciones, con desplazamientos repetidos y pocas perspectivas a futuro”, dice Grâce Longa Mugisa, nuestra asesora de salud mental. “Se les recuerda constantemente las masacres de sus vecinos y miembros de la familia. Es difícil pensar con lógica”.

Esta es la tercera vez desde principios de 2023 que algunas instalaciones médicas en la zona de salud de Drodro han quedado desiertas tras enfrentamientos cercanos.

“He trabajado con MSF desde 2015 en varios países, pero nunca había experimentado este tipo de eventos: un hospital que se vacía así”, asevera la Dra. Kelly Tsambou, nuestra jefa de actividades médicas en la zona de salud de Drodro. “Cuando los pacientes huyen, ¿qué podemos hacer? No puedes detenerlos. Todos los pacientes deberían poder sentirse seguros en las instalaciones médicas. En otros lugares, los hospitales suelen ser utilizados por la población civil como lugar de refugio durante los conflictos, pero ese no es el caso aquí”, concluye Tsambou.

Trabajo de MSF en Drodro
Un integrante de MSF atendiendo a un pequeño © Michel Lunanga/MSF

 

 

La inseguridad obstaculiza directamente el acceso a la atención médica

Actualmente solo funcionan ocho de las 16 instalaciones médicas en la zona sanitaria de Drodro. Para seguir brindando ayuda imparcial, nos esforzamos por responder de manera equitativa a las necesidades y brindar atención a cada una de las comunidades.

Sin embargo, la violencia crónica y los desplazamientos repetidos están interrumpiendo las actividades médicas. Como respuesta, hemos desplegado recursos adicionales en varios centros de salud, para facilitar el acceso a la atención médica para la mayor cantidad de personas posible, y en apoyo al Ministro de Salud.

“Desde que MSF llegó a la región en 2019, nuestros equipos siempre han tenido que lidiar con ciclos de violencia”, dice Soumana Ayouba Maiga, nuestra coordinadora de proyectos. “Pero frente al reciente aumento de la violencia, hemos tenido que adaptarnos aumentando los recursos a determinados establecimientos médicos para mejorar los servicios de salud y acercarlos a las comunidades”.

Nuestros equipos están rehabilitando el centro de salud de Blukwa’Mbi, donde un gran número de personas desplazadas viven con familias de acogida, para transformarlo en un centro de referencia que pueda brindar atención médica especializada.

“La construcción de un quirófano, con un sistema eléctrico alimentado con energía solar, permitirá a los equipos médicos realizar procedimientos como cesáreas”, dice Maiga. “Queremos dar acceso a más atención especializada a las personas que no pueden acceder al hospital de Drodro”.

 

Se necesita ayuda urgentemente

A menudo ignorados por los medios y sin atención política o internacional, los 1,7 millones de personas desplazadas en la provincia de Ituri necesitan desesperadamente asistencia humanitaria: alimentos, agua potable, saneamiento adecuado, vivienda, educación y atención médica.

La inseguridad crónica hace imposible a las personas llegar a sus campos y atender sus cultivos, que son la principal actividad económica en el área.

En lo que a salud se refiere, en algunas partes de la zona de salud de Drodro, nuestros equipos están casi solos para responder a las necesidades médicas de las personas. Las necesidades humanitarias son similares y catastróficas para ambas comunidades y, como tales, es esencial que la asistencia humanitaria se despliegue de manera neutral e imparcial.

Desde principios de 2023, nuestros equipos en la zona sanitaria de Drodro han realizado 25,630 consultas médicas, han atendido a 850 menores con desnutrición y brindado 435 consultas de salud mental; además de atención a 165 sobrevivientes de violencia sexual.

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