Las abrumadoras necesidades en el Nilo Blanco empujan a las personas al límite

MSF brinda atención a población en campops para personas desplazadas en Nilo Blanco, Sudán
En junio, los equipos de MSF comenzaron a apoyar la prestación de atención primaria de salud en tres clínicas gestionadas por el Ministerio de Salud en los campos estatales de Nilo Blanco de Um Sangour, Al Alagaya y Khor Ajwal, que acogen a la población sudanesa desplazada de Jartum. © MSF

Aisha es promotora de la salud en Médicos Sin Fronteras (MSF), y trabaja en tres campos de la región del Nilo Blanco en Sudán. También desplazada por el conflicto, Aisha reflexiona sobre el apoyo a las mujeres y menores que viven en condiciones precarias, pero también sobre la importancia del trabajo en equipo para salir adelante cada día.


“No puedo encontrar las palabras adecuadas para describir las condiciones en las que vive la población. He visto a mujeres dando a luz y cuidando de sus recién nacidos en tiendas de campaña llenas de personas y en altas temperaturas, sin acceso a agua potable y servicios sanitarios adecuados.

He estado aquí antes, en el 2020, e incluso entonces, los campos de personas refugiadas del Nilo Blanco ya estaban luchando por cubrir las necesidades básicas de la población. Ahora, meses después del inicio del conflicto, con cerca de medio millón de personas desplazadas y refugiadas, todas viviendo a lo largo de 10 campos en el Nilo Blanco, la situación ha alcanzado un punto crítico. Las personas han perdido sus trabajos y su sustento, y lo que es peor, nadie sabe cuando terminará esta situación.

Como promotora de la salud mi trabajo es brindar educación sanitaria, identificar el aspecto social de las necesidades de la población y, lo más importante, relacionarme con la comunidad escuchando las historias de las personas.

Hoy quiero compartir una de  esas  historias contigo.

En Alagaya, el segundo campo para personas refugiadas más grande del estado del Nilo Blanco, conocí a una madre con tres hijos que había huido del conflicto en Jartum. Su hijo más joven sufría desnutrición y estaba claro para el personal médico que necesitaríamos referir al niño a un hospital fuera del campo para que pudiera recibir el tratamiento adecuado. Sin embargo, es común que las madres se opongan a dejar a sus familias e hijos para hacer el viaje, y ella no fue la excepción.

Pasé horas hablando con ella, explicándole los beneficios de llevar al niño al hospital, asegurándole que nosotros, Médicos Sin Fronteras, le proporcionaremos el transporte y los medicamentos. Ella dudó, porque no quería dejar a sus otros dos hijos en el campo. Una vez que le aseguramos que podría viajar con todos sus hijos, eventualmente estuvo de acuerdo y fue a recoger sus pertenencias.

A su regreso, para mi sorpresa, no solo uno sino todos sus hijos estaban enfermos. Le pregunté el por qué no nos había informado del estado de sus otros hijos, y resultó que ella pensaba que no cuidaríamos de todos. Finalmente, logramos ingresar a todos los pequeños al hospital.

Yo también he sido desplazada por el conflicto, y entiendo las luchas de la comunidad a un nivel personal. Equilibrar mi papel como promotora de la salud con mis propias experiencias puede ser un reto. Escucho las historias de las personas de aquí, y entiendo que todas tienen sus experiencias personales.

A pesar del volumen del trabajo, nos comprometemos a proporcionar asistencia humanitaria en los campos. No es fácil  y las necesidades son enormes. Pero estoy agradecida de tener un equipo fuerte de mi lado y aprecio la dinámica del equipo en el que me siento apoyada todos los días.

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