MSF informamos al Consejo de Seguridad de la ONU de la alarmante violencia en la República Democrática del Congo

Desde MSF alertamos en la ONU que los acuerdos de paz no se traducen en resultados para la población en el este de la República Democrática del Congo (RDC).

  • ESTÁS AQUÍ
  • Actualidad
  • MSF informamos al Consejo de Seguridad de la ONU de la alarmante violencia en la República Democrática del Congo
El Dr. Javid Abdelmoneim, presidente internacional de MSF, ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El Dr. Javid Abdelmoneim, presidente internacional de MSF, ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El Dr. Javid Abdelmoneim, presidente internacional de Médicos Sin Fronteras (MSF), intervino hoy ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en Nueva York, para alertar sobre la devastadora y persistente crisis en la región este de la República Democrática del Congo (RDC). Instó al Consejo a que, a partir de su comprensión de la crisis, se comprometiera a proteger eficazmente a la población civil.

Durante su intervención, Abdelmoneim ha criticado que los acuerdos de paz en curso no están teniendo consecuencias visibles para la población del país, que sigue expuesta a unos niveles alarmantes de violencia, desplazamiento y privación. “Nuestros pacientes describen haber huido de aldeas bombardeadas y haber presenciado una brutalidad extrema”, ha subrayado. “Los compromisos asumidos en las capitales tienen poco valor cuando no se acompañan de medidas concretas sobre el terreno. Mientras los civiles sigan siendo tratados como reemplazables, ningún proceso político traerá alivio real”.

Puedes leer el discurso íntegro a continuación.

 

Señor Presidente,

Permítame comenzar con una verdad que este Consejo debe reconocer: a pesar del aparente impulso político de los últimos meses y de la firma de los acuerdos de paz, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) siguen presenciando niveles alarmantes de violencia, desplazamiento y privaciones en los Kivus y en Ituri.

Nuestros pacientes describen la huida de aldeas bombardeadas y una brutalidad extrema.

Desde la perspectiva de MSF en hospitales, clínicas y asentamientos para personas desplazadas, el panorama es inequívoco: esta crisis no cede. Los sistemas de salud están colapsando. La violencia sexual está generalizada. Y el acceso y la financiación humanitaria se reducen a medida que aumentan las necesidades.

La brecha entre las señales políticas y la realidad de millones de personas se está ampliando.

 

De hecho, la tinta apenas se ha secado en el acuerdo firmado en Washington, y el M23 ya ha lanzado una ofensiva masiva sobre Uvira, desplazando a unas 200,000 personas de sus hogares (40,000 de ellas hacia Burundi), una evidencia contundente de que la promesa de paz oculta un panorama de violencia persistente a gran escala.

Cada vez está más claro que los esfuerzos de paz en curso están sirviendo para consolidar los intereses extractivos de actores poderosos en lugar de brindar alivio al pueblo de RDC. Nada de esto es nuevo.

La violencia que enfrentan las comunidades tiene sus raíces en décadas de explotación de recursos y negligencia estructural.

Esta es la tragedia interminable: generación tras generación de congoleños han visto cómo sus vidas y su dignidad eran sacrificadas en aras de la política y el lucro.

Mientras los civiles sigan siendo tratados como reemplazables, ningún proceso político traerá alivio real.

Señor Presidente,

A pesar de los compromisos de alto nivel en Washington y en Doha, la violencia contra los civiles en RDC sigue siendo rutinaria.

Tanto las fuerzas estatales como los grupos armados no estatales -incluyendo M23, FDLR, ADF, elementos de las FARDC y sus aliados Wazalendo- continúan poniendo en peligro a la población y siguen obstaculizando el acceso a la atención sanitaria. Todos ellos han estado implicados en graves violaciones del derecho humanitario internacional: asesinatos sumarios, violencia sexual, saqueos y bloqueo de asistencia humanitaria.

El costo de todo esto es devastador.

En Binza, los pacientes de MSF describieron escenas de hombres abatidos en los campos y mujeres y niños tiroteados a orillas del río, con sus cuerpos flotando corriente abajo. Son testimonios que reflejan reportes más amplios de masacres en Kivu Norte. Varios de nuestros pacientes dijeron que estos ataques fueron llevados a cabo por miembros del M23.

En el Hospital de Rutshuru, las admisiones por traumatismos aumentaron un 67% en julio. Más del 80% de las víctimas de disparos admitidas en instalaciones apoyadas por MSF en julio y agosto eran civiles.

En Ituri, a lo largo de este año, hemos realizado más de 1.500 cirugías por traumatismos en un solo hospital, la mayoría por heridas relacionadas con el conflicto. Las instalaciones y el personal médico tampoco se libran: se han detenido ambulancias a punta de pistola y grupos armados han irrumpido en centros médicos, amenazando y aterrorizando tanto a los pacientes como al personal.

En Masisi, hace apenas dos semanas, el Centro de Salud Kazinga -claramente identificado con insignias de MSF- fue saqueado y destruido por una milicia Wazalendo. Tres colegas de MSF han sido asesinados este año.

Estas violaciones subrayan un fracaso profundo en la protección de los civiles.

 

Señor Presidente,

La violencia sexual en el este de la República Democrática del Congo es una emergencia prolongada que ha marcado a las comunidades durante décadas.

Hoy en día continúa a una escala inimaginable. Solo en los primeros seis meses de este año, casi 28,000 sobrevivientes buscaron atención en instalaciones apoyadas por MSF en el este de RDC. Eso equivale a una media de 155 mujeres cada día.

Tres de cada cuatro ataques fueron cometidos por hombres armados. Los ataques se producen en campos, carreteras, puntos de abastecimiento de agua y dentro de los hogares. Muchas supervivientes llegan demasiado tarde para recibir tratamiento preventivo. Muchas nunca llegan a recibirlo.

Al mismo tiempo, los suministros médicos esenciales se están agotando peligrosamente. En Kivu Norte y Kivu Sur, la mitad de todas las zonas de salud carecen de profilaxis post-exposición, dejando a las supervivientes sin la atención crítica que podría prevenir infecciones, embarazos no deseados y reducir daños a largo plazo.

La magnitud y normalización de la violencia sexual reflejan un colapso profundo de la protección comunitaria y una casi total ausencia de rendición de cuentas.

Las mujeres y niñas nos dicen que la violencia sexual no solo se teme, sino que se espera.

 

Señor Presidente,

El sistema sanitario está colapsando bajo el peso combinado de la violencia, el abandono crónico, los desplazamientos masivos, los recortes en la ayuda humanitaria y la aparición de administraciones paralelas.

En muchas áreas, hasta el 85% de las instalaciones médicas enfrentan escasez crítica de medicamentos. Casi el 40% del personal de salud ha abandonado su puesto, y más de la mitad de las instalaciones que hemos evaluado han cerrado o han resultado dañadas. Las consecuencias son letales.

En Walikale, las muertes de niñas y niños gravemente desnutridos dentro de las 24 y 48 horas posteriores a la admisión aumentaron un 89% y un 309% respectivamente, en comparación con el año pasado. Las familias llegan demasiado tarde, retrasadas por la inseguridad, el costo económico y la ausencia de atención funcional.

Los servicios de salud preventivos se han derrumbado, y la vacunación se interrumpe repetidamente, lo que provoca un aumento de enfermedades infecciosas prevenibles. Los casos de cólera ya superan los 38.000 y las muertes se han más que duplicado respecto al año pasado.

El sarampión sigue propagándose. Se está desarrollando un brote de malaria de proporciones desconocidas, mientras que ni los diagnósticos ni los tratamientos esenciales están disponibles para contenerlo.

 

Señor Presidente,

A medida que aumentan las necesidades, el espacio para prestar asistencia humanitaria se reduce.

En todo el este de RDC, actores estatales y no estatales imponen restricciones que no responden a las necesidades de la población. La asistencia vital se retrasa, se desvía o se bloquea.

El cierre de las pistas de aterrizaje de Goma y Bukavu y la falta de un acuerdo entre Kinshasa y el M23 para reabrirlas ha reducido los puntos de entrada de suministros y personal hacia el este de RDC y ha ralentizado los desplazamientos dentro de los Kivu.

Llegar a Walikale ahora puede tardar más de un mes durante la temporada de lluvias. Las líneas del frente cambian a menudo, y esto ha provocado que entregar suministros desde Bukavu hasta Uvira exija cruzar cuatro fronteras internacionales a un costo cuatro veces mayor que antes.

El acceso humanitario no es opcional, es una obligación legal. Los aeropuertos deben reabrirse, debe asegurarse el paso seguro por rutas clave y los suministros médicos y humanitarios deben moverse sin obstáculos.

Sumado al colapso de la protección de los civiles y a la erosión del acceso, los principales donantes están recortando apoyos y eliminando servicios vitales ante el aumento de las necesidades.

 

Señor Presidente,

Los compromisos asumidos en las capitales tienen poco valor cuando no se acompañan de medidas concretas sobre el terreno.

Hacemos tres llamados:

  • Primero, la protección de los civiles debe situarse en el centro de todo compromiso político y diplomático. Los avances no pueden medirse por la cantidad de acuerdos firmados, sino por si las personas están más seguras en sus hogares, en las carreteras que recorren y en los lugares donde buscan atención.
  • Segundo, el acceso humanitario debe respetarse, no como un gesto de buena voluntad o una medida de construcción de confianza, sino como una obligación moral respaldada por el derecho humanitario internacional.
  • Tercero, la respuesta humanitaria debe contar con los recursos que exige esta crisis. Sin una financiación flexible y adecuada, seguirán aumentando las muertes evitables.

 

En conclusión, señor Presidente,

Desde nuestra perspectiva, al lado de los pacientes y no detrás de los atriles, estos debates no carecen de conciencia. Carecen de consecuencias.

Este Consejo recibe informes periódicos sobre la situación en RDC. Sus miembros pueden describir con precisión las violaciones que enfrentan los civiles, incluso mientras estas continúan sin control.

Para las personas que viven este conflicto, la pregunta no es si el Consejo comprende su realidad, sino por qué esa comprensión rara vez se traduce en protección efectiva.

Esa desconexión es condenable.

Ese fracaso es profundo.

Si este Consejo no puede actuar cuando hay tantas vidas en juego, entonces la promesa de protección de los civiles se convierte en una doctrina vacía: recitada aquí, pero ausente donde más se necesita. Lo que se necesita hoy en día no es una nueva retórica ni una nueva arquitectura diplomática.

Es la voluntad de insistir en que los civiles no son desechables y que sus derechos —a la seguridad y a la dignidad— no son negociables.

Ni en la República Democrática del Congo ni en ningún otro lugar donde los civiles se encuentren amenazados.

Compartir