“No saben ni en qué país están”

Jota Echevarría acaba de regresar de Hungría, Serbia y Croacia, donde varios equipos de MSF ofrecen servicios médicos a los miles de refugiados que huyen de la guerra e intentan llegar al corazón de Europa.

Jota Echevarría acaba de regresar de Hungría, Serbia y Croacia, donde varios equipos de MSF ofrecen servicios médicos a los miles de refugiados que huyen de la guerra e intentan llegar al corazón de Europa.
 
El largo y peligroso viaje los lleva a través de Turquía, desde donde cruzan el mar para llegar hasta Grecia. Desde allí, transitan a pie o en autobús por Macedonia y Serbia con el objetivo de llegar a los países que les ofrezcan asilo. Echevarría explica la determinación de la población a la que ha asistido y las dificultades de atender a pacientes que están inmersos en un éxodo extremadamente móvil.
 
¿Qué está haciendo MSF en estos momentos?
 
Después de haber intervenido en Hungría, en un campo de tránsito que finalmente fue evacuado por las autoridades, y también en Serbia, donde estuvimos brevemente, asistiendo a la población refugiada que cruza desde Serbia a Croacia. Así, hemos trabajado en el campo de Opatovac, cerca de la frontera, un antiguo campo militar que las autoridades han dispuesto como campo de tránsito.
 
Allí, los refugiados pasan un día como máximo. En ese campo teníamos clínica y también interveníamos fuera del mismo, para poder asistir a aquellos que se quedaban sin entrar cuando el campo estaba lleno, esperando para ser registrados. Como los pasos fronterizos son cambiantes y abren y cierran de forma aleatoria, también pusimos en marcha varios equipos móviles que se activaban en apenas 15 minutos desde que recibimos la alerta y que han trabajado a lo largo de muchas noches.
 
 
¿Cuáles son las patologías que más han visto?
 
Entre los niños, que son alrededor de un 10% de la población en movimiento y que constituyen una cuarta parte de nuestros pacientes, vemos muchos problemas respiratorios o bronquitis (fruto de dormir al raso, del frío), resfriados y alguna diarrea. Vemos también muchas mujeres embarazadas. Entre los hombres, que constituyen la mayoría, se registran heridas de las caminatas o edemas y hematomas.
 
También vemos mucha gente con enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión, que por una razón u otra (porque se les han acabado, porque se han visto obligados a dejar sus maletas atrás, porque las han perdido), no disponen de medicación y a veces llegan en condiciones muy frágiles. Pero principalmente están deshidratados, extenuados del viaje, muy cansados y con mucha necesidad de apoyo psico-social.
 
¿Qué hacen al respecto?
 
Además de las curas básicas, que ofrecemos a todos los que lo necesitan, en muchos casos todas estas personas necesitan a alguien que les escuche, que reciba sus historias, que sea capaz de entenderles. Eso les ayuda. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones, es tal su determinación de llegar a Alemania, a Dinamarca o a Holanda, y han cruzado ya tantas fronteras, que ni siquiera saben en qué país están o qué día es. Sólo tienen en mente llegar, llegar y llegar. De ser posible, en dos o tres días.
 
 
¿Puedes contarnos alguna historia que te haya marcado?
 
Podría contar miles, una por cada uno de los pacientes que hemos visto, pero hay una en particular, la de una familia de Afganistán que tenía un niño pequeño aquejado de neumonía, que me impactó especialmente. Su estado era delicado y tuvimos que llevarlo a un hospital. En el hospital querían tenerlo internado tres días, pero el padre quería llevárselo con él porque estaba convencido de que en tres días más de viaje estarían en Alemania, donde lo podrían tratar.
 
Su historia llegó a oídos de los medios alemanes y una clínica en Múnich se movilizó para poder ingresarlo en cuanto llegara a la ciudad. Pero son miles las historias, miles las travesías únicas de cada familia, de cada individuo. Hemos atendido a más de 2.600 personas en los tres países, así que son más de 2.600 historias únicas de gente que huye por miedo, por la guerra o por no aguantar más una situación a la que no ven fin.
 
¿Existen diferencias entre los refugiados?
 
Llegan de diferentes países, no sólo de Siria. Los sirios que estamos viendo tienen todavía algo de poder adquisitivo y los traficantes los engañan, los timan. Para evitar el tránsito por Macedonia acaban pagando precios abusivos para atravesar el país en autobús. Luego, los abandonan en Serbia diciéndoles que están en Zagreb, en Croacia.
 
¿Cuál es la mayor preocupación para los equipos en estos momentos?
 
La llegada del invierno y su impacto. El tiempo ha cambiado muy rápido y las noches se han vuelto demasiado frías como para dormir al aire libre. Por el momento, esto afecta sobre todo a los más mayores, -los niños son a los que más se protege del frío-, pero antes de que el invierno llegue con toda la dureza, es posible que tengamos otro flujo de refugiados atravesando Europa en condiciones de frío terribles, por lo que tememos que los problemas respiratorios e hipotermias aumenten.
 
¿Qué es lo más necesario en estos momentos?
 
De forma colectiva, no hay esfuerzos visibles internacionales en los países de origen para que todas estas personas puedan optar a la petición de asilo de forma legal y segura. La solución no está en centrarnos en la ruta que siguen, sino en los problemas en los países de origen. Nadie anhela ser obligado a salir de su país huyendo, nadie quiere ser un refugiado. Si queremos parar este éxodo masivo tenemos que cambiar el foco al país de origen, no únicamente a la travesía.
 
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