Panamá: “Cruzar el Darién es muy difícil y triste”

Una familia llegando al centro de recepción migratoria de San Vicente en Panamá. © Santiago Valenzuela/MSF

La estación migratoria de San Vicente está ubicada en la provincia del Darién, en Panamá. Allí llegan, tras cruzar la peligrosa selva del Darién, miles de migrantes y este año la mayoría de las personas migrantes han llegado de Venezuela.

De 19,000 personas que cruzaron entre enero y abril, 6,951 provenían de Venezuela, seguido de Haití, con 2,195, en tercer lugar, Cuba, con 1,579, y 1,355 provenientes de Senegal, según datos oficiales del gobierno panameño.

Algunas de estas personas migrantes compartieron sus historias con nuestros equipos.

 

Alder Mali

Cuando cumplí 19 años me di cuenta de que me gustaban los hombres y las mujeres. Decidí decírselo a mi familia y a mis conocidos, pero fue la peor decisión que pude haber tomado. En Ghana, país en el que nací, está muy mal visto tener una orientación sexual diferente; te discriminan, te amenazan, no te dan trabajo. Pasaron dos años terribles para mí y tan pronto cumplí 21 años decidí irme para Estados Unidos; por eso estoy aquí, en el Darién.

Voy a Estados Unidos porque siento que allá puedo tener derechos y no debo verme en la obligación de tener que cambiar ni esconderme, que fue básicamente lo que hice en el último año en mi país: iba de pueblo en pueblo buscando trabajo y me discriminaban. Por eso ahorré, compré un boleto hacia Brasil y luego pasé a Perú, Ecuador, Colombia y ahora Panamá, que ha sido lo peor de todo el camino…

Cruzar el Darién, incluso por la ruta corta como lo hice yo, es muy difícil y triste. Siento que arriesgué mi vida y no lo volvería a hacer. Yo tengo un buen estado físico, soy joven, pero en el camino veía personas ancianas, bebés, incluso gente muerta, muchos ahogados…. estas son imágenes que difícilmente me quitaré de la mente. Cuando vi muertos en la orilla del río solo pensaba en correr y correr, en correr por mi vida.

En el grupo de migrantes nos hablaban mucho de robos y violaciones, eso es muy fuerte también, y sobre todo escucharlo de gente que lo ha padecido. Desde Perú yo no me estaba sintiendo bien porque las autoridades me trataban mal por ser “africano” y “negro”, me dejaban de último en la fila, no me dejaban quedar en hostales, todo eso me ha afectado. Las autoridades en estos países latinos creen que por ser negro debo dormir en el suelo, incluso me han dicho que mi estómago debe aguantar sin comer, o que puedo comer basura.

Todo este malestar se ha agravado en la selva al ver tanta gente sufrir y al no comer ni dormir. Yo mismo tuve que botar mi morral para lograr subir una montaña. ¡Era muy empinada! Cualquier peso te detenía. Yo veía a mujeres con niños tratando de escalar y me parecía muy fuerte. Incluso había hombres cargando a sus esposas que estaban heridas por lo difícil que es el camino. Yo debo seguir a Estados Unidos, pero no quisiera pasar por esto nunca más en mi vida.

 

Lizbeth Lozada

Soy venezolana, vengo de Isla Margarita. Antes de llegar al Darién estuve en Ecuador, en donde viví un año y ahorré para tratar de llegar a Estados Unidos. Tengo 41 años y dos hijos: una mujer de 18 años y un niño de 10 años. El padre de ellos falleció en Ecuador…. siendo los tres, ha sido difícil sobrevivir. Volver a Venezuela es imposible, pues la economía está muy mal, el salario no alcanza para nada, y eso que antes yo venía bien, trabajaba en varios casinos y hoteles.

En 2020 todo se hizo insostenible. Yo soy epiléptica y mi hijo tiene asperger. En Venezuela dejamos de conseguir medicamentos y ya no teníamos dinero para la comida. En Ecuador al menos alcanzamos a ahorrar algo, aunque el trato hacia los venezolanos era muy malo y por bien que me fuera podía ganar cinco dólares diarios. Con lo poco que ahorré, la única opción para llegar a Estados Unidos era por tierra, caminando y pidiendo ayuda, así es que logramos llegar acá, al Darién, aunque no puedo decir que haya sido la mejor decisión…

Si yo hubiese sabido que mi vida y las de mis hijos corrían riesgo, no habría hecho esto. En la selva perdí mi dinero y todas mis pertenencias porque un río me arrastró varios metros abajo…. gracias a Dios estoy viva. Lo que pasó en esos cuatro días cruzando la selva es horrible. Al perder los medicamentos en el río, comencé a tener crisis de epilepsia en el camino y mi hijo entró en pánico…todo quedó en manos de mi hija de 18 años, quien nos ayudó a seguir adelante. El guía que teníamos nos dejó perdidos y nos tocó caminar por el río a las 2 de la mañana, angustiados todos, buscando a alguna persona para retomar el camino. Tuve varias crisis nerviosas por eso.

Finalmente, después de unas horas, logramos salir y en la madrugada estábamos de nuevo en la ruta, pero perdimos los zapatos en el fango, nos tocó caminar descalzos. Caminando vimos personas muertas y lloré mucho, me frustré mucho. A cualquier familia que quiera hacer esto le suplico que no venga…. El gran problema mío es que al no tomar mi medicamento decaí mucho. En la cima de una montaña tuve seis convulsiones por estrés…unos médicos cubanos me ayudaron y trataron de calmar a mi hijo que también estaba en crisis.

Desde que llegué a la estación migratoria de San Vicente he tenido cinco crisis convulsivas. Por fortuna, MSF ya me dio el medicamento que necesitaba, un anticonvulsivo, lo mismo el medicamento para mi hijo, quien al principio pensó que esto del Darién era una excursión pero que a medida de que pasaban las horas en la selva se iba a desesperando hasta entrar en crisis y rogar para que saliéramos de allí. Gracias a Dios ahora estamos vivos.

 

José Rendón

Vengo de ciudad Guayana, estado de Bolívar, Venezuela. De allí salí por primera vez en 2019 porque mi mamá estaba muy enferma y no teníamos para los medicamentos. Tengo un hermano de 17 años enfermo, que no camina. A ellos me los llevé para Sao Pablo, Brasil, en donde trabajé unos meses en un frigorífico de carne. En la pandemia perdí el empleo y regresé a Venezuela, en donde tampoco logré emplearme. Decidí hacer esta ruta para llegar a Estados Unidos y trabajar para mantener a mi familia.

En el Darién un guía me cobró 150 dólares para ayudarme a cruzar la selva. Íbamos tres grupos de 15 personas cada uno. El mío era el segundo y nos quedamos atrás en un momento… Cuando nos quedamos solos salieron encapuchados con armas cortas, nueve milímetros, nos quitaron todo, a mí me dejaron sin los ahorros y a los que no tenían plata los golpeaban hasta que quedaban muy mal. Más adelante, cuando nos reunimos con el primer grupo, dos mujeres nos contaron que las habían violado y robado. Que habían sido sádicos con ellas, violándolas varias veces. La verdad que no puedo dormir desde entonces. En cinco días he dormido cuatro horas, no puedo olvidar lo que vi y lo que me contaron. No puedo conciliar el sueño.

Llegué al ‘campamento del abuelo’, en Panamá, y ahí me ayudaron a tomar el bote que me trajo hasta San Vicente porque no tenía nada de dinero. Ahora estoy esperando a ver si mi familia me puede ayudar porque no tengo los 40 dólares para pagar el bus hacia Costa Rica. He estado angustiado por lo que viví porque en verdad la selva no me da miedo, pues vengo del campo y sé cómo se vive y cómo es la cosa con los animales, pero la forma en la que nos robaron y nos amedrantaron fue muy fea, incluso me amenazaron de muerte sin razón alguna.

Estoy muy preocupado por mi mamá, ella lleva días en los que no come. Sin embargo, hice bien en no traerla a esta selva; en el camino vi mujeres desahuciadas, casi muriéndose subiendo esas montañas. Ahora solo pienso en seguir, así no haya comido en cuatro días y no haya dormido. Mi mamá y mi hermano me necesitan.

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