Panamá: Hablan quienes sobreviven a El Darién

Las condiciones de recepción de las personas migrantes en la provincia del Darién, Panamá, se están deteriorando.

En la estación migratoria de San Vicente
En la estación migratoria de San Vicente. © Santiago Valenzuela / MSF

Las condiciones de recepción de las personas migrantes en la provincia del Darién, Panamá, se están deteriorando. Desde MSF estamos presentes en la Estación de Recepción Migratoria (ERM) de San Vicente.

Ahí, hemos visto las enormes carencias de protección, de atención médica o de servicios básicos a las que se enfrentan las personas migrantes que llegan a Panamá, que son aproximadamente 300 por día.

Estas son algunas de sus historias.

 

Gabriela, mayo de 2022

Gabriela es una mujer de 40 años, venezolana, que cuenta lo siguiente sobre la ruta que enfrentan antes de llegar a San Vicente.

“No se atrevan a cruzar por aquí y si se atreven sepan que hay riesgos de violación, secuestro y robo. Hay peligro de muerte. Si tienen niños, no lo hagan porque es exponer a sus hijos a la muerte. A nosotros nos robaron. A unos asiáticos los desnudaron y nos obligaron a ver. Nos quitaron todo el dinero, nos dijeron que no iba a haber violaciones si cumplíamos con las ordenes que nos estaban dando. No hay piedad, ni contemplación. Ahí la vida no vale nada, ni siquiera la de los niños”.

 

Mariela, abril de 2022.

Mariela es una mujer mexicana de 47 años, salió hace dos años de su ciudad al norte de México en busca de su pareja que vivía en Colombia.

Cuando llegó a Guatemala conoció a un hombre hondureño que la llevó a Honduras a vivir con él. La golpeaba, estando embarazada de él, la hizo a abortar a golpes. Decidió escapar y continuar su viaje a Colombia en busca de la persona por la que había salido inicialmente. Al no encontrarlo decidió regresar a México por la selva.

“En la selva me robaron y me violaron, ves personas muertas, decapitadas. Puse una denuncia cuando me trajeron a la estación de Lajas Blancas. Llevo 9 meses aquí, privada de la libertad. Me he enfermado mucho. Nadie me ha explicado porque he estado tanto tiempo detenida.”, concluye.

John, marzo de 2022

John salió con su familia de Sudáfrica, inicio su viaje en Necoclí con un grupo de personas de diferentes nacionalidades. Un supuesto guía que les cobró 1,000 dólares, los hizo cruzar la selva hasta la frontera con Panamá, donde otros guías armados los hicieron continuar su recorrido por El Darién hasta un campamento, donde los despojaron de todas sus pertenencias.

“Nos dejaron sin ropa, comida, dinero, se llevaron los celulares, todo. Nos dejaron como animales a merced de la jungla. Luego separaron a las mujeres, sin importar su edad o si tenían hijos. Nos hicieron quitarnos la ropa, dejándonos completamente desnudos. Los hombres armados metieron sus dedos en sus partes íntimas de las mujeres para ver si estaban escondiendo dinero allí”, recuerda. Luego de pasar cuatro días en la selva llegaron a un campamento.

“En ese viaje muchas familias fueron separadas, yo perdí a mis hijas. Estábamos sufriendo física, moral y espiritualmente. No llevamos nada excepto nuestras heridas. Estuve llorando por días. No tenía ni idea de dónde estaban. La condición médica de las personas que salen del monte es terrible, todos necesitamos asistencia médica” concluye.

 

José, mayo de 2022

Después de caminar seis días por la selva del Darién con su esposa y su hijo de 15 meses, José Méndez finalmente llegó Panamá. Él y su esposa son venezolanos – a su hijo le han negado la nacionalidad en Ecuador y Colombia – y llevan 19 días en la ERM de San Vicente. Para salir de allí, José y su esposa necesitan que se confirme que el niño es su hijo a través de una prueba de ADN.

“Ha llovido mucho estos días y como dormimos en carpas, sin piso, el niño se me ha enfermado con mucha tos, pues el agua se nos filtra. Acá si los niños no se enferman por gripa, les da diarrea. Es más, a otro niño que venía con nosotros en el grupo le ha dado una bacteria en el estómago y le han mandado antibiótico. La verdad es que no este no es un sitio para vivir…”, cuenta José, quien recientemente cumplió 25 años y que espera llegar a Estados Unidos para conseguir un trabajo.

 

François, mayo de 2022

Francois es un migrante haitiano, quien pidió cambiar su nombre, contaba que “los baños son lo peor. Siempre están sucios. Las duchas no sirven y aquí muchas personas las usan para hacer sus necesidades porque no se aguantan el olor de los baños.

Las familias al final prefieren bañarse en la intemperie y no exponer a los niños allá. Cuando nosotros llegamos acá no había carpas y nos tocó dormir con los niños en el pasto, ese día comenzó a llover en la madrugada y no pudimos hacer nada. No hemos podido salir de acá porque no tenemos los 40 dólares que piden para pagar el bus hacia Costa Rica”.

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