Voces desde Hebrón, Cisjordania

MSF gestiona clínicas móviles en Hebrón, Cisjordania
Fátima* vino con su nieta a la clínica móvil de MSF en Masafer Yatta. Ella fue una de las primeras en llegar ese día. Es su primera consulta médica en los últimos nueve meses. © Laora Vigourt/MSF

Desde el 7 de octubre, la obstrucción del acceso a la atención médica en Cisjordania ha aumentado, por lo que los equipos que tenemos en Médicos Sin Fronteras (MSF) gestionan clínicas móviles en zonas aisladas para llegar a las personas necesitadas.

Hoy te compartimos los testimonios de algunos pacientes.

 

“Desde el 7 de octubre, las cosas han ido mucho peor. Antes hubiera sido posible alguna negociación, pero hoy no hay piedad”

“Hace unos días, unos soldados vinieron a mi apartamento y al de mis vecinos. Nos hicieron reunirnos a todos en una habitación. Uno de los niños estaba jugando con una pistola de juguete, por lo que supusieron que había armas de verdad en nuestras casas. Lo destrozaron todo: tiraron al suelo nuestros colchones, rompieron paredes y abrieron los sofás. Lo vimos todo en silencio, no pudimos hacer ni decir nada. Después me dije a mí misma: ‘Gracias a Dios no detuvieron a nadie'”, cuenta Alma*.

“La situación es muy mala; la gente tiene miedo todo el tiempo. Los soldados vienen a registrar nuestras casas día y noche, destrozan las viviendas, echan a la gente y detienen a personas sin previo aviso. Desde el 7 de octubre, las cosas han empeorado mucho. Antes [de la guerra], negociar [con los soldados] habría sido posible siendo una anciana. Hoy no hay piedad. Hombres, mujeres, niñas y niños recibimos el mismo trato”, afirma.

“Yo soy mayor, pero la generación joven lo tiene difícil. La gente de mi comunidad está muy afectada. Algunos niños están tan frustrados que tiran piedras a los coches de los soldados. Pero son piedras. ¿Por qué responde el Ejército con armas?”, se lamenta Alma.

Alma acudió a una de las clínicas móviles que Médicos Sin Fronteras (MSF) tenemos en la ciudad de Hebrón para acercar la atención sanitaria a las comunidades. Escuchó a una trabajadora sanitaria comunitaria de MSF hablar de salud mental y quiso saber más sobre cómo afrontar la situación.

“Hace años detuvieron a mi hijo en nuestra casa y no supimos nada de él durante tres meses. Tuvimos que buscar un abogado para resolver la situación, pero se prolongó unos dos años y mi hijo estuvo en la cárcel todo ese tiempo. Tras su puesta en libertad, no pude reconocerle. Estaba apagado. Yo estaba allí esa noche, y desde entonces tengo miedo de quedarme sola en casa. No me puedo imaginar lo que debe sentir él”, dice Alma.

“Con el apoyo de la comunidad, consiguió volver a su vida normal, como trabajador de la construcción. Se casó hace poco, pero sigue viviendo cada día con miedo, sin apenas salir de casa. Por eso me interesa la salud mental. Espero que la terapia pueda ayudarle”, añade.

Alma ha padecido cáncer de mama y, tras la operación y la quimioterapia, sigue necesitando revisiones periódicas. Pero con la guerra en curso en Gaza, los movimientos se han restringido aún más, por lo que es más difícil que antes llegar a los centros médicos.

MSF gestiona clínicas móviles en Hebrón, Cisjordania
Dos miembros del personal de MSF observan a una mujer que se dirige a la clínica móvil de MSF en Umm Qussa, Masafer Yatta, Cisjordania, Territorios Palestinos Ocupados. © Laora Vigourt/MSF

 

“Aunque las tierras son suyas, reciben órdenes de demolición”

Fátima* acudió con su nieta a la clínica móvil de MSF en Umm Qussa, en Masafer Yatta, para acercar la atención sanitaria a las comunidades. Fue una de las primeras en llegar ese día y supuso su primera consulta médica desde hace nueve meses.

Fátima perdió a su esposo hace nueve meses. Desde entonces, apenas tiene fuerzas para salir de casa, ni siquiera para ir al médico. Sufre hipertensión, diabetes y atrofia muscular a causa de un traumatismo que redujo su movilidad. Por tanto, acudir a un centro médico es un reto para Fátima. A veces, MSF organiza una visita a su domicilio para llevarle la medicación mensual, pero hoy Fátima se las ha arreglado para venir y está encantada de traer a su nieta para asegurarse de que también la examinan.

“Los habitantes de esta zona llevan aquí mucho tiempo y los colonos y el ejército israelí les están echando uno a uno, presionándolos: restringiendo el acceso, cortando las tuberías de agua, destruyendo sus casas… pero no tienen adónde ir”, dice Fátima.

“En esta zona hay muchos ganaderos. Pero con la presión del Ejército israelí y los colonos, están atrapados con su ganado en un espacio muy limitado. Aunque las tierras son suyas, reciben avisos de destrucción, órdenes judiciales que les prohíben construir”, añade.

MSF gestiona clínicas móviles en Hebrón, Cisjordania
Fátima* vino con su nieta a la clínica móvil de MSF en Masafer Yatta. Ella fue una de las primeras en llegar ese día. Es su primera consulta médica en los últimos nueve meses. © Laora Vigourt/MSF

 

“¿Qué podemos hacer? Si construimos, lo destruirán” 

Ahmed* nació el 24 de septiembre, sólo dos semanas antes de que estallara la guerra entre Gaza e Israel. Aunque nació en Cisjordania, su vida ha cambiado desde el comienzo de la guerra. Abrazándolo estrechamente contra su pecho, su madre, Nesma*, relata:

“Hace unos días, de madrugada, unos soldados [israelíes] llegaron a nuestra casa con una excavadora y la destruyeron. Ocurrió rápido, apenas pudimos llevarnos algunas cosas, sólo las que pudimos coger con las manos. Éramos 17 personas viviendo allí, y ahora no tenemos adónde ir”, dice Nesma.

Un vecino les cedió unos metros cuadrados de su propiedad donde la familia pudo montar un refugio: un espacio hecho de lonas y ladrillos, con pocas horas de electricidad y sin agua corriente. Duermen en una esterilla en el suelo, sin calefacción, por lo que tienen que utilizar toda su ropa y mantas para resistir a las frías noches.

“La forma en que vivimos es difícil, luchamos por encontrar comida suficiente y no es sencillo, así que yo no produzco la leche necesaria para amamantarlo como es debido. Tengo que darle leche de cabra” [lo que médicamente se considera que tiene efectos potencialmente perjudiciales para la salud de un recién nacido]. La familia de Nesma es ganadera y posee un centenar de ovejas. Sin embargo, desde que les confiscaron sus tierras, no pueden criarlas adecuadamente.

“Estamos confinados en este pequeño espacio en el que no podemos movernos, o ellos [los soldados] vendrán y nos atacarán. Así que las ovejas están atrapadas aquí. Tenemos que encontrar otra forma de conseguir comida y agua para ellas“, dice Nesma.

Al igual que a unos 140,000 palestinos de Cisjordania, el 7 de octubre, a varios miembros de la familia de Nesma se les canceló el permiso de trabajo que les permitía trabajar en Israel.

“Llevan años trabajando en la construcción. Desde que perdieron sus permisos, no pueden trabajar ni desplazarse. Estamos todos atrapados aquí. ¿Pero qué podemos hacer? No tenemos planes. Si construimos una casa, la destruirán. Si ponemos una tienda, nos la quitarán”, concluye.

MSF gestiona clínicas móviles en Hebrón, Cisjordania
Nesma*, una madre palestina, sostiene a su hijo recién nacido, Hebrón, Cisjordania, Territorios Palestinos Ocupados. © Laora Vigourt/MSF

 

“Desde que soy madre, mi nivel de ansiedad no ha hecho más que aumentar”

Aliyah, de 25 años, nació y creció en el casco antiguo de Hebrón. En 2015, el Ejército israelí declaró su barrio ‘zona militar cerrada’. Desde entonces, solo los residentes registrados pueden entrar en la zona. Cuando se casó, se marchó y ahora vive fuera de la zona, mientras que el resto de su familia se quedó allí.

“No puedo comparar el nivel de intensidad de ahora con el de antes [de la guerra]. Ha ido empeorando continuamente, pero el 7 de octubre marcó un punto de inflexión. Las primeras semanas que siguieron a esa fecha fueron terribles. Las restricciones de movimientos aumentaron y empeoraron. El nivel de violencia aumentó como si los colonos [israelíes] y el Ejército no tuvieran ningún límite. Por eso, tras el 7 de octubre, la gente pensaba que la misma situación de Gaza llegaría pronto a Cisjordania”, explica Aliyah.

“Estoy embarazada y, por ejemplo, antes de la guerra podía negociar en el puesto de control [israelí] no pasar por la máquina de rayos X por el bienestar de mi bebé. Esta mañana, me han pedido que pasara tres veces por la máquina y no han querido escuchar nada sobre mi estado”, dice Aliyah. “Las mujeres de aquí tienen que adaptar su ropa para pasar los controles, porque si hay algo metálico en las varillas del sujetador o en el bolsillo del pantalón, te llaman y pasas por un largo control”, añade.

Tel Rumeida, la zona del casco antiguo de Hebrón que menciona Aliyah, es una de las más restringidas de Cisjordania. En los últimos meses, las fuerzas israelíes sólo han permitido la entrada y salida una hora por la mañana y otra por la tarde, durante unos pocos días a la semana.

A veces, la población palestina no puede salir de sus casas ni de la zona durante cuatro días seguidos, ni siquiera para sacar la basura o abrir las ventanas. “Al principio de la guerra, la mayoría de los bienes esenciales no eran accesibles. Ahora los palestinos sólo tienen unas horas al día para ir a la tienda”, dice Aliyah.

“La gente vive con miedo constante. Los colonos y soldados [israelíes] vienen por la noche, llaman a la puerta y gritan. Esto siempre ha ocurrido, pero desde la guerra, estas intrusiones son casi diarias. ¿Se imaginan el nivel de estrés e inseguridad que esto genera? Los niños están aterrorizados y sufren síntomas de problemas de salud mental como incontinencia urinaria, pesadillas persistentes, cambios de comportamiento y aislamiento”, describe Aliyah.

“Soy madre y pronto tendré un segundo hijo. Desde que soy madre, mis perspectivas han cambiado, y mi nivel de ansiedad no ha hecho más que aumentar. Me rompe el corazón criar a los niños en este entorno. ¿Sabes lo que me dijo mi hija el otro día? ‘Mamá, tengo mucho miedo’, y solo tiene dos años”, concluye Aliyah.

Aliyah*, una mujer palestina sostiene a su hija. Vivió durante 25 años en la antigua ciudad de Hebrón, una de las zonas más restringidas de Cisjordania. Palestina, 14 de diciembre de 2023. © Laora Vigourt/MSF

 

*Por cuestiones de seguridad, los nombres de las personas entrevistadas han sido modificados y se han suprimido otros datos que pudieran ayudar a identificarlas.

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