Sudán del Sur: el libro de la vida

Hay un libro que se guarda bajo llave todo el tiempo en el departamento de VIH y tuberculosis del Hospital de MSF en Bentiu, Sudán del Sur. No parece ser mucho: su tinta azul ha comenzado a desvanecerse y sus páginas emiten un fuerte olor a moho y agua de pantano
 
Pero es muy valioso, no sólo porque contiene la información médica confidencial de 120 pacientes con VIH positivo, sino también porque es uno de los pocos vestigios del hospital de MSF en Leer, que fue completamente saqueado durante la ola de violencia en mayo de 2015. 
 
El delgado cuaderno escolar A4 que ha visto demasiado es el único vínculo con el pasado de los pacientes en tratamiento de por vida. 
 

Tratamiento vital 

 
En Sudán del Sur, aproximadamente 2.7% de los adultos viven con VIH, pero la prevalencia puede dispararse hasta el 6% en algunas regiones. Apenas el 6% de quienes lo necesitan reciben tratamiento antirretroviral (ARV) debido a la escasez de atención médica disponible y a los sofocantes niveles de estigma y discriminación.
 
Después de tres saqueos al hospital de MSF y al desplazamiento masivo de la población, menos de 50 de los 120 pacientes bajo tratamiento ARV en el hospital de MSF en Leer han sido capaces de restablecer contacto con MSF para resumir su tratamiento vital para controlar el VIH. Son una minoría afortunada, y muchos se lo deben a la dedicación de Jeremiah, un antiguo consejero y supervisor del programa de VIH y tuberculosis de MSF. 
 
Cuando Jeremiah corría por su vida, sólo pensaba en dos cosas: su familia y sus pacientes. Tomó a su esposa y a sus dos hijos y corrió hacia la relativa seguridad de los arbustos y pantanos del Estado de Unidad en Sudán del Sur. Puesto que sus pacientes ya se habían ido, tomó lo que podía para ayudarlos: una bolsa llena de pastillas ARV y el libro con los registros de sus pacientes. 
 
 

Viaje de fuga

 
Caminó a través de pantanos en los que el agua le llegaba a la altura del pecho hasta llegar a una isla en donde enterró la mochila para que no fuera robada, y corrió de regreso hacia el húmedo lugar lleno de cañas en donde se escondían. Él y su familia se quedaron ahí todo el día, escuchando el sonido de disparos y escondiéndose lo mejor que podían. “Estábamos muy asustados. No tenía idea de cuánto tiempo íbamos a tener que correr”, dice Jeremiah. 
 
Cuando finalmente terminaron los disparos, Jeremiah regresó al lugar en el que enterró la mochila y siguió huyendo. Envió a su familia de regreso al campo de protección de civiles de Bentiu, en donde eventualmente consiguieron refugio, pero él decidió quedarse atrás para ayudar a la gente usando los medicamentos que había guardado en su mochila. 
 
Él nunca dejaba la mochila fuera de su vista, excepto cuando fue forzado a hacerlo para poder salvar su vida. 
 
Una vez, tuvo que esconder la mochila entre las cañas. Hombres armados se aproximaban rápidamente. Él ya había estado corriendo entre los pantanos, y la mojada mochila lo estaba alentando. Él escondió la mochila en el agua y se sumergió, con sólo su boca y su nariz en la superficie para que pudiera respirar. 
 
A través del agua, escuchó el retumbar de los disparos. Después de horas de esconderse de esta forma, cuando por fin se detuvieron los disparos, regresó al lugar en el que había escondido la mochila y la buscó frenéticamente. 
 
“Salí de mi escondite y estaba luchando por llegar hasta la mochila. Estaba perdido en la oscuridad, había mucho pasto y muchos mosquitos que me picaban por todos lados.” Después de más de una hora buscando en el agua, encontró la mochila y sacó los cuadernos para que se pudieran secar y se pudieran preservar los registros de los pacientes. “Ese día fue muy difícil,” dice. 
 

Reuniéndose con los pacientes

 
Su esfuerzo rindió frutos poco después. Mientras se refugiaba en otra isla pequeña en el Sudd (un amplio pantano formado por la seccione Bahr al-Jabal del Nilo Blanco), Jeremiah se encontró con un grupo de sus antiguos pacientes. 
 
Ellos habían perdido los kits de emergencia que tenían 3 meses de tratamiento ARV y que, de acuerdo con los protocolos de MSF en situaciones de inminente desplazamientos, Jeremiah les había dado los kits cuando los enfrentamientos se estaban acercando peligrosamente al hospital. 
 
Usando los registros que guardó en su mochila y el medicamento que tenía disponible, él fue capaz de reabastacer de medicamentos a los pacientes que los necesitaban tan urgentemente. “Cuando me vieron y recibieron sus medicinas, estaban muy felices. Dijeron, ‘Jeremiah, ¡estás a salvo!’”
 
 

Un vínculo de confianza

 
Eventualmente, Jeremiah logró reencontrarse con el equipo médico de MSF en Bentiu, en el Estado de Unidad, en donde le mostró al coordinador médico el libro de registro de los pacientes que había salvado durante 4 meses. Con la ayuda del libro, algunos de sus antiguos pacientes que habían huido, lograron volver a inscribirse en sus regímenes de tratamiento. 
 
Pero aún había muchos pacientes que estaban en el Centro de Protección de Civiles (POC) de la ONU en Bentiu, que no habían ido al hospital a resumir su tratamiento por miedo al estigma. 
 
Para algunos de ellos, el vínculo de confianza con Jeremiah fue un parteaguas. MSF hizo un anuncio por radio y mucha gente en el (POC) escuchó su voz. “En una semana, alrededor de 10 pacientes vinieron al hospital para poder reanudar su tratamiento,” dice Jeremiah. “Un hombre estaba tan feliz que incluso se ofreció a comprarme una cabra. Pero le dije, tú quédate esa cabra por ahora, sólo mejórate. 
 
“Los pacientes creen que son las personas más felices. Pero yo estoy más feliz que ellos ahora porque puedo ver que están bien. Están recuperándose y sus vidas pueden continuar. Estoy muy feliz por ellos, muy feliz.”
 
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