Testimonio: “Era un día como cualquiera”

Médicos Sin Fronteras ofrece atención en salud mental a víctimas directas e indirectas de la violencia en la mayor parte de sus proyectos en México. Para visibilizar el impacto y las consecuencias de la violencia en la salud, les presentamos una serie de testimonios recabados por nuestros equipos y otros testimoniales de los propios pacientes.

Médicos Sin Fronteras ofrece atención en salud mental a víctimas directas e indirectas de la violencia en la mayor parte de sus proyectos en México. Para visibilizar el impacto y las consecuencias de la violencia en la salud, les presentamos una serie de testimonios recabados por nuestros equipos y otros testimoniales de los propios pacientes.
 
Los nombres y los lugares han sido cambiados para proteger la confidencialidad debida a los pacientes.
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T E S T I M O N I O

Era un día como cualquiera cuando María despertó para desayunar, su madre había preparado el desayuno y lo había puesto en la mesa antes de salir a trabajar. María con piyama aún, llamó a sus 4 hermanos. Dos de ellos aun dormían por lo que dejó que siguieran haciéndolo mientras ella tomaba un poco de leche, antes de volver a su cuarto para ponerse el uniforme de la escuela. María, de 15 años, es alegre, tiene una mejor amiga y un novio que la quiere, suele sonreír constantemente, pero ese día su sonrisa desapareció.
 
Media hora después de levantarse un grito fuerte fuera de su casa llamó su atención. La mejor amiga de su mamá gritaba pidiendo ver al papá de María, ella salió para saber que pasaba, entre sollozos la señora le explicó que su mamá estaba herida: “chicos malos” habían agredido a la población. Todos los adultos se movilizaron, su papá salió corriendo al lugar del incidente; los minutos se hicieron horas y las horas estuvieron llenas de miedo, no sabía que pasaba con mamá, así que no le dijo nada a sus hermanos y trató de seguir normal.
 
Horas más tarde, papá regresó con la noticia que no quería escuchar y que tanto temía: su mamá había muerto; su sonrisa se apagó y cambió por lágrimas. Pasaron los días y María no podía dormir, las lágrimas corrían por sus mejillas sin control; comenzó a preguntarse si valía la pena vivir, sentía enojo y tristeza al mismo tiempo pero no sabía si estaba bien o mal. 
 
Su papá, al verse afectado y saber que sus hijos también lo estaban, buscó el apoyo de un psicólogo de MSF. Al principio María no deseaba hablar con nadie, sin embargo, al saber que alguien podía ayudarle a comprender sus emociones y el momento que estaba pasando, comenzó a hablar sobre lo que estaba viviendo.
 
María es una de las muchas adolescentes que debido a las situaciones de violencia que se viven en el país, ha perdido a un familiar. Actualmente María es acompañada en un proceso terapéutico por un psicólogo MSF, que le acompaña en el momento doloroso por el que está pasando. 
 
 
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