Sarampión

El sarampión sigue siendo frecuente en muchos países en desarrollo, sobre todo en algunas zonas de África, Asia y el Mediterráneo Oriental. La abrumadora mayoría (más del 95%) de las muertes se registran en países con bajos ingresos.

ACTUALIZADO EL 11 DE AGOSTO DE 2020

 

 

El sarampión mata a más de 100.000 personas cada año, en su mayoría niños menores de cinco años, a pesar de la existencia de una vacuna barata y eficaz desde hace más de medio siglo.

 

 
En 2018, hubo aproximadamente 10 millones de casos de sarampión y 140.000 muertes a causa de la enfermedad, que es extremadamente contagiosa, pero prevenible con la aplicación de dos dosis de una vacuna. MSF ha vacunado a unos 28 millones de niños contra el sarampión desde 2006. Los brotes son alimentados por los débiles sistemas públicos de inmunización y la baja cobertura de vacunación, incluso en áreas de conflicto y entre un gran número de personas que viven en lugares cerrados, como los campos de refugiados.
 
Los casos severos de sarampión son más comunes entre niños menores de 5 años con desnutrición. Quienes tienen deficiencia de vitamina A, o cuyos sistemas inmunes han sido debilitados por el VIH/SIDA u otras enfermedades, son especialmente vulnerables a contraer el virus.
 
 

¿Qué es y quienes corren riesgo? 

El sarampión es una enfermedad muy contagiosa y grave causada por un virus que se transmite por la tos y los estornudos, el contacto personal cercano o ponerse en contacto directo con secreciones nasales infectadas o con secreciones de la garganta. Es tan contagioso que el 90% de las personas sin inmunidad que comparten espacios con una persona infectada la contraen. 
 
Los riesgos de complicaciones son importantes: infecciones de oído, ceguera, neumonías, diarrea severa y deshidratación, desnutrición o encefalitis (inflamación del cerebro), que son más comunes en los niños menores de cinco años, o adultos mayores de 20 años de edad (1). La mayoría de las muertes relacionadas con el sarampión son causadas por las complicaciones asociadas con la enfermedad.
 
En las poblaciones con altos niveles de desnutrición y la falta de atención de salud adecuada 10% de los casos de sarampión pueden morir (1). 
 
Las personas que corren mayor riesgo de contraer sarampión son quienes no están vacunados, especialmente los niños menores de cinco años. Las áreas de conflicto o entornos de alta densidad, como los campos de refugiados, con bajas tasas de inmunización y sistemas de salud locales debilitados, a menudo sufren epidemias. La República Democrática del Congo, la República Centroafricana y otros países son propensos a los brotes porque las autoridades sanitarias locales a menudo carecen de los recursos para realizar la vacunación de rutina. Además, llegar a las zonas remotas de estos países hace que la logística de transporte de materiales necesarios para las campañas de vacunación sea extremadamente desafiante.
 

Síntomas

 
Los síntomas aparecen entre 10 y 14 días posteriores a la exposición al virus e incluyen secreción nasal, tos, infecciones oculares, erupciones cutáneas y fiebre. Hasta en un 20 por ciento de los casos, el sarampión causa complicaciones graves y potencialmente fatales, como diarrea grave, infecciones del tracto respiratorio como neumonía, ceguera y encefalitis (inflamación del cerebro).

¿Cómo se diagnostica? 

El diagnóstico es esencialmente clínico y se requiere que haya un historial de al menos 3 días de fiebre y alguna de las tres siguientes: tos, catarro, conjuntivitis. Pequeños cúmulos de pequeños puntos blancos dentro de la boca, conocidos como puntos Koplik, también son un síntoma de la enfermedad. Normalmente se presentan dos días antes del brote de cutáneo del sarampión. En países de ingresos altos puede confirmarse por pruebas serológicas.
 

¿Cómo se trata el sarampión? 

No existe tratamiento específico contra el sarampión. Para curar a los enfermos, hay que tratar los síntomas y prevenir las complicaciones. Para esto es necesario aislar a los pacientes, ya que es muy contagioso. Las complicaciones graves del sarampión se pueden evitar con un tratamiento de apoyo que garantice una buena nutrición, la ingesta adecuada de líquidos y el tratamiento de la deshidratación. Se deben prescribir antibióticos para prevenir infecciones de los ojos y, según el caso, tratar con antibióticos complicaciones como las neumonías.
 
Todos los niños diagnosticados de sarampión deben recibir dosis de suplementos de vitamina A. Esto puede ayudar a prevenir las lesiones oculares y ceguera. Los suplementos de vitamina A ha demostrado reducir el número de muertes por sarampión en un 50% (1). En países de ingresos elevados, la mayoría de las personas infectadas con sarampión se recuperan entre dos y tres semanas y la mortalidad es baja. En países en desarrollo, la mortalidad puede llegar al 10%, aumentando al 20% cuando hay brotes y acceso limitado a la atención médica.
 
La muerte se debe principalmente a infecciones respiratorias severas como la neumonía, a la diarrea y a la estomatitis que pueden llevar a la desnutrición
 
Serán necesarias campañas de vacunación asociadas a la epidemia en las que se intentará siempre una cobertura del 100% para disminuir al máximo el riesgo de una epidemia (2).
 
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(1) WHO Fact Sheet N 286 December 2009.
(2) Conduite à tenir en cas d’épidemie de rougeole MSF 1996.
 

Retos:  

Tiene que haber  vigilancia epidemiológica de casos para detectar epidemias y actuar en casos necesarios. Además, hay que proporcionar asistencia rápida, y establecer centros de tratamiento en las zonas donde hay brotes, realizar campañas de vacunación en las zonas afectadas por las epidemias así como en calendario sistemático de vacunación infantil y desarrollar protocolos que se puedan implementar en zonas donde hay brotes para asegurar acceso a poblaciones remotas.
 

¿Cómo se previene?

 
Existe una vacuna segura y económica contra el sarampión y se la considera uno de los mayores avances en salud pública de las últimas décadas. Antes de que se implantara globalmente en los años 80 del siglo XX, el sarampión mataba a más de 2,5 millones de personas cada año.
 
Sin embargo, la cobertura sigue siendo insuficiente en países con un sistema sanitario débil o cuya población tiene dificultades para conseguir atención médica, y esto deja a amplios grupos expuestos a la enfermedad. En la mayor parte de los países donde trabajamos, las vacunaciones de rutina solo incluyen una dosis contra el sarampión; con esta única dosis, solo el 85% de los niños están protegidos. Para aumentar este porcentaje al 99%, hace falta una segunda dosis, que muy pocos países han incluido por razones meramente económicas.
 

MSF y el sarampión

 
Todos los años, nuestros equipos aplican cientos de miles de vacunas contra el sarampión, tanto en epidemias como en el marco de programas rutinarios, así como en respuesta a crisis humanitarias, por ejemplo después de un desplazamiento de población o un terremoto. En ambos casos, ponemos en marcha una compleja cadena logística, cuyo objetivo es que las vacunas lleguen a los puestos de vacunación, por muy apartados que estén, siempre conservadas dentro de la cadena de frío.
 
Por otra parte, también asumimos el tratamiento de los enfermos, con el fin de reducir la mortalidad y frenar el contagio: tratamos los casos simples en ambulatorio y hospitalizamos a los casos graves, aislando a los afectados de los demás pacientes. Además, nos aseguramos de que la atención esté descentralizada, para acercarla lo máximo posible a todos los grupos de población afectados. Asimismo, organizamos sistemas de ambulancias y derivación para los pacientes graves.
 
Nuestros equipos también se encargan de la vigilancia epidemiológica (para conocer la evolución del brote) y de las actividades de información y sensibilización de la comunidad.
 
 

 

 

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