A cielo descubierto: ¿Cómo es ser migrante en Ciudad de México?

Cada día, en las calles del centro de Ciudad de México se escenifica la tragedia humanitaria de quienes atraviesan el país en su camino hacia Estados Unidos. En el corazón financiero y administrativo de la capital, mezcladas entre funcionarios y turistas, miles de personas migrantes sobreviven en albergues y campamentos informales donde la escasez y la precariedad son el pan de cada día. 

En esta mañana de lunes a mediados de abril, Adrián y su familia esperan sentados a la entrada de un local comercial que permanece cerrado. Llegaron hace seis días a la ciudad tras recorrer por tierra los siete países que separan a su natal Venezuela del país de destino. Allí quieren trabajar y que los cuatro hijos tengan la oportunidad de estudiar para ser profesionales. 

Mientras tanto, están pensando cómo reunir el dinero que necesitan para completar el viaje. Los ahorros que juntaron para arrancar se esfumaron en el camino. Hace unos días, a Adrián le apareció una infección en su pierna derecha y esto le impide moverse a plenitud. Jerry y Jaime, los dos niños menores, tosen persistentemente por una gripa que tarda en curarse. 

Por suerte, la familia puede pasar las noches en un albergue de la zona, pero desde temprano en la mañana tienen que salir del espacio y regresar hasta el final del día. En esta mañana de lunes, Adrián y su familia esperan a las afueras un local comercial en el centro de Ciudad de México sin tener muy claro cuál será el siguiente paso.  

“No ha sido fácil, pero vamos poco a poco, y pidiéndole a Dios que así como vamos, nos lleve a nuestro destino”, dice con voz quebrada Adrián. “Acá es muy difícil contar con ayuda de alguien para solventar tus necesidades y más ahora con este tema que me salió en la pierna”. 

Este lunes de abril, el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ciudad de México encontró a Adrián y su familia mientras ofrecía sus servicios médico humanitarios en las zonas aledañas a la Comisión Mexicana de Apoyo al Refugiado (COMAR). Es uno de los lugares donde en los últimos meses se han incrementado los campamentos informales de personas migrantes que no encuentran lugar en el colapsado sistema de albergues de la ciudad. 

“Esta ciudad es un lugar muy particular porque en teoría están todos los servicios centralizados y los hospitales de referencia de todo el país. Sin embargo, en realidad las personas no acceden fácilmente a los servicios, sobre todo a albergue y a los servicios de salud mental”, explica Doris Altuzar, gestora de actividades médicas de MSF en Ciudad de México. 

En los últimos meses, la organización ha constatado el aumento de personas migrantes en situación de calle como consecuencia de la saturación e incluso del cierre de algunos albergues de la ciudad. “Vivir en la calle tiene un grave impacto sobre la salud física y mental de esta población. Aumenta la exposición a la violencia, la vulnerabilidad a enfermedades gastrointestinales, respiratorias y de piel, y afecta la estabilidad emocional de las personas”, afirma Altuzar. 

El apoyo en salud mental es uno de los componentes fundamentales del proyecto de MSF en Ciudad de México. La orientación y la canalización de casos de salud física al sistema público juegan un papel clave. Así como la promoción de la salud, la identificación y el tratamiento de afectaciones en salud mental son un factor diferencial para la mayoría de las personas migrantes por el hecho de que no son accesibles de otra manera. 

“Miedo, frustración, tristeza, son las sensaciones más frecuentes en esta población”, explica Altuzar. “En el primer trimestre de este año alcanzamos a 579 personas con actividades individuales y grupales de salud mental, e identificamos que el principal factor desencadenante para la búsqueda de atención es la violencia, seguida de la separación y el duelo. Todo esto genera afectaciones como depresión, ansiedad y estrés postraumático, que de no ser atendidas pueden desencadenar heridas irreparables”. 

Con apoyo del equipo de trabajo social de MSF, Adrián fue referido a un centro de salud para recibir tratamiento a la infección en su pierna. Adriana, su esposa, quiso pasar a consulta con uno de los psicólogos porque siente que necesita un espacio para desahogarse y hablar de todo lo que ha pasado en su experiencia migratoria.

“Hasta que yo no llegue a un sitio seguro, yo no voy a tener paz mental”, concluye.