El miedo también es una frontera 

Una vez que el miedo se utiliza como un medio para manipular y someter a las poblaciones migrantes, se convierte en una patología.

Alicia, Honduras, San Pedro Sula, 23 años viaja con su esposo de 30 años y su hija de 8 meses. En más de una ocasión ha intentado pedir asilo en los EEUU y ha sido deportada y detenida por las autoridades de EEUU.
Alicia, es de Honduras, viaja con su esposo de y su hija de 8 meses. En más de una ocasión ha intentado pedir asilo en los EEUU y ha sido deportada y detenida por las autoridades de EEUU. © Yesika Ocampo/MSF
  • El miedo no es solamente una emoción; cuando se migra, también es un mecanismo de control, sometimiento y violencia.  
  • Entre octubre 2024 y abril 2025, tras la victoria electoral de Donald Trump en EE. UU, los cambios en la política migratoria y flujo de personas en la región, en distintos puntos de México y Guatemala, Médicos Sin Fronteras ha proporcionado más de 2,200 consultas individuales de salud mental y 251 atenciones bajo el enfoque mhGAP, que se utiliza para casos severos que requieren de un tratamiento psicofarmacológico. 

  

Camina el migrante, su meta sigue enfrente,  

pero al cruzar la línea, descubre de repente  

que el miedo sigue ahí, respirándole de cerca. 

 

Vista del campamento de personas migrantes ‘El Bordo’ en el municipio de Matamoros, Tamaulipas, justo en la frontera con Estados Unidos que delimita el Río Bravo.
Vista del campamento de personas migrantes ‘El Bordo’ en el municipio de Matamoros, Tamaulipas, justo en la frontera con Estados Unidos. © Sara de la Rubia/MSF

  

Por Sergio Pérez Gavilán, Gestor de comunicación de terreno, MSF México y Centroamérica  

Desde la casa en la que se convirtió insoportable pasar un día más, desde que empacas una mochila sin saber si algún día vas a regresar o, incluso, sobrevivir. El miedo es una emoción que transversa la experiencia migrante, primero, como instinto, pero luego puede convertirse en enfermedad. A lo largo de la ruta migratoria, Médicos Sin Fronteras (MSF) es testigo de cómo el sufrimiento físico, verbal o psicológico, se convierte en un miedo que paraliza al que lo siente, pero produce para el que lo genera – ya sean actores políticos, del crimen organizado o una población falta de empatía-.  

En la experiencia migratoria, el miedo pronto deja de ser una emoción para convertirse en una moneda de cambio: un precio que se paga en dólares, pesos o euros. A veces, incluso, precede al dinero: es el primer precio real de una ruta que tal vez no ha comenzado, pero que seguirá cobrándose tiempo después de haber migrado.  

En Tapachula, frontera sur de México, Viridiana cuenta que el terror comenzó en su casa. “Mis hijos fueron testigos de todo”, narra a los equipos de trabajo social de MSF en uno de los albergues de la ciudad. “Salí de mi país, nunca pensé estar acá… no sabía ni para dónde iba, solo sabía que quería salir porque ya venían amenazas del papá de mi hijo que si me veía o me encontraba con alguien me iba a quitar la vida”. 

“Tengo una cortada en mi rostro”, explica Viridiana, “tengo dos puñaladas en mis piernas, tengo un golpe con un revólver en mi cabeza, tengo un golpe en mi nariz con un plato de vidrio, tengo muchas cosas que son visibles que no las puedo, borrarlas no las puedo, también del corazón, solo Dios las puede sanar”.  

 

Una de las promotoras de salud escucha la plática de la familia Brito sobre cómo fue su experiencia por el Darién.
Foto de archivo. Una de las promotoras de salud de MSF escucha a la familia Brito sobre cómo fue su experiencia migratoria por el Darién. © Laura Aceituno/MSF

 

A lo largo de la ruta, equipos expertos en salud mental trabajan con perfiles de personas que han sufrido violencia física, psicológica o sexual en sus lugares de origen o en la ruta. En ciudades como Esquipulas, en Guatemala, y Tapachula, Ciudad de México, Reynosa o Matamoros, en México, entre otras, historias como las de Viridiana son una escalofriante normalidad de un fenómeno que no es accidente sino sistémico.  

“Desde la perspectiva de salud mental, el miedo lo vemos reflejado en las historias clínicas, sí, pero también va mucho más allá de lo que se puede registrar como un simple síntoma”, comenta Alejandro Alvarado, coordinador de actividades de salud mental de MSF en Reynosa y Matamoros. “Hay dos formas de entender el miedo. La primera es como una emoción natural ante una amenaza: por ejemplo, si veo una serpiente, puedo reaccionar activándome para huir o defenderme, o paralizarme. Ambas son respuestas normales de mi cuerpo. Es un miedo útil, adaptativo”. 

Sin embargo, una vez que el miedo se utiliza como un medio para manipular y someter a las poblaciones migrantes, se convierte en una patología. “Cuando ese miedo se mantiene en el tiempo, deja de ser una reacción normal”, continúa Alvarado. “Se convierte en un estado constante, crónico, y ahí es cuando empieza a tener un impacto en cómo funcionamos en el día a día. Se patologiza. Así como la tristeza prolongada puede derivar en depresión, el miedo sostenido puede volverse incapacitante. Ya no es solo una emoción; empieza a afectar nuestro desarrollo socioemocional y nuestra capacidad de vivir o sobrevivir en nuestro entorno”. 

 

Natasha (seudónimo), de Honduras, se encuentra atrapada en un albergue en Tapachula, estado de Chiapas, al sur de México. Escapó de la violencia en su país con sus hijos y no quiere exponerse a los riesgos de continuar el peligroso viaje migratorio a través de México.
Foto de archivo. Natasha, migrante de Honduras, se encuentra atrapada en un albergue en Tapachula, Chiapas, México. Escapó de la violencia en su país con sus hijos. No quiere exponerse a los riesgos de continuar el peligroso viaje migratorio a través de México. © Yotibel Moreno/MSF

 

Desde la ciudad de Esquipulas, en Guatemala, en la frontera con Honduras, Paula cuenta que decidió no seguir su ruta para no seguir enfrentándose a las condiciones de extrema violencia que ya había enfrentado anteriormente con sus hijos. “Nosotros ya llegamos a México, estuvimos en México, pero solo en Tapachula. De ahí de verdad no seguimos por el temor que decían que secuestraban, que, si no te agarraba migración, te agarraba el cartel de México”, contaba Paula fuera del centro de atención móvil de MSF. Ella, desde el Darién fue sobreviviente de violencia sexual, mientras bandas armadas amenazaron a su hijo de cuatro años. “A él [su hijo] en la misma selva le pusieron una pistola en la cabeza. Menos mal que él es inocente de que todavía no entiende muchas cosas, pero a él lo pusieron le pusieron una pistola al niño por amenazar al papá”.  

La familia de Paula intentó hacer el proceso de asilo desde México, sacando su cita de CBP One a inicios de 2025 para cumplir con los requerimientos legales, pero una vez que la nueva administración de Estados Unidos decidió cancelar el programa el 20 de enero, sus planes de vida debieron cambiar de nuevo. “Ya lo he ido como sabiendo asimilar”, contó meses después de la suspensión del programa, “pero a mí sí me dolió mucho saber que iba a hacer la misma travesía que fue de subida y otra vez (de regreso), pero sin nada”. El dolor de cambiar el proyecto de vida se consuma en que, para Paula, su persecución aún no termina: “Ahora estoy bien, pero en otros momentos estoy, así como cuando sabes que hay alguien detrás de ti, prácticamente como un enemigo”. 

La experiencia de Paula ilustra precisamente lo que dice Alvarado. “El miedo no responde necesariamente a una amenaza visible”, añade desde su base en la frontera entre México y Estados Unidos, “sino a experiencias traumáticas previas o al contexto en el que viven. Es un miedo constante y anticipatorio, no por lo que ya ocurrió, sino por lo que podría pasar en cualquier momento”. 

En casos como estos, el miedo deja de ser una emoción transitoria y se convierte en una condición incapacitante. Aunque no es la única, es una característica presente en la mayoría de los casos de salud mental que MSF atiende, y ocasiona no solo un gran sufrimiento, sino también múltiples complicaciones durante el esfuerzo que hacen terapeuta y paciente para recuperar la estabilidad mental. Como parte del enfoque integral de atención que brinda MSF, una herramienta importante es el programa mhGAP, una iniciativa creada por la OMS que capacita a personal médico y de psicología para brindar apoyo de nivel psiquiátrico en contextos donde no hay psiquiatras, acceso a servicios especializados ni medicamentos. Este protocolo se activa cuando las intervenciones terapéuticas no son suficientes, y permite integrar evaluación médica, acompañamiento psicológico y, cuando es necesario, tratamiento farmacológico. 

 

Alicia, Honduras, San Pedro Sula, 23 años viaja con su esposo de 30 años y su hija de 8 meses. En más de una ocasión ha intentado pedir asilo en los EEUU y ha sido deportada y detenida por las autoridades de EEUU.
Foto de archivo. Alicia, es de Honduras, viaja con su esposo de y su hija de 8 meses. En más de una ocasión ha intentado pedir asilo en los EEUU y ha sido deportada y detenida por las autoridades de EEUU. © Yesika Ocampo/MSF

 

“Lo que buscamos es expandir las posibilidades de tratamiento para las personas”, explica Alvarado, “ofrecer un tratamiento integral, con el consentimiento de la persona y adaptado a su realidad”. Entre octubre 2024 y mayo 2025, los equipos de salud mental de MSF en Guatemala, Reynosa y Matamoros, CDMX y Tapachula realizaron más de 2,200 consultas individuales, y se dio atención de inicio y seguimiento a más de 240 casos bajo criterios de mhGAP. Pero más allá de los números, el mayor reto es el seguimiento: muchas de las personas atendidas continúan en movimiento o viven en condiciones de alta rotación, lo que impide dar continuidad a procesos terapéuticos que requieren tiempo. 

Por eso, además de mhGAP, MSF trabaja bajo un enfoque más amplio de salud mental y apoyo psicosocial (SMAPS), que busca responder desde lo comunitario antes de que el sufrimiento se convierta en patología. No todas las heridas son visibles. Pero cuando el miedo amenaza con volverse permanente, la atención humanitaria debe encontrar caminos de recuperación donde las fronteras se han cerrado por el prejuicio y la xenofobia. 

Un equipo multidisciplinario en las áreas médica, psiquiatría, psicología y trabajo social, diseña estrategias terapéuticas y acompaña de manera integral tanto a migrantes como a ciudadanos mexicanos que han sufrido actos de violencia en sus países de origen o durante su viaje
Un equipo multidisciplinario de MSF, diseña estrategias terapéuticas e integrales para migrantes y ciudadanos mexicanos que han sufrido actos de violencia en sus países de origen o durante su viaje. © Yotibel Moreno/MSF

  

Médicos Sin Fronteras trabaja con personas en tránsito a lo largo del corredor migratorio latinoamericano, brindando atención en salud mental, trabajo social, promoción de la salud y atención médica primaria. Hacemos un llamado a las autoridades, organizaciones humanitarias y actores de la sociedad civil a no seguir precarizando la salud mental de las personas en movilidad, y a asumir un rol activo en la construcción de entornos seguros que promuevan su bienestar físico, psicológico y emocional. 

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