El trabajo humanitario tiene rostro de mujer

Anayeli Flores, Oficial de Asuntos Humanitarios en MSF Reynosa y Matamoros, México.
Anayeli Flores, Oficial de Asuntos Humanitarios en MSF Reynosa y Matamoros, México. ©MSF

Por Anayeli Flores, Oficial de Asuntos Humanitarios en MSF Reynosa y Matamoros, México.

El universo (material y simbólico) se presenta de manera diferente de acuerdo con quiénes somos, nuestro rol en ese momento y las circunstancias en que estamos. Cruzar un puente es distinto siendo atleta, que adulto mayor, mujer embarazada, persona migrante, etc. Cada circunstancia nos requiere distintos retos. Nuestras capacidades, herramientas y el apoyo social son los factores esenciales para surfear entre las dificultades. 

Así mismo, como mujer, la lectura del mundo es diferente y muchos roles sociales impuestos delimitan los espacios de acción que podemos alcanzar. Sin embargo, es ahí donde veo a tantas mujeres luchando, empujando sus acciones para mover esos límites, ampliarlos y no soltarlos. El objetivo no ha sido alcanzado y es más que necesario seguir cuestionando cuáles son esos espacios obstaculizados para recuperarlos y cambiar las reglas para que brinden posibilidades más equitativas ahora y en el futuro. 

Es necesario reconocer los patrones que seguimos reproduciendo, pues son históricos y están tanto en nosotras como fuera. Algunos comportamientos son intensos y visibles, otros más ocultos y sutiles, pero al final mantienen vigente el competir antes que compartir, el juzgar antes que empatizar, imponer antes que dialogar y continuar con estructuras de poder hegemónicas, excluyentes, agresivas e, incluso, violentas. No obstante, tenemos plasticidad, cambiamos constantemente y podemos decidir hacia dónde conducir el pensamiento y la acción.

Durante mi trayectoria en Médicos sin Fronteras (MSF) he tenido la oportunidad de compartir con diversas mujeres; pacientes, contrapartes y compañeras de trabajo, quienes cada día toman esos espacios, los transforman y los heredan. Pero no lo hacen solas, otras mujeres las acompañan, las sostienen y es la comunidad la que se fortalece.

Y es que ¿cómo sobrevivir en contextos complicados, precarios e incluso riesgosos, si no es haciendo comunidad, si no es reconociéndonos en la otra persona a través de la empatía? 

Reconozco y aplaudo que en Médicos sin Fronteras no existe contrato laboral que una mujer no pueda ocupar y desarrollar. Como toda organización viva y en constante desarrollo, siempre algo se puede hacer mejor. En este sentido, MSF cuestiona y modifica constantemente sus prácticas en favor de la comunidad a la que nos debemos -grupos vulnerados- y de nuestro propio movimiento.

Comencé a trabajar en Médicos Sin Fronteras recaudando fondos, después me integré en un proyecto como promotora de salud, posteriormente como encargada de soporte social y hoy me encuentro como responsable de asuntos humanitarios para el proyecto de atención integral a población migrante en Reynosa y Matamoros.

Mis actividades generales son el monitoreo del contexto, el contacto con otros actores institucionales y no institucionales, planeación y ejecución de acciones de comunicación y, sobre todo, colaborar para impulsar cambios positivos en favor del acceso a salud y protección digna y de calidad para las personas que atendemos.

En este sentido, es necesario contar con herramientas de análisis, estrategias de negociación, de persuasión, comunicación y sensibilización. Algunas vienen de mi formación como antropóloga, pero otras no menos valiosas se desarrollan en la vida. Y la vida siendo mujer me brinda una perspectiva que hoy día me ayuda a desarrollar mi trabajo con mayor compromiso, pues creo en que cada persona es un agente de cambio para mejorar el camino en comunidad.

 

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