“Estaba enfermo, no era un criminal”: la crisis de salud mental en Sudán del Sur

Un solo acto cambió para siempre la vida de Samat Nyuk, de 33 años. Lo que comenzó como una lucha con su mente lo llevó a una celda en lugar de a un hospital.
Un solo acto cambió para siempre la vida de Samat Nyuk, de 33 años. Lo que comenzó como una lucha con su mente lo llevó a una celda en lugar de a un hospital. © David Thiep/MSF

Cuando la enfermedad mental se confunde con delito, la cárcel se convierte en el único refugio. Así fue para Samat, un joven de 33 años en Malakal, Sudán del Sur, que fue encarcelado por su propia familia en ausencia de servicios psiquiátricos. Su historia refleja el drama silencioso de miles de personas que viven con trastornos mentales en un país marcado por la guerra, la pobreza y la falta de atención especializada. Allí, trabajamos para que las personas reciban cuidado, no castigo.

 

Un solo acto cambió para siempre la vida de Samat Nyuk. Lo que comenzó como una lucha interna lo llevó a la cárcel en lugar de a un hospital. Malakal, Sudán del Sur.
Un solo acto cambió para siempre la vida de Samat Nyuk. Lo que comenzó como una lucha interna lo llevó a la cárcel en lugar de a un hospital. Malakal, Sudán del Sur. © David Thiep/MSF

 

“Sabía que no estaba bien, pero no era un criminal. Necesitaba apoyo, no castigo. Lo que más me dolió fue que mi propia familia eligiera la prisión para mí en lugar del tratamiento”, recuerda Samat Nyuk, de 33 años, paciente en proceso de recuperación de un trastorno de salud mental en Malakal, Sudán del Sur.

Samat fue enviado a prisión por su familia cuando las hierbas y remedios tradicionales no lograron calmar el tormento en su mente. Al inicio de su enfermedad, experimentaba ilusiones vívidas y aterradoras. “Sentía como si estuviera cruzando un río en el que el agua me llegaba al cuello, y veía dedos señalándome mientras voces me instaban a ahogarme”, cuenta.

Un amigo, al notar su angustia, buscó remedios tradicionales. Un anciano local le dio una raíz herbal que trajo un alivio momentáneo. Preocupado por la seguridad de su hijo y el bienestar familiar, el padre de Samat, Nyuk, pidió a las autoridades locales que lo detuvieran o le dieran ayuda. En junio de 2025, Samat fue inmovilizado y llevado a la Prisión Central de Malakal, donde fue recluido en una pequeña celda de la sección destinada a personas con enfermedades mentales.

En Malakal, donde no hay atención psiquiátrica disponible, muchas familias no tienen otra alternativa: enviar a sus seres queridos a prisión se convierte en un último recurso desesperado. La vida en la cárcel fue brutal. Al principio, Samat estuvo confinado en una celda oscura, con solo una esterilla delgada. Soportó noches de frío, enjambres de mosquitos y las voces constantes en su cabeza.

 

Una crisis creciente de salud mental, ignorada

Sudán del Sur enfrenta una crisis profunda pero a menudo invisible de salud mental. Décadas de conflicto, desplazamiento, pobreza e inseguridad alimentaria han dejado heridas psicológicas duraderas. La inseguridad persistente y los desplazamientos recurrentes siguen interrumpiendo los servicios esenciales, obligando a las comunidades a desplazarse constantemente y poniendo en riesgo a los trabajadores sanitarios y las instalaciones. Esta situación no solo incrementa la necesidad de apoyo psicológico, sino que también limita gravemente la capacidad de brindar atención continua.

 

Un solo acto cambió para siempre la vida de Samat Nyuk, de 33 años. Lo que comenzó como una lucha con su mente lo llevó a una celda en lugar de a un hospital.
Crisis de salud mental en Sudán del Sur. Lo que comenzó como una lucha con su mente lo llevó a una celda en lugar de a un hospital. © David Thiep/MSF

 

Muchas personas viven con ansiedad, depresión, traumas o estrés postraumático, pero los servicios son extremadamente insuficientes. El acceso a profesionales formados, tratamientos eficaces y sensibilización comunitaria es muy limitado. El resultado es sombrío: quienes padecen trastornos mentales a menudo enfrentan estigmatización, abandono o criminalización, lo que lleva a su encarcelamiento.

Las sobrevivientes de violencia sexual y de género enfrentan traumas adicionales, lo que resalta la urgencia de servicios integrados de salud mental, protección y apoyo legal, algo que escasea en la mayor parte del país.

Por otro lado, los programas de salud mental y apoyo psicosocial sufren una financiación crónicamente insuficiente y son vulnerables a recortes repentinos, lo que amenaza la continuidad de los servicios, la retención del personal y el suministro de medicamentos esenciales.

“En muchos casos, los centros de detención se convierten en los únicos lugares donde quienes presentan síntomas graves pueden recibir atención o ser mantenidos a salvo”, explica Laura Ximena, responsable de nuestras actividades de salud mental en Malakal. “Aunque está lejos de ser lo ideal, refleja la urgente necesidad de mejorar la infraestructura de salud mental en la región”.

 

Nuestra respuesta en Malakal

En Malakal, Médicos Sin Fronteras (MSF) brindamos servicios de salud mental en el Hospital Docente de Malakal y en el antiguo sitio de protección de civiles (PoC) antes de su cierre en junio. Desde 2023, también hemos estado brindando atención y medicamentos psiquiátricos en la Prisión Central de Malakal.

Nuestro personal, junto con un trabajador del Ministerio de Salud, realiza seguimiento mediante asesoramiento psicológico y tratamiento farmacológico, asegurando que los pacientes tomen su medicación diaria.

Entre enero y agosto de 2025, ofrecimos 1,130 consultas de salud mental en Malakal, el 67% a mujeres (761) y el 33% a hombres (369). Los diagnósticos más comunes incluyen psicosis, trastorno bipolar, depresión y comorbilidades relacionadas con el consumo de sustancias psicoactivas.

La experiencia de Samat refleja la situación de muchos pacientes en Sudán del Sur: con opciones limitadas, las personas recurren a medidas desesperadas. Entre enero y septiembre de este año, 12 pacientes que atendimos confesaron haber tenido pensamientos suicidas, provocados por el trauma prolongado, la inestabilidad, la falta de apoyo psicosocial, la inseguridad alimentaria y la exposición a la violencia. El abril de 2025 fue el mes más crítico, con cuatro intentos de suicidio y un caso adicional con pensamientos suicidas.

También organizamos sesiones de sensibilización para el personal médico y pacientes en hospitales, charlas breves en salas de espera, y grupos focales con líderes comunitarios para fomentar el apoyo mutuo y reducir el estigma. Además, llevamos a cabo sesiones participativas en escuelas secundarias y programas radiales en lenguas locales.

 

Un solo acto cambió para siempre la vida de Samat Nyuk. Lo que comenzó como una lucha interna lo llevó a la cárcel en lugar de a un hospital. Malakal, Sudán del Sur.
Crisis de salud mental en Sudán del Sur: Nuestro trabajo en Malakal demuestra que con medicación adecuada, asesoramiento y seguimiento constante de salud mental la recuperación es posible. © David Thiep/MSF

Una recuperación posible, pero frágil

Nuestro trabajo en Malakal demuestra que con medicación adecuada, asesoramiento y seguimiento constante, junto con el apoyo familiar y comunitario, la recuperación es posible. Sin embargo, el progreso sigue siendo frágil sin seguridad alimentaria, apoyo social y un sistema de salud funcional.

“La salud mental debe integrarse en la atención primaria en todo Sudán del Sur, garantizando profesionales capacitados en todos los niveles de atención. También es necesario asegurar medicamentos psicotrópicos esenciales, mantener reservas y establecerlos dentro de las cadenas de suministro existentes”, afirma Ximena.

“La concientización comunitaria y la implicación familiar son igual de vitales. Por encima de todo, las personas con trastornos mentales merecen ser tratadas con dignidad, y no ser enviadas a centros de detención donde se las asocia con criminales”.

Continúamos dando seguimiento a Samat y a otros pacientes ya dados de alta, proporcionándoles medicación y apoyo psicológico.

Hoy, Samat recupera fuerzas y busca trabajo. “Lo que me da esperanza ahora es la libertad”, dice. “Las prisiones no son lugares para personas con problemas de salud mental. Necesitamos hospitales: lugares donde haya tratamiento, comida y esperanza de recuperación”.

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