“Estamos huyendo para que no nos maten, pero ni eso importa. No puedo proteger a mis hijos”

Esta es la historia de María, una mujer guatemalteca de 33 años que tuvo que huir de su país.

María es una mujer guatemalteca de 33 años que tuvo que huir de su país. Compartió su historia con los equipos de MSF y hoy la compartimos con ustedes.

"Tuvimos que huir de Guatemala porque mi esposo en su trabajo manejaba información confidencial y las pandillas le pedían datos, lo estaban amenazando. Lo detuvieron y lo golpearon. Fueron a mi casa e intentaron quitarme a la niña. A mi hijo, un hombre lo detuvo y le dijo que su papá tenía que cooperar. Nos dijeron que iban a matar a mis hijos. Decidimos salir del país por nuestros hijos. Salimos los cuatro juntos y nos vinimos cruzando México. Pasamos dificultades, dormimos en el piso. Situaciones bien difíciles, pero traíamos la idea de que si aguantábamos todo eso íbamos a estar mejor.

Llegamos a la frontera sur de México caminando y ahí tomamos un autobús a la Ciudad de México. Al siguiente día tomamos autobuses para Monterrey y para Reynosa, ahí migración agarró a mi esposo y a mi hijo. A la niña y a mí no nos detuvieron así que continué y mi esposo terminó en un albergue de Monterrey. Yo continué porque qué hacía con la niña. Tres días después, crucé el río a Estados Unidos (EEUU). 

Fue bien difícil subirse a esas balsas de noche, sin ninguna luz. Caminamos en el monte, en el río, nos subimos a una balsa, nos bajamos al otro lado y en la orillita agarramos camino. Nos detuvieron unas patrullas. Con unas linternas nos alumbraron. Empezaron a escoger a las personas, dependiendo de los años de los niños nos separaban. La mía tiene cuatro años. Me subieron a un autobús y después de una hora nos dieron agua y unas galletas. A los niños los vio un doctor, nos tomaron huellas, fotos y de ahí nos repartieron en una gran carpa con unos cuartitos con colchonetas. Cuando me iban a dar una colchoneta dijeron que no, que yo tenía que esperar.

Llegó una mujer policía con una ficha con mi foto, dijo que nos iban a cambiar de delegación para que mi trámite se agilizara porque ahí estaban saturados. Otro autobús. Nos llevaron a como un cuartel de policía pequeño con una celda. Ahí nos metieron a todas las mujeres con los niños. Dormimos en el piso. A los niños les dieron un jugo, sin comer porque les dieron unas bandejas de verdura que olían feo, a mi niña le di a probar y empezó a vomitar. Ya no le seguí dando porque si vomitaba más se iba a deshidratar. No se permite más de una muda de ropa, te quitan lo traes y la ropa que no está permitida la tiran a la basura, también la de los niños, aunque haga frío.

Nos subieron a un autobús a eso de las tres de la madrugada. Eso nos causó duda porque decíamos: no hemos hecho ningún proceso, nunca nos preguntaron nada o nos tomaron una declaración, ni nos preguntaron que íbamos a hacer en EEUU. Cuando me di cuenta, desde el autobús volví a ver el río y a un oficial con una playera negra y una bandera de México.

Nos acercamos a él y nos preguntó: “¿ustedes a qué vienen?, ¿para qué me están mandando hondureños?”.  Le dije que yo soy de Guatemala y él respondió, “no importa, ustedes no son mexicanas y no sé para qué las están mandando”, entonces otra empezó a llorar y él le dijo: “EEUU no te quiere, si te están devolviendo es porque no te quieren allá”. 

 

 

Nos llevaron con migración. Les dije que no sabía qué iba a hacer, yo no tenía nada, ni dinero, ni teléfono. Había entrado a EEUU por la frontera de Reynosa y me devolvieron a la frontera de Nuevo Laredo. No tenía manera de comunicarme con nadie. Éramos como 20 mamás con nuestros hijos. Llegaron dos autobuses de migración para llevarnos a un albergue, muchas accedimos porque traíamos niños de diferentes edades, unas traían bebés.

En el albergue municipal hemos recibido ayuda. Pude comunicarme con mi familia. Mi esposo me dijo que tenía un dolor, que le había visto el doctor y que necesitaba cirugía. Nosotros no contamos con recursos para costear una cirugía, él carga a mi niño y si le pasa algo él, mi niño se quedará solo en el albergue. 

Uno se cree esa historia que le cuentan de que el viaje va a ser de tres días y que migración de Estados Unidos lo recibe bien y no es cierto. Uno viene con la idea de un futuro para poner a salvo a sus hijos y encontrar trabajo. Traíamos la idea de que el presidente de EEUU había dicho que 100 días, lo que no entendimos es que eran 100 días en los que no iba a deportar. Tuvimos la idea que en esos 100 días podíamos entrar al país, pero no es así. Y muchas personas están mandando a sus hijos solos, cuando yo crucé el río había muchos niños solos.

En los centros de migración había baños portátiles, lavamanos y jabón, pero no evaluaron a las madres, en ningún momento nos revisó ningún médico, no nos tomaron la temperatura, no nos dieron cubrebocas. No nos pidieron que tomáramos distancia en las celdas que estaban saturadas. En cada celda había 50 mujeres con niños, estamos hablando de que había más 100 personas por espacio con colchonetas en el piso, unas al lado de las otras. Aquí en México vinieron doctores a vernos, pero solo a vernos, a tomar talla y peso, qué tipo de sangre éramos, pero no nos evaluaron como tal, realmente a hacernos un chequeo médico.

Mi esposo está en un albergue de Guadalupe, Nuevo León. Ahorita lo que estamos esperando es regresar a nuestro país para que él pueda ser atendido porque aquí no tenemos acceso a nada, somos personas ilegales, entonces no tenemos ninguna ayuda. Tengo miedo de regresar a Guatemala. Sé qué lo que nos pasó nos va a seguir pasando. Vamos a regresar y esperar que de alguna manera se resuelva nuestra situación por lo menos tener a salvo a mis hijos, porque aquí realmente tampoco me siento a salvo.

Siento que fracasé, porque todo lo que tuvimos que pasar en el camino fue difícil. Pero pensaba que iba a ser pasajero y que iba a proteger a mis hijos. Ahora sé que no puedo protegerlos, aquí tampoco los podría proteger y si Estados Unidos no nos dan ni la oportunidad de exponer nuestro caso, entonces lo más factible es que yo me regrese a mi país. Y siento como que va a ser nadar contra la corriente.

Muchas mujeres vienen con la idea de que como sus esposos están en EEUU se van a poder reunir con su familia. Otras vienen por buscar trabajo. Otros estamos huyendo para que no nos maten, pero ni eso importa, porque no escuchan, no hay una oportunidad de qué usted presente su caso, aunque usted tenga pruebas, no hay ninguna oportunidad, no importa, no hay paso, dicen que las fronteras están cerradas.

Migración a uno lo trata mal, hace uno una pregunta y le gritan, lo empujan. A los menores de edad, para registrarlos los pusieron a todos contra el autobús con las manos arriba y los empujaban. Yo me imaginaba a mi hijo y yo no quisiera pensar que a mi hijo lo vayan a golpear porque vi como los jaloneaban para registrarlos. Nos tratan mal. Nosotros como migrantes no buscamos hacer daño a nadie, sólo cambiar la vida que teníamos por el propósito que sea. Venimos huyendo y no con la intención de dañar a nadie, pero creo que eso no todos lo entienden".

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