La atención médica gratuita ofrece un salvavidas a madres e hijos en Mudug, Somalia

Halima Abdi Adan, ha vivido una pesadilla que ningún padre querría vivir: su hija de dos años, Ahlan, contrajo el sarampión cuando ya estaba debilitada por la desnutrición. Afortunadamente, tras una semana de cuidados intensivos, el estado de la niña mejoró.
Halima Abdi Adan, ha vivido una pesadilla que ningún padre querría vivir: su hija de dos años, Ahlan, contrajo el sarampión cuando ya estaba debilitada por la desnutrición. Afortunadamente, tras una semana de cuidados intensivos, el estado de la niña mejoró. Somalia © Mohamed Abdirahman/MSF

En el corazón de Somalia, el conflicto, la sequía y el hambre están dejando a millones de personas sin acceso a la atención más básica. Los hospitales se saturan, las madres dan a luz en tiendas improvisadas y los niños y niñas llegan con desnutrición severa tras días de viaje. En Galkayo, brindamos atención médica gratuita en el Hospital Regional de Mudug y en clínicas móviles que llegan a los campos de personas desplazadas, brindando algo que escasea en la región: tratamiento, dignidad y esperanza.

 

Las clínicas móviles de MSF acercan la atención médica gratuita a las familias de la región de Mudug, llegando a los campos de personas desplazadas y a las comunidades de acogida alrededor de Galkayo Norte y Sur.
Las clínicas móviles de MSF acercan la atención médica gratuita a las familias de la región de Mudug, llegando a los campos de personas desplazadas y a las comunidades de acogida alrededor de Galkayo Norte y Sur. © Mohamed Abdirahman/MSF

 

En la región somalí de Mudug, golpeada por el conflicto y la sequía, acceder a la atención médica puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Los servicios de salud son escasos y muchas mujeres, niños y niñas deben recorrer largas distancias para recibir ayuda. En este contexto, nuestros equipos apoyan al Hospital Regional de Mudug y a varias clínicas en Galkayo Norte y Sur, brindando atención gratuita y vital para madres, bebés y menores.

“Las madres y los niños no deberían pagar el precio del aislamiento ni de los recortes de financiación”, afirma Mohammed, responsable de nuestro programa en Somalia. “Necesitamos más apoyo para salud materna, nutrición y vacunación, para que los padres no tengan que elegir entre el transporte y el tratamiento”.

 

La historia de Fatima: un viaje por la vida

Fatima Abdi Ali, de 32 años y madre de siete hijos, vive en el distrito de Bokh, en la región somalí de Etiopía. Cuando tenía 7 meses de embarazo de su séptimo hijo, sufrió una complicación aterradora: comenzó a sangrar abundantemente una tarde mientras hacía las tareas domésticas. La clínica local no tenía médico ni suministros suficientes, así que las enfermeras le aconsejaron buscar ayuda en otro lugar.

Temerosa por su vida y la de su bebé, Fátima y su esposo emprendieron un viaje de más de 125 kilómetros, cruzando la frontera hacia Somalia para llegar al Hospital Regional de Mudug, un centro que apoyamos del que habían oído hablar por su capacidad para manejar emergencias obstétricas.

Al llegar, Fátima estaba débil y muy asustada. El equipo médico descubrió que la placenta estaba en una posición peligrosa y le explicó que necesitaba una cesárea urgente. Era su primera cirugía, pero el personal la reconfortó. Ese mismo día fue operada y dio a luz a un bebé pequeño pero sano.

“Sentí un alivio enorme cuando escuché llorar a mi hijo”, recuerda.

Durante su recuperación, el personal le brindó atención integral: controlaron su herida, manejaron el dolor, le ayudaron a amamantar y le proporcionaron comidas nutritivas. Todo el tratamiento -incluyendo la cirugía y los medicamentos- fue completamente gratuito. Fátima se sorprendió de la calidez con que fue tratada, incluso siendo extranjera.

Ni una sola vez nos pidieron dinero”, dice. “Solo se preocupaban por cómo me sentía y qué más podían hacer para ayudarme. Me trataron con tanto respeto y dignidad”.

Fátima reflexiona sobre la importancia del hospital: en su zona de origen no existe atención obstétrica de este nivel.

“Conozco mujeres que perdieron a sus bebés o sus propias vidas por no poder recibir ayuda a tiempo”, dice. “Necesitamos clínicas que puedan atender partos y emergencias en Bokh. Hasta entonces, las madres seguirán arriesgando largos viajes”.

 

 

Halima Abdi Adan, ha vivido una pesadilla que ningún padre querría vivir: su hija de dos años, Ahlan, contrajo el sarampión cuando ya estaba debilitada por la desnutrición. Afortunadamente, tras una semana de cuidados intensivos, el estado de la niña mejoró.
Halima Abdi Adan, ha vivido una pesadilla que ningún padre querría vivir: su hija de dos años, Ahlan, contrajo el sarampión cuando ya estaba debilitada por la desnutrición. Afortunadamente, tras una semana de cuidados intensivos, el estado de la niña mejoró. Somalia © Mohamed Abdirahman/MSF

 

Hambre, desplazamiento y desnutrición: una crisis que no da tregua

El aumento del hambre y el desplazamiento agrava aún más estos desafíos. Según el análisis Post-Gu de Somalia, elaborado por las autoridades y agencias de Naciones Unidas, 3,4 millones de personas (el 18% de la población) enfrentaban niveles de inseguridad alimentaria aguda en fase de crisis o peores entre julio y septiembre de 2025, y se proyecta que 4,4 millones (23%) podrían encontrarse en esa situación a finales de año.

Se estima que 1,85 millones de niños y niñas menores de 5 años sufrirán desnutrición aguda entre agosto de 2025 y julio de 2026, incluyendo 421,000 con desnutrición aguda grave. Con la reducción de la financiación, la asistencia alimentaria ha pasado de beneficiar a 1,3 millones de personas a apenas 375,000 al mes, dejando a las familias con más hambre y empujando a madres e hijos a los centros de salud en estado crítico.

 

El peso del hambre y la desnutrición

La combinación de sequía, desplazamiento y recortes de ayuda internacional está empujando a miles de familias al límite. Según el último análisis nacional, más de 4,4 millones de personas podrían enfrentar inseguridad alimentaria severa a finales de 2025, y 1,85 millones de niños y niñas menores de 5 años sufrirán desnutrición aguda.

Halima Abdi Adan lo sabe bien. Caminó durante horas con su hija de dos años enferma de sarampión y desnutrición. “No puedo describir la felicidad que sentí cuando volvió a ponerse de pie. Las personas aquí le salvaron la vida”.

En el mismo hospital, la joven Ubah Mohamed Said llegó con su sobrino recién nacido, huérfano y al borde de la muerte. “Vi a las enfermeras cuidarlo toda la noche. Fue la primera vez que pude dormir sabiendo que estaba a salvo”, dice. Hoy, el pequeño Mahad está recuperado.

 

 

Mu'mino Abdillahi, de 22 años, está en su octavo mes de embarazo. Hace unas semanas, empezó a sentirse inusualmente débil y mareada. Tras desmayarse al ir a buscar agua, la llevaron al hospital regional de Mudug.
Mu’mino Abdillahi, de 22 años, está en su octavo mes de embarazo. Hace unas semanas, empezó a sentirse inusualmente débil y mareada. Tras desmayarse al ir a buscar agua, la llevaron al hospital regional de Mudug. © Mohamed Abdirahman/MSF

 

Aumenta la presión sobre los hospitales

Solo en los primeros seis meses de 2025, asistimos más de 3,000 partos, tratamos miles de casos de desnutrición y respondimos a un número creciente de emergencias pediátricas. Los equipos también despliegan clínicas móviles en 23 campos de personas desplazadas para vacunar, atender consultas básicas y detectar casos de desnutrición.

“Vemos pacientes que llegan en estado crítico tras viajar durante horas”, explica la doctora Jarmila Kliescikova, nuestra coordinadora médica en Somalia. “Contar con centros de salud que funcionen adecuadamente puede marcar la diferencia entre una enfermedad tratable y una tragedia”.

 

Un refugio de esperanza

En los campos, donde miles de familias viven bajo lonas, nuestra atención gratuita es un salvavidas. “Solo quedamos mi hija y yo”, cuenta Ambaro Abdi Muudey, desplazada desde el sur del país. “Cuando enfermó, el personal de la clínica móvil la trató y la vacunó. Pensaron en cosas que ni siquiera sabía que necesitábamos”.

Pese a la falta de recursos, el compromiso de nuestros equipos médicos sigue siendo firme: brindar tratamiento, acompañamiento y esperanza. En palabras de Fátima, que sobrevivió a un parto de riesgo:

“Yo tuve suerte. Mi bebé y yo vivimos. Cada madre merece esa misma oportunidad”. 

Compartir