“Muchas personas deportadas a Guatemala se encuentran ante un abismo y sin posibilidades de escapatoria”

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Desde noviembre de 2021, un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) proporciona asistencia médico-humanitaria a las personas migrantes y deportadas que pasan por Tecún Umán, una ciudad fronteriza de Guatemala con México. En esta entrevista, la doctora Miriam Hernández, responsable de actividades móviles en Tecún Umán, nos describe la situación.

Desde noviembre de 2021, un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) proporciona asistencia médico-humanitaria a las personas migrantes y deportadas que pasan por Tecún Umán, una ciudad fronteriza de Guatemala con México. En esta entrevista, la doctora Miriam Hernández, responsable de actividades móviles en Tecún Umán, nos describe la situación.

Al igual que cualquier ciudad fronteriza, Tecún Umán es ruidosa y frenética. Cada día, desde muy temprano y hasta las últimas luces de la tarde, los alrededores del puente que conecta a Guatemala con México atravesando el río Suchiate se convierten en un enjambre de personas y mercancías yendo y viniendo sin descanso. No importa que sea domingo o martes, ni mucho menos que el sol calcine y el calor agobie durante todas las horas de la jornada, Tecún Umán es un hervidero de gente en movimiento.

Tecún Umán es hoy en día uno de los puntos calientes de la migración en la región de América Central. Miles de personas atraviesan todos los días esta ciudad de 30,000 habitantes ubicada en el extremo occidental de Guatemala. Para gran parte de ellas, esta es la última parada antes de entrar a México a través del Estado de Chiapas. Para las demás, es una escala en su camino de regreso, luego de ser deportadas desde alguna de las estaciones migratorias de México u otro centro de detención en los Estados Unidos, en donde fueron confinadas como parte del plan conjunto de estos dos países para detener los flujos hacia el norte.

Muchas de estas personas llegan con afectaciones en su salud, sin recursos suficientes para continuar el viaje y con toda la carga emocional que implica migrar en medio de múltiples riesgos y amenazas. “El flujo ha sido tan grande que ha excedido las capacidades de Tecún Umán para atenderlo” dice Miriam Hernández, médica que ha trabajado con MSF desde 2016 en diferentes proyectos en México y que hoy es la coordinadora de actividades móviles del proyecto de atención a población en movimiento en Tecún Umán.

¿Cuáles son las afectaciones que están encontrando en la población que atienden?

En el centro de retornados vemos muchas condiciones de salud asociadas a un viaje largo desde las estaciones migratorias en México, algunos durante horas, otros durante varios días. Atendemos personas con dolores musculares, enfermedades respiratorias, diarreas por la mala calidad de la alimentación que reciben en las estaciones y durante el viaje. Vemos muchas personas adultas solas, familias y menores no acompañados. Es impresionante ver la cantidad de niños y niñas que regresan deportados a Guatemala en autobuses llenos dos veces cada semana.

En la terminal de autobuses vemos personas de otras nacionalidades y hemos podido identificar varias afectaciones de salud mental relacionadas a situaciones de violencia ocurridas en los países de origen, pero también durante la ruta migratoria. Estas personas generalmente se enfrentan a extorsiones por parte de los coyotes, al acoso de la policía, y asaltos de delincuentes comunes u organizados.

 

Con frecuencia hemos atendido a pacientes en crisis nerviosas o con lesiones físicas por estos hechos. También es recurrente ver personas que no están tomando sus tratamientos para enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión, algo que va relacionado a que cada vez vemos más personas mayores en la ruta migratoria.

También vemos algunas personas solicitantes de asilo. Muchas llevan meses o incluso años en Tecún Umán sin acceso a servicios de salud porque el sistema público no tiene capacidad de atenderlas, pero también porque la xenofobia hacia las personas extranjeras es una barrera más para que reciban atención. En estos meses hemos sido una opción para este grupo.

¿Cuáles son los principales retos que han encontrado para establecer el proyecto en esta zona?

El principal reto es que las personas migrantes se ven forzadas a emplear servicios informales lejos del alcance de las organizaciones humanitarias, por lo que es muy difícil acceder a ellas y ofrecer los servicios. Hemos trabajado para que estos grupos nos conozcan, sepan lo que hacemos y por qué estamos acá. En eso ha sido fundamental dar a conocer nuestros principios, que somos neutrales, imparciales e independientes, y que nuestro único interés es salvar vidas y aliviar el sufrimiento de las personas más vulnerables. Gracias a eso y a nuestra presencia regular en los puntos de atención hemos ganado espacio para ofrecer servicios vitales para la población migrante en una comunidad muy cerrada y desconfiada.

¿Cómo manejan el hecho de que las personas pasan muy rápidamente por los puntos de atención?

Es muy poco el tiempo que tenemos acceso a la población para evaluar su situación de salud. Sin embargo, hay cosas muy básicas que cualquier persona necesita, como el agua. Al ofrecer un kit de hidratación o entregarles un mapa de la ruta migratoria ganamos unos minutos para explicar los servicios. También hay que tener en cuenta que las personas llegan con miedo, el temor propio de llegar a un lugar desconocido en el que nunca han estado, a eso hay que sumarle que a veces han sido asaltadas recientemente. Entonces entregándoles agua apta para el consumo, así como información de manera desinteresada, con números telefónicos donde pueden pedir ayuda e información sobre otros puntos de atención en la ruta, es como logramos ganarnos su confianza y que eventualmente accedan a consultas para atender otras necesidades de salud que puedan existir.

¿Qué hace a este proyecto diferente respecto a otros en los que has trabajado?

Sin duda, las problemáticas de la población deportada. Muchos de los que regresan acá no pueden volver a sus hogares, entonces se enfrentan al dilema de solicitar asilo en Tecún Umán, si son extranjeros, o intentar regresar al norte. La población que se queda varada acá vive en una gran precariedad. Hemos visto llegar a guatemaltecos deportados sin dinero siquiera para hacer una llamada y a los pocos días ya los vemos en condición de calle. También es muy complicado cuando llegan sin sus documentos. Aunque sean ciudadanos de este país, la falta de un carnet de identidad genera múltiples bloqueos: no pueden vacunarse, no pueden solicitar una consulta médica, no pueden retirar el dinero que les envían los familiares, etcétera. Es muy duro porque, además de que son regresados a un país del que intentaron huir, al llegar acá se encuentran frente a un abismo y sin muchas posibilidades de escapatoria.

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