Yemen: seis meses en medio de una guerra olvidada

Después de trabajar con Médicos Sin Fronteras (MSF) en Liberia durante la recta final de la epidemia de Ébola, la enfermera australiana Emma Parker pasó casi seis meses en el hospital Al-Salam, en Khamir, Yemen. En este texto ella describe su experiencia de trabajo como jefa de enfermería.

Después de trabajar con Médicos Sin Fronteras (MSF) en Liberia durante la recta final de la epidemia de Ébola, la enfermera australiana Emma Parker pasó casi seis meses en el hospital Al-Salam, en Khamir, Yemen. En este texto ella describe su experiencia de trabajo como jefa de enfermería.
 
“Anteriormente trabajé como enfermera en Melbourne y en comunidades indígenas en el norte de Australia. Estar en esos distritos remotos fue una buena preparación para el trabajo en el terreno con MSF. Hay similitudes, por ejemplo, que la gente espera hasta estar realmente enferma antes de ir al hospital.  
 
Muchas personas no lo saben, pero la crisis humanitaria en Yemen es la peor en la región. Actualmente se estima que el 80% de la población -alrededor de 22 millones de personas- requieren algún tipo de ayuda. Como soy de Australia, un país con una población de 24 millones, me es casi imposible comprender la escala de la emergencia. 
 
En el hospital Al-Salam en Khamir, MSF está presente en los departamentos de maternidad, urgencias, pediatría, cirugía, hospitalización y cuidados intensivos; y colabora estrechamente con el Ministerio de Salud para mejorar los servicios médicos. MSF también apoya al banco de sangre y al laboratorio. 
 
Durante mi estancia en el lugar como jefa de enfermería atendimos a muchos niños con desnutrición, diarrea severa, infecciones respiratorias y malaria. En cuanto a las mujeres, atendimos una gran cantidad de casos obstétricos y en hombres atendimos casos de trauma, especialmente heridas de bala y heridas relacionadas con accidentes de tráfico. 
 
La guerra en Yemen se ha intensificado. Ha restringido el acceso a las instalaciones médicas o las ha destruido por completo. Las heridas provocadas por los bombardeos aéreos no discriminan por edad o género. Estamos viendo a más y más personas que han viajado desde muy lejos; he escuchado de personas que caminaron hasta siete horas para llegar al hospital. Cuando llegaron hasta nosotros, ya se encontraban en un muy mal estado.
 

Un acto de equilibrio

 
Mis actividades oficiales se enfocaban a la supervisión y el apoyo al personal de enfermería, a la organización y distribución de tareas, y a asistir en la gestión de la farmacia; pero realmente me involucré con un poco de todo. 
 
Tu motivación como enfermera es estar con los pacientes, así que algunas veces fue frustrante para mí el ser arrastrada hacia el lado administrativo. Siempre fue una especie de acto de equilibrio. Por supuesto, si había alguna afluencia masiva de pacientes o alguna otra emergencia, yo entraba a proporcionar atención de forma directa; pero cuando este no era el caso, mi trabajo se enfocaba más en el valor añadido que podía aportar y el legado que dejaría al hospital. 
 
Un ejemplo de esto es la formación del personal. El personal de enfermería en Yemen está capacitado, así que me enfoqué más a enseñar sobre cuidados avanzados: atención a niños con desnutrición, resucitación, cosas por el estilo.
 
En Australia, si eres enfermera haces mucho sin depender del doctor. No hablo de administración de medicamentos, sino sobre pensar a futuro y estar preparado. En Yemen, el personal de enfermería no realiza estas labores a menos que se les indique directamente. Así que he intentado guiar al personal en ese sentido, a hacer que piensen “el paciente tiene estos síntomas, ¿qué necesito tener preparado?”.
 
 
Las personas fueron lo mejor de mi estadía en Yemen. Cuando lees sobre el país, te haces la idea de la gente es “cerrada”; de que las mujeres están cubiertas y de que parece ser una sociedad conservadora y seria. Esa no fue mi experiencia. 
 
Sí, hay una división entre hombres y mujeres, y cosas que son sencillas en Australia simplemente son diferentes en Yemen debido a eso. Pero son personas muy amigables. Las mujeres son muy afectivas, dan mucho de sí. Y me di cuenta de que los hombres eran bastante abiertos. Soy jefa de enfermería, pero sigo siendo una mujer joven. La gente podría pensar que no me respetaron por eso, pero no fue el caso.
 

Experiencias inesperadas

 
Estuve aquí durante el Ramadán y, junto al igual que otros integrantes del personal internacional de MSF, decidí participar en las celebraciones. No me pareció adecuado comer frente a personas que se encontraban ayunando. Nuestros colegas yemeníes apreciaron nuestra participación, y muchos de ellos nos invitaron a desayunar con sus familias. Experimentamos una gran cercanía con ellos.
 
Una vez estábamos en un campo para personas desplazadas y dos familias, que vivían en una misma tienda de campaña, insistieron en que compartiéramos la poca comida y agua que tenían. Intentamos rechazar amablemente la invitación, pero no querían un no como respuesta. Te hace pensar, ¿cuántas personas en esa misma situación actúan de esta forma?
 
El trabajo de una jefa de enfermería es un acto de equilibrio entre las labores médicas y administrativas, pero hice el esfuerzo de estar siempre en contacto con mis pacientes. Muchos de ellos permanecen en mi mente, por supuesto.
 
Tuvimos en el hospital a una señora de casi 70 años que pasó dos meses con nosotros después de sufrir graves quemaduras en su rostro y manos como resultado de una explosión. Incluso en los hospitales más modernos hubiera sido difícil que alguien sobreviviera a ese tipo de heridas con esa edad. Ella tuvo que soportar constantes y dolorosos cambios de vendajes, pero aún así seguía siendo una mujer optimista. Ella me buscaba todos los días, si yo no había ido a saludarla. Estaba progresando, pero lamentablemente sucumbió ante una infección y murió. Fue extremadamente triste. 
 
Afortunadamente, también puedo compartir historias con finales felices. Otro paciente que me viene a la mente es una niña de 11 años que sufría de una fístula debido a una cirugía. Se había creado una abertura en su intestino y terminó siendo operada unas cuatro o cinco veces. Ella tenía un gran optimismo. Hablaba como un adulto. Ella daba toda una cátedra a los doctores sobre lo que necesitaba y lo que había estado comiendo, era muy divertido. Antes de su última cirugía, ¡les dijo que quería anestesia local y no general!
 
Estuvo un largo tiempo en el hospital, alrededor de seis semanas, antes de que la fístula pudiera ser curada. Todo el personal de enfermería lloró cuando le dieron el alta. Su familia vivía en el límite de la ciudad y eran bastante pobres.
 
Atendimos a muchos pacientes provenientes de las afueras de Khamir, incluyendo a muchos que venían del campo para personas internamente desplazadas. Muchas personas no tienen trabajo y sobreviven día a día. Hablé con un padre sobre la razón por la que su hija estaba desnutrida. Me dijo que su esposa había muerto y que él no había podido llevar a la niña al hospital porque no había nadie que pudiera cuidar a sus otros cinco hijos.
 

Sin trabajos, sin hospitales: una guerra olvidada

 
Algunas veces hemos tenido que referir pacientes a Sana’a, la ciudad más grande de Yemen, para que reciban tratamiento. Sin embargo, debido al recrudecimiento del conflicto, prácticamente no hay hospitales públicos en funcionamiento, sólo hay hospitales privados. Algunas personas me llegaron a decir que, si no podían alimentarse, mucho menos podían pagar un millón de riales (unos 4,000 dólares estadounidenses) para ir al hospital.”
 
Solía haber muchos hospitales públicos en la ciudad. Pero sin electricidad, combustible para los generadores, equipo técnico, medicamentos o personal, se vuelve imposible gestionar un hospital.
 
Ya no hay vuelos comerciales para salir o entrar a Sana’a; sólo entran vuelos humanitarios. Miras los alrededores del aeropuerto y ves que todo ha sido bombardeado…los aviones, los edificios…sientes que no puedes hacer mucho, así que te preocupas porque sabes que los enfrentamientos se acercan cada vez más a Sana’a.
 
Los yemeníes son conocidos por ser extremadamente resilentes. Pero a medida que la guerra se prolonga, puedes notar sus efectos sobre la población. Pocas personas están trabajando y hay una escasez crónica de alimentos, agua y electricidad. Las personas están pasando un momento difícil.
 
Nuestro personal nacional en Khamir se encuentra en el grupo de “los afortunados”. MSF emplea a más de 200 personas en el hospital (y a 10 integrantes internacionales de su equipo). Algunos integrantes del equipo provienen del campo para personas internamente desplazadas. Esto es algo bueno porque, si alguien consigue un empleo, ayuda tanto a su familia como a otros. 
 
En la ciudad, a menos de que trabajes con MSF, en una tienda o vendiendo artículos en la calle, realmente no hay mucha más oferta laboral. Ni el Ministerio de Salud puede pagar los salarios. El banco de Yemen no tiene dinero para pagar a las personas. El país prácticamente ha dejado de funcionar. Uno de mis colegas yemeníes me dijo: “nadie gobierna este lugar”. 
 
A pesar de todo lo anterior, en cuanto sales del país deseas regresar. Es difícil de describirlo. Hay algo especial sobre este lugar. Todas las personas que trabajan conmigo en el terreno han dicho lo mismo.”
 

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