Líbano: “Ha sido un momento estresante para todas las personas”

Fatima

Desde finales de 2019, Líbano ha estado lidiando con su peor crisis económica en décadas, tensiones sociales y agitación política. Además de eso, y tras la llegada de la pandemia de COVID-19 a principios de 2020 una gran explosión arrasó con Beirut, la capital, en agosto.

Desde finales de 2019, Líbano ha estado lidiando con su peor crisis económica en décadas, tensiones sociales y agitación política. Además de eso, y tras la llegada de la pandemia de COVID-19 a principios de 2020 una gran explosión arrasó con Beirut, la capital, en agosto.

Estas crisis sobrepuestas han exacerbado la vulnerabilidad de las personas y han empujado a miles a la pobreza. Todo esto se suma a una situación precaria y prolongada para las personas desplazadas. Este pequeño país alberga al mayor número de personas refugiadas per cápita del mundo. Durante el año pasado, el personal que trabaja en las clínicas de MSF ha observado un aumento de la vulnerabilidad entre nuestros pacientes. Estas son algunas de las historias que nuestros y nuestras pacientes han contado a nuestros equipos.

Beirut, Líbano

“Estamos muy cansados”

Tawfik es un refugiado palestino de 70 años. Está casado con Hanadi, una mujer siria, y viven en Chatila, un campo de refugiados densamente poblado en Beirut. Se establecieron en Líbano con su familia en 2011, después de huir de su hogar en Yarmouk, Siria. La familia de Tawfik depende completamente del apoyo de las agencias de la ONU y de las organizaciones humanitarias para sobrevivir.

La vida no ha sido fácil para Tawfik y Hanadi, que perdieron a un hijo en el conflicto sirio y llevan 10 años sin noticias de otro de sus hijos. Cuando llegaron a Líbano, no esperaban tener que superar aún más dificultades. Sin embargo, tras sufrir una grave infección en la pierna hace siete años, Tawfik se enteró de que tenía diabetes. Las complicaciones de su herida llevaron a una amputación.

“En Siria solía trabajar como alicatador pero ahora, con mi condición, no puedo hacer nada para mantener a mi familia. Todos nuestros hijos están desempleados. Ni siquiera sé cómo sobreviviríamos sin la ayuda que recibimos de organizaciones benéficas,” dice Tawfik, quien vive en el tercer piso de un edificio en mal estado con su esposa, su hijo menor, una de sus hijas y los dos hijos de ella.

La reciente inflación de los precios ha hecho que sea cada vez más difícil para la familia llegar a fin de mes. “Una vez que pagamos el alquiler y la electricidad, no queda casi nada para la comida. Estamos luchando por comprar artículos básicos como tomates o pollo. Una vez cada dos semanas, compramos 200 gramos de carne que compartimos. De lo contrario, nuestras comidas se reducen a yogur, queso y papas. Y aún así tenemos que pedir dinero prestado a veces, para terminar el mes”, explica.

Las manos de Tawfik están temblando, un síntoma de su hipoglucemia. “A veces sucede cuando nos saltamos las comidas”,dice. Debe tomar insulina todos los días, además de otras seis píldoras, para ayudar a controlar su diabetes e hipertensión. MSF le proporciona todos los medicamentos de forma gratuita, pero su salud sigue siendo inestable. La mala alimentación, la falta de actividad física y el estrés son factores de riesgo bien conocidos para las personas que viven con diabetes.

“Me siento completamente deprimido e inútil. La situación económica en Líbano es un desastre. Solo espero que no terminemos en las calles”, dice Tawfik. “Estamos muy cansados”, agrega Hanadi, su esposa, incapaz de contener las lágrimas mientras habla.
 

“Ha sido un momento estresante para todas las personas”

Thérèse, de 85 años, vive en Karantina, un barrio cerca del puerto de Beirut que se vio muy afectado por la enorme explosión del 4 de agosto de 2020. Aunque solo resultó levemente herida, su apartamento resultó dañado por la explosión. Su máquina de coser se rompió, privándola de su única fuente de ingresos. Desde entonces, depende principalmente en la solidaridad comunitaria y la asistencia humanitaria para satisfacer sus necesidades básicas.

“Mi máquina de coser ha estado conmigo desde 1973. Dos años después, mi esposo murió. Esta máquina es como una compañera de vida para mí. Desde la explosión, he intentado repararla, pero es un modelo antiguo, así que no encuentro las piezas adecuadas. La explosión destruyó todas las ventanas de mi apartamento. Estaba en el balcón cuando sucedió y el impacto me hizo terminar en el suelo. Me sangraba la cabeza y me había lastimado la pierna con un vidrio roto. El impacto de la caída también empeoró mi dolor de espalda. Algunos estantes y mi cama estaban rotos. Es por eso que ahora duermo en el sofá de mi sala de estar y uso el dormitorio para guardar todos los muebles dañados. Estoy cosiendo cortinas nuevas a mano con telas viejas para reemplazar las que se destruyeron.

Todavía estaba haciendo algunos pequeños trabajos de costura antes de la explosión, a pesar de que tenía algo de dolor de espalda y una disminución de la vista. Mi hijo también me estaba apoyando, pero su empresa redujo su horario de trabajo después de la explosión y ahora gana solo la mitad de su salario anterior. Tiene que cuidar de su propia familia, así que no puede ayudarme más. Tengo algunos ahorros y estoy recibiendo asistencia en efectivo de una organización internacional. Una asociación local también me trae cajas de comida varias veces a la semana. Apenas puedo caminar y rara vez salgo, pero mis vecinos y vecinas me están ayudando mucho. Algunos antiguos clientes también pasan de vez en cuando para ver cómo estoy. A pesar de todo, me las arreglo para sobrevivir.

Cuando vino el médico de MSF, me dijo que tenía diabetes, y antes no la tenía. Mi hipertensión también ha subido últimamente. Creo que todo esto está relacionado con la explosión. Estoy teniendo mucho cuidado de tomar mis medicamentos todos los días y comer sano porque no podría pagar los honorarios del hospital si tuviera algún problema médico grave. Ha sido un momento estresante para todas las personas, pero ya soy mayor y siento que he tenido una buena vida. Sin embargo, para las generaciones más jóvenes, no sé qué pasará … tenemos que mantener la fe”.

 

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