Los muertos invisibles en el norte de Yemen

Atrapada en medio de dos montañas, Haydan es un distrito remoto que está perdido en el tiempo. Algunas casas parecen ser fortalezas de la edad media de las que ocasionalmente se asoman rostros curiosos.
 
Al seguir el camino que lleva hacia el distrito, que es en unas partes asfalto desvanecido y en otras un camino de tierra, uno se imagina un lugar perfecto para meditar, en donde la recepción telefónica es irregular y el internet es sólo un concepto. Pero el sonido de los jets de combate saudíes sobrevolando el lugar, al igual que los edificios destrozados por los misiles, nos recuerdan que estamos en un país en guerra y que la línea de combate está a sólo 20 kilómetros de distancia.  
 
Durante el verano de 2016, unos violentos ataques aéreos en la gobernación de Sa’ada forzaron al equipo de MSF a retirarse de Haydan, dejando al hospital con los servicios reducidos. Los bombardeos han tenido consecuencias trágicas para la organización: el hospital de Abs fue atacado el 15 de agosto, murieron 19 personas y 24 más resultaron heridas. En los días posteriores al ataque, los equipos de MSF que trabajan en varios hospitales más dentro de la región también tuvieron que ser evacuados, dejando así a miles de pacientes sin médicos. 
 
 
 
La partida de MSF fue un duro golpe para la población en esta pobre área rural, en donde el hospital más cercano, en la ciudad de Sa’ada, está a hora y media de camino por carretera. Muchos pacientes necesitados de atención médica de emergencia, cuidados pediátricos o de maternidad no podían costearse el viaje ni los medicamentos que necesitaban, y se enfrentaban a una situación trágica. “Aquí, las personas mueren en silencio,” dice un líder de la comunidad. “Son invisibles porque no pueden movilizarse. Hay docenas de personas en esta situación, y la mayoría son mujeres y niños.”
 
Seis meses después de la partida de MSF, un equipo permanente de tres integrantes internacionales de la organización regresó a Haydan: un médico, una enfermera y un coordinador que trabajan junto a unos 15-20 trabajadores yemeníes. El 19 de febrero, este equipo reinició oficialmente las actividades médicas de MSF en el lugar, que incluyen la gestión de una sala de urgencias, un departamento de maternidad y otro de atención pediátrica. Rápidamente se propagó la noticia del regreso de MSF a la zona. Los pacientes llegan en cantidades cada vez mayores. 
   
Son las 8 de la mañana del 4 de abril y ya hay 20 personas esperando en una gran tienda de campaña que instalamos cerca de la entrada del hospital. Dos integrantes del personal registran a los pacientes y realizan un triaje, asignando colores a cada uno de acuerdo a la urgencia de su condición, verde para los casos menos urgentes y rojo para los más serios. 
 
El Dr. Roberto Scaini, jefe del equipo médico, se mueve rápidamente de un paciente a otro. “Me aseguro de que todos los pacientes sean enviados al servicio apropiado,” dice. “También lo hago para darme una idea de la carga de trabajo que tenemos y priorizar actividades. Todo varía de un día a otro.”
 
Dos pequeños con sarampión llegan a la sala de urgencias y el Dr. Scaini, que es llamado “Roubi” por todo el personal, supervisa a su equipo mientras atienden a los pacientes. 
 
Unos cuantos minutos después llega una niña con quemaduras en su cara y en sus pies. Cayó en una fogata durante la noche y su padre la llevó al hospital para que recibiera primeros auxilios. Ahora mismo, vino a que una enfermera le cambie sus vendajes. 
 
 
Los pacientes entran uno tras otro, la pequeña sala de urgencias siempre está llena. En la banca, al lado de la niña pequeña con quemaduras, hay un niño con desnutrición y neumonía. Sus ansiosos padres observan el movimiento de los médicos alrededor su hijo que está llorando. 
 
Sentados en las bancas o recargados en las paredes, la mayoría de los pacientes y sus parientes esperan en silencio. Algunos vienen de Haydan, otros de asentamientos escondidos en las montañas. Al vivir tan alejados del hospital estas familias están en una situación especialmente vulnerable. Son las víctimas ocultas de una guerra, y mueren lejos de las líneas de combate. “Muchas de estas personas viven a kilómetros de distancia de la clínica más cercana,” dice el Dr. Scaini. “La mayoría de ellos no tiene un vehículo y no puede pagar un taxi, así que si están enfermos esperan hasta el último momento para buscar atención médica. Las personas mueren de causas que pudieron atenderse, simplemente porque no pueden llegar al hospital." 
 
Pasan de las 11 de la noche cuando el Dr. Scaini recibe una llama de emergencia. Frente al hospital las luces de la ambulancia pintan el cielo oscuro. Minutos después, un pequeño cuerpo es recostado en una cama dentro de la sala de urgencias. El niño de 13 años, envuelto en una manta de térmica y con su cabeza vendada, está sufriendo convulsiones. Horas antes, él estaba combatiendo en la línea de combate y fue alcanzado por una bala. El hospital de Haydan no tiene quirófano, así que el personal organiza su referencia hacia Sa’ada. Unos minutos después la ambulancia desaparece en medio de la noche, llevando consigo a una vida que probablemente se perderá. 
 
Esta es sólo una historia entre muchas otras que se pierden en la oscuridad. Es la historia de un conflicto a puertas cerradas en una zona perdida en el tiempo en donde los civiles mueren bajo las bombas, desatendidos; donde los niños mueren luchando para defender intereses que no son suyos. 
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