Colombia: Cuatro décadas, una misión

En las últimas décadas, la población colombiana ha sufrido no solo por desastres naturales, también por otras causas como el recrudecimiento del conflicto.

Armero1985: Tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, los equipos de MSF llegaron con 22 toneladas de suministros.
Armero1985: Tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, los equipos de MSF llegaron con 22 toneladas de suministros. © MSF

El 13 de noviembre de 1985 ocurrió una de las peores tragedias en la historia de Colombia. Por la erupción del Volcán Nevado del Ruíz, ubicado en la cordillera central del país, miles de personas quedaron sepultadas bajo el lodo, las piedras y los escombros. Las autoridades gubernamentales señalarían, meses más tarde, que fueron 30 millones de metros cúbicos de lodo y piedras los que cayeron a las nueve de la noche sobre Armero, el pueblo que para ese entonces contaba con 29 mil habitantes y en el que fallecieron cerca de 23 mil por la catástrofe.

 

Por: Santiago Valenzuela, responsable de comunicación de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Colombia.

Este suceso le dio la vuelta al mundo. Estuvo en todas las noticias y personajes como Omayra Sánchez, una niña de 13 años atrapada entre el lodo y los escombros y que fue televisada durante los tres días que aguantó con vida, quedó en la memoria colectiva del país. El Papa Juan Pablo II visitó el lugar meses después y los trabajos de rescate duraron más de 14 meses.

 

La violencia generada por el conflicto representó un grave problema de salud pública en Catatumbo.
La violencia generada por el conflicto representó un grave problema de salud pública en Catatumbo. © Jesús Abad Colorado

 

“Esta era la primera vez que Médicos Sin Fronteras (MSF) se enfrentaba a una emergencia de esa magnitud. Cuando me dijeron que tenía que viajar a Colombia a buscar miles de personas bajo los escombros, me estremecí”, relata Piére Marie, francés y primer coordinador de logística y suministros que tuvo MSF en Colombia.  La organización, que había nacido en 1972 con el objetivo de acercar la salud a las poblaciones más vulnerables de forma gratuita e independiente, se enfrentaba a un panorama dramático en el que los organismos de rescate no daban abasto ante los miles de muertos y heridos.

Lo primero que hizo MSF fue traer dos máquinas para remover la tierra: “eran dos deslizadores, uno de Francia y otro de Inglaterra. Son máquinas especializadas para mover el lodo. Fue difícil por la temperatura en Armero –más de 35 grados – y por la cantidad impresionante de lodo, el cual se secó rápidamente y quedaron miles de personas atrapadas, sin poder salir. Fue frustrante no lograr los rescates que esperábamos y posteriormente comenzamos a levantar una clínica en Mariquita, el municipio cercano”, agrega Piére. Miles de personas se desplazaron a municipios aledaños como Lérida, Líbano, en donde MSF adelantó brigadas de salud. En Armero, la organización entregó un total de 22 toneladas de insumos médicos.

Después de permanecer un año en Armero, los equipos de MSF se trasladaron a Chocó, en donde existía un vacío inmenso para acceder a la salud. Piére recuerda que, en ese entonces, sin Internet y con poco personal, se adentraron en la selva con otro compañero de MSF para hacer una exploración y fueron arrestados. “´¿Qué hacen dos franceses caminando por acá´, nos dijeron unos hombres armados y nos detuvieron cinco días y cinco noches. Era la primera vez que me sucedía algo así, yo tenía 34 años. En Colombia, en ese entonces, no se conocía a Médicos Sin Fronteras y nosotros estábamos llegando a donde no había hospitales, centros de salud, nada. Después nos liberaron y logramos instalar un proyecto en esa zona”.

 

Armero1985: Tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, los equipos de MSF llegaron con 22 toneladas de suministros.
Armero1985: Tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, los equipos de MSF llegaron con 22 toneladas de suministros. © MSF

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En 1986, en la espesa selva de Alto Baudó, dos enfermeras y un médico caminaron horas con cajas de vacunas a cuestas, en la espalda, buscando llegar a comunidades afro y emberá que no veían a médicos hace muchos años. “Caminábamos por la selva y andábamos por los ríos en una lancha fuera de borda, transportando vacunas y haciendo consultas en comunidades remotas. En Pizarro, Bajo Baudó, estaba un médico haciendo su año rural, pero en Pie de Pató no había nadie que se postulara. En este lugar, contratamos un médico y una enfermera y yo trabajaba como coordinadora de Quibdó”, recuerda Hélene Lesieur Jubert, enfermera francesa que trabajó con MSF en la década de los ochenta en Colombia.

Este era el primer proyecto de MSF en el Chocó colombiano. La tarea tenía objetivos claros: llegar a zonas en donde no existía atención primaria en salud y había vacíos en vacunación y atención a mujeres embarazadas, adultos mayores y a pacientes con enfermedades complicadas que suelen estar presentes en zonas tropicales, como la leishmaniasis o la malaria. Con apoyo de los lancheros locales y de los líderes comunitarios, el equipo médico de tres personas navegó por el río Atrato con cajas de medicamentos y un radiotransmisor para reportar a la sede de París lo que estaba sucediendo.

“Con el Ministerio de Salud y con el Servicio Seccional de Salud de Quibdó buscamos impulsar los programas de protección materno infantil, haciendo seguimiento a mujeres embarazadas, menores de cuatro años y atención a niños y niñas con enfermedades diarreicas y pulmonares. Recuerdo muchas consultas por tuberculosis, leishmaniasis, paludismo y dengue. Tuvimos muchos retos, sobre todo con los tiempos de viaje, porque siempre lo hacíamos con una lancha fuera de borda y debíamos conservar la cadena de frío de las vacunas”.

Treinta y cuatro años después, en 2023, MSF estaba en esa misma zona, con un equipo más grande, de casi 40 personas, trabajando en Alto Baudó y con personal médico permanente en Istmina y Pie de Pató. Entre 1986 y 1988, señala Hélene, “el mayor problema que veíamos era el aislamiento geográfico, la falta de vías de acceso, el costo de la gasolina, la falta de medicamentos, de electricidad, agua potable”. Esa misma descripción la contarían los equipos de MSF en 2023, tras la intervención en esa zona y después de registrar cerca de 13,600 consultas en un lapso de dos años.

En contraste con el último proyecto de MSF en Chocó, en donde los equipos se trasportaban en carro y lancha para llegar a más de 130 comunidades rurales dispersas, Heléne y su equipo de seis personas caminaban o iban en burro para llegar a poblaciones remotas. “Todavía me acuerdo de la humedad y el calor durante esas caminatas. Salíamos a las siete de la mañana de Quibdó y llegábamos a Pie de Pató hacia las tres de la tarde.  En ese entonces logramos implementar un circuito de abastecimiento de medicamentos; habilitamos un centro de salud en Pie de Pató y construimos una casa, fabricamos una nevera en Bogotá que funcionaba con paneles solares y que nos permitía asegurar la cadena de frío para las vacunas. Fue un trabajo muy bonito”.

 

•Armenia 1999: El personal médico de MSF examina a un adulto mayor tras el terremoto. Los servicios de emergencia y las organizaciones humanitarias desplegaron todos sus equipos ante esta catástrofe, en la cual fallecieron cerca de 1,200 personas. Foto: Mike Goldwater
Armenia 1999: El personal médico de MSF examina a un adulto mayor tras el terremoto. Los servicios de emergencia y las organizaciones humanitarias desplegaron todos sus equipos ante esta catástrofe. Colombia © Mike Goldwater

 

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En los últimos 40 años, MSF ha desarrollado 50 proyectos en zonas rurales y urbanas de Colombia con un objetivo en común: brindar atención médica y humanitaria a comunidades sin acceso a la salud. En este país, la organización no solo ha respondido a emergencias como Armero o al terremoto de Armenia; también ha trabajado con pacientes sin acceso a tratamientos para enfermedades como la tuberculosis, con víctimas de violencia sexual, personas migrantes, poblaciones en donde se han presentado alertas por fiebre amarilla, malaria, entre otras emergencias.

Es difícil hablar de la historia de MSF sin recordar el trabajo durante el terremoto de Armenia, en 1999. El 25 de enero de ese año, un sismo de 6.2 en la escala Richter causó la destrucción de más de 35,000 viviendas y en ese suceso fallecieron por lo menos 1,185 personas y hubo más de 8,500 personas heridas. El diario El Tiempo, en su edición del 28 de enero, relataba que MSF fue una de las primeras organizaciones en llegar al lugar y que contaba con “un equipo de veinte personas trabajando en la zona” y, de la misma manera,  narraba que realizó donaciones de medicamentos al Hospital San Juan de Dios. Durante nueve meses, la organización trabajó en salud primaria, cirugía, agua y saneamiento y atención en salud mental.

En las últimas décadas, la población colombiana ha sufrido no solo por desastres naturales, también por otras causas como el recrudecimiento del conflicto. Steve Hyde, inglés y trabajador de MSF en Colombia en diferentes proyectos durante los últimos 20 años, recuerda escenas dolorosas pero que dejaron un aura de resiliencia en determinados territorios. Así sucedió, por ejemplo, en los Montes de María, en donde el año 2000 marcó un hito por la masacre de El Salado y posteriores enfrentamientos entre guerrillas y grupos paramilitares.

 

Cauca 2014: En Cauca, los psicólogos de MSF también atendieron niños y niñas con estrés post traumático, terrores nocturnos, enuresis e incluso víctimas de violencia sexual. Anna Surinyach
Cauca 2014: En Cauca, los psicólogos de MSF también atendieron niños y niñas con estrés post traumático, terrores nocturnos, enuresis e incluso víctimas de violencia sexual. © Anna Surinyach

 

Así lo recuerda Hyde: “El proyecto de MSF buscaba responder a todas las necesidades médico-humanitarias que existían a raíz de las masacres en la costa atlántica. Fue tremendo porque con los equipos veíamos de primera mano cómo eran asesinados centenares de civiles. Hubo un día en el que el equipo médico vio cómo en la esquina, a unos cuantos metros, un grupo armado asesinaba a 12 civiles a sangre fría. Así como lo hicieron las familias que estaban cerca, el equipo de MSF se desplazó al monte, se alejó del centro urbano, y cuando ya el grupo armado se había ido, tuvimos que retirarnos temporalmente del lugar”.

Durante dos años, MSF siguió en los Montes de María: “Teníamos tres carros y nos movíamos en clínicas móviles con dos médicos, dos enfermeras, una psicóloga y una bacterióloga que llevaba un laboratorio completo. Era impresionante porque teníamos que cruzar fronteras invisibles de los grupos armados y encontrar la forma de apoyar a los pacientes. Las personas no salían de sus casas, vimos casos de gente que iba a comprar medicamentos o comida y los mataban en el camino. Ahí es cuando nosotros interveníamos, llevando esos medicamentos, esos tratamientos y atendiendo la salud mental de personas que vivían con constante sufrimiento”.

Desde 1985, MSF ha implementado más de 30 proyectos relacionados con violencia y conflicto armado, como el de Montes de María o Catatumbo. En el año 2010, en Caquetá, una psicóloga de MSF anotaba el siguiente testimonio de una paciente: “Una noche los perros ladraron mucho. Nos levantamos para ver qué era lo que pasaba y nos dimos cuenta de que un grupo de hombres vestidos con ropa de camuflaje y armados hasta los dientes llevaban a dos personas amarradas y con la boca tapada. Aunque estaba muy oscuro, pudimos darnos cuenta en sus miradas del sentimiento de miedo y angustia, como si supieran a lo que se iban a enfrentar. Fue un rato de asombro que se interrumpió con el sonido de dos disparos. De ese momento en adelante no pudimos dormir, pues el sonido de una motosierra nos llenó de terror.”

En los ríos Sinú, Hyde, que en ese entonces trabajaba en el área de logística, cuenta que era muy difícil llegar a comunidades apartadas, a las cuales solo se podía acceder  por río,  mula o a pie: “No es fácil llevar cajas de medicamentos y suministros a pie y tampoco era sencillo aprender a cargar las mulas, a veces salían corriendo y se nos caían cosas en el monte. Colombia es desafiante por su geografía, pero las comunidades siempre nos ayudaban y de hecho muchas personas locales terminaron trabajando con nosotros porque conocían muy bien el territorio. En los ríos nos ayudaban a proteger los suministros de la lluvia, a caminar con las canoas a la mano cuando era necesario y a comprender mejor el conflicto en Colombia”.

Con el paso de los años, MSF también se adaptó a otros contextos. En Buenaventura, por ejemplo, la organización intervino en 2010, cuando las autoridades sanitarias reportaron que, en esta ciudad del Pacífico, los casos de tuberculosis eran tres veces más altos que en el resto del país. Después de tres años asistiendo a pacientes, los doctores vieron con orgullo cómo se culminaban algunos tratamientos. “Cuando me dijeron que el tratamiento había terminado y que estaba bien ¡puse patas arriba todo el centro de salud! Grité, lloré, abracé y agradecí a todo el personal médico. Me puse de rodillas”, decía María Victoria, una paciente que en ese entonces recordaba cómo se había dado el tratamiento durante cinco meses.  “Fue como si hubiera vuelto a la vida”.

 

Médicos Sin Fronteras, obligada a suspender atención médica a migrantes en el Darién panameño
De enero a noviembre de 2023, casi medio millón de migrantes han cruzado el Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá. © Juan Carlos Tomasi/MSF

 

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En la historia de MSF en Colombia, existe un tema del que poco se habla y es el aporte del personal colombiano que ha trabajado en diversas crisis alrededor del mundo. Actualmente, 85 personas del país trabajan para MSF en diferentes escenarios desafiantes. Este grupo de personas se fue abriendo camino poco a poco en una organización que tuvo sus inicios en Europa. Hoy, en los cientos de proyectos que tiene MSF, es probable encontrar a personal colombiano no solo en el área médica, también de salud mental, logística, comunicación, finanzas, entre otros.

En 1991, Gabriel Salazar, en ese entonces médico recién egresado, se acercó a las oficinas de MSF en París, ciudad en la que cursaba una especialización. La recepcionista recibió su hoja de vida y le dijo que otro colombiano estaba trabajando en la organización. Se trataba de William Perea, especialista en enfermedades tropicales, quien habló con Gabriel y lo impulsó en su primera misión en Ángola, en septiembre de ese mismo año. “Fue una experiencia muy profunda a nivel profesional y humano. Aterrizar en un país desconocido y trabajar con personas de otros países que no conocía pero que sabía que compartían unos valores conmigo, éticos y humanitarios, marcó mi vida”, cuenta Salazar.

Después, al regresar a Colombia, el doctor Salazar trabajó como enlace entre MSF y el gobierno para que fuera posible realizar proyectos en las zonas más complejas del país en el comienzo de la década del 2000. Llevó cartas del gobierno a París y mostró la pertinencia de trabajar en zonas como Chocó, en donde lideró una intervención en el Alto San Juan. “Montamos la base del proyecto en Tadó, creamos programas de salud y trabajamos con mucho entusiasmo. Sin embargo, a los cuatro meses debimos suspender el proyecto por un incidente de seguridad, la retención de un colega que posteriormente fue liberado”, cuenta Salazar, quien destacó lo desafiante de llegar a las zonas más remotas de Colombia por el conflicto armado constante. “Después de ese suceso, en diciembre de 2001, comenzamos un proyecto en Planadas, Tolima, en donde existía una población con muchas necesidades por el combate constante entre acortes armados. Era riesgoso, sí, pero ahí estaban los pacientes que nos necesitaban”.

Mientras en Colombia la mayoría de las necesidades humanitarias giraban alrededor del conflicto armado, en otros países africanos en donde MSF intervenía, existían enfermedades de difícil tratamiento, como el cólera, la enfermedad del sueño y la leishmaniasis. En el grupo de investigadores y epidemiólogos que trabajan en estos escenarios en la década de los noventa estaba el doctor William Perea: “Durante la guerra civil en Mozambique, cientos de miles de personas se desplazaron al sur de Malaui, país que se vio desbordado de refugiados. Como coordinador médico de MSF en este escenario, enfrenté brotes de cólera, sarampión, desnutrición aguda. Estuve también en el gran brote de leishmaniasis en Sudán con MSF, buscando controlar una epidemia que para ese entonces causaba más de 20.000 muertes”.

Perea y Salazar, buenos amigos desde los noventa, recuerdan estas historias y no piensan en comparaciones. “Cuando dices si una crisis es peor que otra empiezas a normalizar el sufrimiento, y eso es algo que no pasa en MSF; cualquier persona enferma o cualquier niño con desnutrición, sea en África subsahariana o Colombia, duelen igual. Es por eso, entre muchas otras cosas, que MSF les dio sentido a nuestras vidas como médicos”, concluyeron.

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