Inundaciones en Huehuetla: La catástrofe ya pasó. Ahora comienza la emergencia

Las localidades de la cabecera municipal de Huehuetla y varias más de la sierra quedaron devastadas por los deslaves e inundaciones. Incomunicadas por días o, en algunos casos, semanas.

Un miembro del personal de MSF camina entre el lodo y los escombros en una de las zonas más afectadas por las inundaciones en Hidalgo.
Un miembro del personal de MSF camina entre el lodo y los escombros en una de las zonas más afectadas por las inundaciones en Hidalgo. © MSF

La emergencia por las inundaciones en ele estado de Hidalgo reunió a comunidades, voluntarios y equipos de emergencia. Entre lodo, deslaves y noches sin descanso, descubrimos algo más poderoso que la devastación: la fuerza colectiva. Esta es la historia de cómo llegamos a Huehuetla cuando parecía imposible… y de todo lo que encontramos allí.

Por Daniel Díaz Mayorga, oficial de prensa de MSF México y Centroamérica.

 

El Aeropuerto 

“Tenemos 28 cajas de medicamentos listos para cargar y enviar a Huehuetla. Debemos asegurar que este helicóptero es el que sale para allá”, me dijo Maritza, logista de misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el Aeropuerto Nacional de Pachuca. Las hélices de los helicópteros tronaban con furia en el aire del domingo 19 de octubre. Levantaban fugaces nubes de polvo que golpeaban mi frente y mejillas. Los elementos de la Guardia Nacional y del Plan DN-III, operativos militares que brindan auxilio en situaciones de desastres de origen natural, escoltaban el límite de la pista de vuelo y organizaban el acceso de los artículos de primera necesidad para cargar en los helicópteros.  

El calor caía con aplomo y el espacio abierto dificultaba guarecerse del mismo. Los rostros de hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, indistintamente asomaban los rastros de bloqueador solar. Los únicos espacios techados eran los cuatros hangares asignados por las autoridades gubernamentales para almacenar los medicamentos, productos a granel, despensas y otros insumos indispensables. Entré al llamado Hangar de Salud. Allí estaba instalado el espacio asignado a MSF y a la Secretaría de Salud del Estado de Hidalgo. Las autoridades militares notificaron al equipo que la priorización de los envíos por helicóptero consideraba la localidad de destino, necesidad de la comunidad, tipo de artículo, peso, capacidad de la aeronave, pero principalmente las condiciones meteorológicas que permitirían, o no, lograr un aterrizaje exitoso en la localidad correspondiente. Desde el sábado 18 de octubre se intentaba enviar un cargamento. Una falla mecánica y las malas condiciones del clima lo impidieron. El domingo tampoco se pudo enviar debido al mal clima.  

De pronto, en el cuarto intento, llegó la noticia: “Aterrizó. Ya con el equipo médico”, leí el mensaje de Maritza en mi celular el lunes 20 de octubre por la mañana, mientras me dirigía a Tenango de Doria con dos colegas más. El helicóptero matrícula 1705, cargado con las 28 cajas de medicamento y muchos otros artículos de primera necesidad, había logrado un aterrizaje exitoso con Huehuetla. 

 

El personal de MSF prepara suministros médicos y humanitarios para su transporte aéreo a comunidades aisladas por las inundaciones.
El personal de MSF prepara suministros médicos y humanitarios para su transporte aéreo a comunidades aisladas por las inundaciones. © MSF[/caption]

 

Un banco de niebla envolvía el camino hacia Tenango de Doria y el ambiente recordaba las fuertes lluvias que ocasionaron las inundaciones y deslaves. Este municipio es un paso obligado para llegar a la cabecera municipal de Huehuetla, donde ya se encontraba el primer equipo de MSF. Mientras me encontraba en Tenango con mis dos colegas, otro equipo de MSF salía de la Ciudad de México también hacia Huehuetla. Nos encontramos en la Unidad de Salud IMSS-Bienestar de Tenango de Doria, donde el doctor Gersaín y la jefa de enfermeras, Angie, nos recibieron con toda la calidez y amabilidad que le faltaba a los caminos deslavados e inundados. Tan pronto nos encontramos con el equipo, partimos juntos hacia Huehuetla.  

Tanto la cabecera municipal de Huehuetla como la sierra otomí-tepehua están rodeadas de cerros y montañas, ojos y brotes de agua cristalina. Las localidades de la cabecera municipal de Huehuetla y varias más de la sierra quedaron devastadas por los deslaves e inundaciones. Incomunicadas por días o, en algunos casos, semanas. Sepultadas entre el lodo y la tierra, sin acceso a alimentación básica, suministros de sobrevivencia, acceso a la salud y sin posibilidad alguna de trabajar en otra cosa que no fuera la limpieza de las casas y las calles de la comunidad. La colonia Nueva de la cabecera municipal fue una de las más dañadas. 

 

Huehuetla 

Llegamos a la cabecera municipal de Huehuetla el lunes 20 de octubre por la tarde-noche. Sin aún ver el lugar, ya el camino anunciaba las implicaciones y consecuencias de un pueblo azotado por las fuerzas de origen natural: los brillantes colores del pueblo se vieron opacados por el marrón del agua encharcada, la tierra y la arena. Por el negro mate que dejó el lodo sobre las casas y las mismas personas. Las calles se desdibujaron por montañas y montañas de fango. Por tierra y escombros. El lodo fue rociado con cal para mitigar los malos olores ocasionados por la descomposición de los cadáveres de perritos y cerdos. Éstos últimos, en muchos casos representaban el sustento de las familias. 

El color de las casas quedó matizado por un tono oscuro, que también indicaba la altura de la crecida del río. En algunas casas esta pintura de agua y lodo alcanzó alrededor de siete metros. “El río fue subiendo poco a poquito. Fue muy feo, cuando desprendió aquí la barda -que separa al río de la colonia-, fue cuando se llenó prácticamente todo. Sí perdimos todo, pero lo importante ahorita, lo primordial, es la barda de nosotros, mientras no nos construyan la barda pues el río se va a seguir metiendo”, recuerda Lupita, habitante de la colonia Nueva, cuya casa se encuentra apenas a un costado del río y pie del cerro. 

 

 

Tras platicar con Lupita y otros pobladores locales, puedo notar que, para ellos, el río es mucho más que una corriente de agua fluyendo. Es un organismo vivo. Un habitante más de la localidad. Quizá uno de los más importantes. Coexisten y cohabitan con él. En la comunidad, el agua es representada por La Sirena. La diosa del agua. Es decir, se le pueden atribuir características como la voluntad, el juicio, el castigo y el perdón. “El río no quería gente, sólo quería asustarnos. Y nos dio un susto bueno, porque elevó lo que nunca. Las personas que desde hace años viven aquí dicen que nunca el río había crecido tanto”, contó Lupita en reflexión de los últimos días. 

En la colonia Nueva los daños fueron particularmente duros. “Aquí todas las casas quedaron ensolvadas. Fue una cosa fea; fue una cosa de terror. Quedamos atrapados en la loza de una casa”, describió la señora María Luisa, también vecina de la Nueva. “Nosotros nos brincamos a la casa de al lado. Ahí estuvimos resguardados toda la noche esperando a que amaneciera. Ahí nos sentamos, nos tapamos los pies, porque había ratitos que llovía fuerte y ratitos que se apaciguaba el agua. Y ahí pasamos toda la noche”, recordó. 

La devastación no sólo azotó los objetos materiales: azotó la mente, el alma. “Vamos a requerir apoyo psicológico, porque esto apenas va empezando. Ahorita no lo estamos sintiendo porque de cierta manera nos mantenemos ocupados”, sentenció Maria Luisa. “Vamos y venimos del albergue. Estamos limpiando nuestras casas. Nos mantenemos distraídos, pero cuando regresemos acá, ahí es donde va a empezar el trauma”. 

La señora María Luisa me permitió entrar a su casa. Era un espacio de dos pisos. La primera planta mostraba los estragos del agua y lodo. El techo aún se veía húmedo y manchado. Mostraba la completa inundación de la primera planta. Al pisar en la zotehuela, los pies se hundían por arriba del tobillo, casi hasta la rodilla en algunos puntos. El lodo, fresco aún, estático, adoptaba las múltiples formas de la tragedia. Contaba que el daño no había comenzado a cicatrizar. 

 

 

Sin embargo, los deslaves no sólo trajeron destrucción, también trajeron un fuerte sentido de comunidad y de mirar hacia adelante. De resiliencia y de no darse por vencidos, como me hizo ver Sadot, vecino de la colonia Centro en Huehuetla.

Poco a poco nosotros vamos a salir adelante, porque nos gusta trabajar. Entre vecinos nos estamos echando la mano para sacar los escombros que nos dejó el huracán Priscila.   

“Estamos de ocho de la mañana hasta que se esconde el día, hasta las seis, siete de la tarde. Echando escombros, arena, lodo, agua que dejó el huracán en nuestros hogares. De la mano, la raza Tepehua estamos juntos para sacar adelante a nuestro municipio”, dijo determinado. 

Sadot tomó una pausa para platicar conmigo y mi colega Abi. Nos invitó un refresco. Este momento sirvió para descansar un poco. Junto con él, otros vecinos también se encontraban paleando y sacando el lodo en carretillas de la casa de un amigo suyo. Abi y yo, así como nuestros colegas de MSF en diferentes momentos, fuimos testigos una vez más, del voto de confianza que implica el ofrecimiento de un vaso de refresco, de un taco, a pesar de la ineludible situación. La frase “aunque sea échese… un vaso de refresco, un taquito, una quesadillita, un tamal, un plato de comida”, era una prueba contundente de que la devastación destruyó los bienes inmuebles y materiales, pero mantuvo intactos los valores y el espíritu característico de los habitantes de Huehuetla. 

 

 

El sentido de colaboración y trabajo se vio reflejado en una nueva rutina impuesta por las fuerzas de la naturaleza. Hombres, mujeres, niños y niñas por igual, recogían y sacaban el lodo y el agua sucia con cubetas, recipientes de plástico de yogur de un litro. Escobas, palas, trapeadores, carretillas se volvieron instrumentos indispensables. Las calles también presenciaron la labor de la Marina, de los efectivos del Plan DN-III, hombres y mujeres, jóvenes la gran mayoría, hacían labor de limpieza. Sudaban. De remoción de escombro. Manejaban excavadoras, retroexcavadoras y otros tipos de maquinaria pesada. 

Mientras caminaba por la colonia con mis colegas alcanzamos a escuchar chascarrillos de hombres reunidos para limpiar las calles y sus casas. Todo a nuestro alrededor estaba enlodado, menos el espíritu y el buen sentido del humor de la comunidad. “Llegas limpio y te vas limpio” le grita un vecino a otro en tono jocoso y sarcástico, dando vuelo a la llamada carrilla.  

 

 

Tras la llegada del segundo equipo a Huehuetla, así como de los medicamentos, el equipo de MSF pudo intensificar las misiones exploratorias hacia las localidades más alejadas rumbo a la sierra. En el caso de las localidades de la cabecera municipal de Huehuetla, las exploraciones se llevaron a cabo principalmente a pie. Cuando las camionetas no lograban continuar debido al lodo o el alto riesgo que representaban los caminos, se continuaba a pie. Así llegamos a la localidad de Acuautla el viernes 24 de de octubre. 

 

Acuautla 

Un día antes, el jueves, alrededor de las 8:00 am, salí con el equipo que realizaría la exploratoria hacia Acuautla, pueblo ubicado en la sierra otomí-tepehua. Se trata de una localidad alejada al norte de la cabecera municipal de Huehuetla y de la que se refirieron graves deslaves. De igual manera había quedado incomunicada.  

Tiene una población de entre 500 y 1,000 habitantes, principalmente de origen otomí. El equipo de MSF, así como otros cuerpos de atención médica establecimos base en el hospital de Huehuetla Miraflor, ubicado en la cabecera municipal. Allí conocimos a Don Gabino, guardia de seguridad del hospital y poblador de La Esperanza Uno –pueblo vecino y también paso obligado antes de llegar a Acuautla. Don Gabino accedió a mostrarnos el camino a través de montes y veredas. El camino a pie tomó nueve horas. Cargamos con los medicamentos y nuestros insumos personales. La pendiente inclinada hacia arriba del cerro fue intensa y exigió físicamente una y otra vez. Los caminos empedrados e irregulares, la alta humedad y potente rayo de sol marcaron el paso; pero también me permitieron observar la belleza de la zona. Desde la altura de la sierra los colores cobran un sentido distinto. El rojo lo vi en los frutos de las plantas y árboles, el verde en los vastos campos, cuyo esplendor ante el atardecer simulaba una fluorescente ilusión óptica; el amarillo de los girasoles invitaba a detenerse a contemplarlos. Esta belleza sólo tenía parangón con la calidez y sentido de valentía de los pobladores locales.  

Extenuados, llegamos por la tarde noche a La Esperanza Uno. Allí pernoctamos. 

Al día siguiente, viernes 24 de octubre, tras cruzar otro cerro y un particular punto de deslave aún fresco, llegamos a Acuautla. Allí, tras hablar con el delegado, amablemente ofreció instalarnos en la escuela de la localidad. Allí mismo acondicionamos dos consultorios, uno médico y otro de atención psicológica. A través del megáfono del pueblo se anunciaron las consultas médicas y de salud mental gratuitas tanto en otomí como en español. Al poco tiempo la gente comenzó a llegar a la escuela. 

“Hats’i (buenos días)”, saludó la primera señora en recibir consulta. Una mujer otomí de la tercera edad. Jessica, una pobladora local se ofreció como voluntaria temporal para ayudar al equipo con la traducción e interpretación de los pacientes. Brincar la barrera del idioma fue uno de los primeros asuntos a resolver. La solidaridad, de nuevo, fue clave para superar una barrera más.  

Acuautla es una de las comunidades que sufrió la acumulación de las penas tras los deslaves. Quedó incomunicada por más de 15 días y también muchas de las casas del pueblo quedaron sepultadas; una pérdida total. El pueblo está rodeado de cerros. El patio de la casa de muchas personas apenas se dividía del paraje donde inicia el cerro. El desgajamiento fue particularmente poderoso. El vacío que dejó el desbalagamiento del cerro se podía notar a kilómetros de distancia. 

 

 

Tras hablar con el delegado y varios de los habitantes del pueblo, el equipo de MSF decidió permanecer en Acuautla por varios días más, debido a la identificación de la necesidad de atención de salud mental. Ese mismo viernes, el equipo brindó consultas médicas y de atención psicológica hasta poco antes del ocaso. Al día siguiente la dinámica continuó de la misma manera.  “La estrategia de MSF consistió en fortalecer la respuesta de salud mental y también responder a las carencias de atención primaria en un contexto de discriminación y falta de recursos en los centros de salud”, dijo Hunter Keys, Responsable Médico de Proyecto de MSF en Huehuetla.  

Sin embargo, en la plenitud de la tarde del viernes 24, se llevó a cabo una comida comunal. Familiares ubicados en Estados Unidos enviaron unos dólares como apoyo y para facilitar una comida para el pueblo. Se sirvió pozole y las bocinas tronaban con música tropical evangélica. Las letras de las canciones ya advertían la diversidad del sistema de creencias local.  

Por su parte, al caer la noche, parte del pueblo celebraba una ceremonia ritual para ofrendar fuego a través de velas, flores, alimentos y otros artículos artesanales y tradicionales a la diosa Nxünfō Dehe: La Dueña del agua, La Sirena. La música de Huapango que alimentaba esta ceremonia duró toda la noche y toda la madrugada. El violín y la guitarra se detuvieron alrededor de las 6:30 horas de la mañana siguiente. Durante la ceremonia, los Bädi o curanderos, comieron la llamada planta Santa Rosa para conocer razón de Nxünfō Dehe ante la catástrofeA la mañana siguiente pregunté a los asistentes sobre la respuesta de La Sirena. Jessica comentó que el panorama futuro no era alentador, otro poblador, cuyo nombre no alcancé a preguntar, mencionó que “Todo bien. Pa’ adelante”. Son respuestas que quedan abiertas a la interpretación. 

La celebración de esta ceremonia ritual fue clave para comprender de mejor manera los matices de las interacciones y relaciones sociales dentro de Acuautla. De igual forma, también facilitó un asomo a las cosmovisiones de la sierra otomí-tepehua. La diversidad de los sistemas de creencias de esta localidad intervino en las propuestas de la población para actuar y resolver el problema del lodo, remoción de escombro, limpieza y apertura de caminos. La coordinación estaba condicionada a este factor sociocultural. Esta observación resultó valiosa para el equipo de MSF para reafirmar y enfatizar nuestra labor de brindar atención indiscriminada a toda persona que lo necesite.  

“Surgió un momento muy conmovedor cuando un señor mayor pidió atención médica para suturar una herida abierta que tenía su esposa; y con esa misma fe que le tuvo a nuestro equipo médico, mientras se realizaba la intervención quirúrgica, también limpiaba a la señora con hierbas y un huevo”, reveló Sinaí Guevara, Coordinadora de Proyecto en Hidalgo. 

Una vez iniciada la atención a pacientes, se brindaron consultas médicas que pudieron ser respaldadas por los medicamentos que salieron de Pachuca el lunes 20 de octubre. En la semana del 24 al 31 de octubre, se brindaron 255 consultas generales y 268 personas participaron en las sesiones grupales de salud mental.  Los padecimientos que los equipos identificaron contemplan condiciones musculoesqueléticas, infecciones del tracto respiratorio superior, diabetes y complicaciones debido a la falta de acceso regular a atención médica, hipertensión y condiciones de piel y tejidos blandos. 

Sin la calidez, solidaridad e ímpetu de la población local, el equipo de MSF no habría podido llegar hasta Acuautla, ni tampoco a las otras localidades sierreñas. “Fuimos aprendiendo conforme entramos a las comunidades más alejadas, remotas y afectadas. Nos dimos cuenta de que en la sierra otomí-tepehua todo el trabajo es colectivo. Los años de aislamiento y en ocasiones, la marginalización por su desafiante geografía hace que las personas, de manera natura,l se organicen para resolver en grupo”, explicó Sinaí. 

Durante la intervención, los equipos de MSF brindaron un total de 1,444 consultas generales y 198 consultas de salud mental. También organizaron 96 sesiones grupales de atención a salud mental, en las que participaron 924 personas. Asimismo, 309 personas resultaron beneficiadas de las actividades de promoción de la salud. 

Tras tener una cierta cantidad de medicamentos disponibles, mayor número de personas en el equipo y un asomo fundamental a la esencia sociocultural de las comunidades de la sierra otomí-tepehua, fue posible preparar nuevas misiones exploratorias a otras comunidades aún más alejadas dentro del municipio de Huehuetla, así como también fue posible llevar la atención médica-humanitaria a donde más se necesita. 

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