La vida de las comunidades rurales de Chocó en Colombia, se deteriora con el confinamiento

Médicos Sin Fronteras (MSF) hace un llamado para garantizar la salud de las poblaciones rurales de esta zona de Chocó.

MSF hace un llamado para garantizar la salud de las poblaciones rurales de esta zona de Chocó, Colombia
Un miembro del personal de MSF habla con una líder indígena en Pie de Pató, Chocó. ©MSF/Santiago Valenzuela

En una comunidad rural de Alto Baudó, Chocó, en Colombia, un campesino deambula de casa en casa pidiendo comida y ayuda. Hace seis meses alguien entró a su finca e instaló “equipos de Internet con antenas”. Cuando él los vio se asustó, pues lo más probable es que un grupo armado entrara y utilizara su casa como base de operaciones. Entonces tomó una bolsa con su ropa y se fue a la casa de  unos conocidos mientras el grupo armado se iba de la zona. Semanas después regresó a su finca y el escenario fue desolador: su casa había sido destruida y los equipos también. ¿Qué había detrás de esto? Los enfrentamientos entre grupos armados en la zona.

El 2022 ha sido un año difícil para las comunidades rurales del departamento de Chocó. Allí, según Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), 131,765 personas de 12 municipios del departamento enfrentan dificultades para moverse libremente y acceder a los alimentos, educación y salud. Los enfrentamientos entre grupos armados, así como la instalación de minas antipersonales, ha reducido el espacio para que las comunidades afro e indígenas puedan moverse libremente.

La historia del campesino la conoció Médicos Sin Fronteras (MSF) en una de sus visitas a las zonas rurales de Alto Baudó, en donde se presentan varios casos de confinamiento en comunidades indígenas y afro. Desde marzo de 2022, MSF tiene un proyecto de salud comunitaria y de atención a emergencias para esta zona del país. Allí, la presencia de las instituciones de salud es mínima y hay pacientes que no pueden acceder a la atención médica; tanto por limitaciones relacionadas con seguridad como por falta de recursos para pagar un transporte que los lleve.

MSF tiene un proyecto de salud comunitaria y de atención a emergencias en Chocó, Colombia
Una casa destruida por las fuertes lluvias en Pie de Pató, Chocó. ©MSF/Santiago Valenzuela

 

“Queremos volver a vivir como antes”: líder indígena

Pie de Pató, cabecera municipal de Alto Baudó, es el lugar a donde llegan los representantes de resguardos Emberá y consejos comunitarios afro para recibir asistencia humanitaria. MSF, junto con el centro de salud municipal brindan atención a pacientes. Algunas personas deben viajar entre dos y doce horas en lancha para llegar a esta cabecera, en donde encuentran un primer punto de atención en salud. Ante las restricciones de seguridad y la ausencia de recursos económicos, muchos enfermos no reciben atención médica.

Entre el 20 de mayo y el 23 de noviembre de 2022, los equipos de MSF realizaron 322 referencias médicas de pacientes sin acceso a la salud en veredas alejadas de Alto Baudó. También se encargó de su transporte desde veredas lejanas hasta el puesto de salud de Pie de Pató. En este periodo, en veredas rurales de este municipio en donde MSF ha trabajado, se han registrado 10 fallecimientos de menores de 5 años por diferentes causas, como asfixia, tosferina, diarrea, deshidratación y vómitos. A su vez, se reportaron dos falllecimientos de personas adultas, uno por un fuerte sangrado y otro por convulsiones. De igual manera, se han detectado cinco casos de personas que sufrieron mordeduras de serpientes.

Un gobernador indígena de una comunidad Emberá Katío contaba, por ejemplo, que en un corregimiento cercano –omitimos el nombre por seguridad – viven actualmente cinco comunidades Emberá, de ellas, cuatro llegaron tras ser desplazadas en 2014. “Somos 786 habitantes, eso es mucha gente porque no hay donde más construir y tampoco hay trabajo. La mayoría de gente trabaja como jornaleros en fincas, pero ya casi no hay porque quedan dentro de la selva, en donde hay enfrentamientos a cada rato”.

Para llegar a Pie de Pató, el gobernador tuvo que viajar un día en lancha. Siendo el único lugar en donde puede comunicarse con la alcaldía o con organizaciones humanitarias para recibir algún tipo de ayuda. Los confinamientos, han causado problemas de alimentación, pero también de alcoholismo, pues muchas personas viven con un estrés permanente. “Las fincas están abandonadas, lo único que se puede hacer es recurrir al plátano y la yuca para comer, pero eso no nos alcanza”, explica.

“Si no vienes a Pie de Pató no puedes comprar comida. Y para venir nos toca tener al menos 200 mil pesos. Cuando la gente se enferma con malaria o fiebre, no se puede hacer nada”, argumenta el líder. Actualmente, MSF se encarga de pagar el combustible de las lanchas para trasladar a las y  los pacientes a la cabecera municipal. En el transcurso de 2022, los casos más comunes que ha atendido o remitido MSF están relacionados con deshidratación, diarrea, malaria y desnutrición, pues se ha encontrado que no hay suficiente proteína para todas las personas.

MSF tiene un proyecto de salud comunitaria y de atención a emergencias en Chocó, Colombia
Familia desplazada en Pie de Pató, Alto Baudó, Chocó. ©MSF/Santiago Valenzuela

 

Temporada invernal y enfrentamientos

El conflicto armado no ha sido el único problema que han tenido que enfrentar los pobladores de zonas rurales de Alto Baudó en los últimos meses. La temporada invernal, de acuerdo con las autoridades indígenas, ha afectado a por lo menos 750 familias. “En este momento mi comunidad está inundada”, comentó un líder de otra comunidad indígena cercana, la cual está a cuatro horas en lancha de Pie de Pató. “Se nos perdieron los cultivos de yuca y plátano. La mayoría de niñas y niños presentan fiebre, gripa, tos y vómito porque consumen mucha agua de río”.

Las familias tienen espacios cada vez más reducidos para vivir. El líder contaba, por ejemplo, que hay casas en donde duermen 39 personas porque muchas se han desplazado por los enfrentamientos constantes.  Coincide con otras autoridades indígenas en señalar que desde 2014 muchas familias se desplazaron y no han logrado regresar a sus fincas. “Allá no hay animales ya, ni cultivos, y si alguien va a cazar puede pisar una mina y morir. Como no hay alimentos, tenemos que llamar para que nos ayuden o que transporten a las niñas y niños” explica. En su comunidad hay médicos tradicionales, “jaibanás”, pero últimamente “no pueden hacer mucho y tienen que llamar a los médicos occidentales. Hay enfermedades que ya no puede curar el jaibaná”, explica.

Una situación similar están viviendo las familias de otra comunidad que queda a 11 horas en lancha de Pie de Pató. Allí, 659 habitantes tienen dificultades para transportarse por las restricciones de los grupos. Existe un temor latente a cruzar fronteras invisibles, a ser identificados por un grupo armado como ayudante de otro. Lo mejor es guardar silencio y, como contaba un habitante, por seguridad toda la comunidad debe estar reunida antes de las seis de la tarde. Si un paciente se enferma en la noche, simplemente no pueden salir. Si bien tienen autoridades médicas tradicionales como jaibaná, conguero –quien interpreta los sueños –, yerbatero – conocedor de las plantas – y parteras, no pueden ir a cazar y alimentarse y los peces escasean.

MSF tiene un proyecto de salud comunitaria y de atención a emergencias en Chocó, Colombia
Equipo de MSF junto al río Baudó. ©MSF/Santiago Valenzuela

 

Un habitante de este poblado contaba que recientemente tres indígenas salieron a cazar y pisaron una mina antipersonal. A otro joven que subió el río sin permiso de los grupos armados lo golpearon.  Las danzas y las ceremonias se hacen cuando los grupos no están. “No nos dejan hacer la vida. Las niñas y niños tienen problemas para ir a colegio, no se puede cazar, no se puede ir por las yerbas que necesitan los jaibanás. Con la conquista de América nosotros los Emberá huimos a las riberas del río, ahora estamos haciendo lo mismo, pero no encontramos paz”, concluye.

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