RCA: No sé qué hacer con mi vida ni con la de mis hijos

Sala de Prensa

Zenaba perdió a dos de sus siete hijos cuando intentaban refugiarse de la explosión de violencia contra la comunidad musulmana de Bangui. Se ha separado de su marido y otro de sus hijos, que fueron llevados a un campo de refugiados en Chad. Sufre problemas de salud y apenas le queda dinero para alimentar a sus hijos.

Zenaba perdió a dos de sus siete hijos cuando intentaban refugiarse de la explosión de violencia contra la comunidad musulmana de Bangui. Se ha separado de su marido y otro de sus hijos, que fueron llevados a un campo de refugiados en Chad. Sufre problemas de salud y apenas le queda dinero para alimentar a sus hijos.

Zenaba tiene 45 años, siete hijos y vivía en Bangui, capital de la RCA. El pasado abril no tuvo más remedio que arriesgar su vida y la de su familia para buscar refugio en el barrio PK12 para escapar de la confusión creada entre miembros del grupo Seleka y los simples civiles musulmanes. Al barrio llegaron muchos huyendo de los machetes que los amenazaban en el exterior.

Dos de los hijos de Zenaba, Asabala (30 años) y Mahaman (25) murieron cuando intentaban reunirse con el resto de la familia. El primero intentó llegar escondido en el asiento trasero del coche de un amigo cristiano, pero fue descubierto por las milicias Anti-Balaka y ejecutado. Mahaman lo probó a bordo de una motocicleta, pero fue también interceptado y asesinado. El padre de ambos encontró los cadáveres en una cuneta horas más tarde.

Zenaba consiguió sitio para su familia en el convoy organizado por el ejército de Chad para evacuar población musulmana de la capital, pero con la mala suerte de que en viaje se separó de su marido y de uno de sus hijos, que fueron ubicados en un camión diferente. Junto a sus cuatro hijos restantes, atravesó el país en dirección a Kabo, en el norte, en medio de una enorme angustia. El viaje estuvo lleno de sobresaltos, con tres partos, y el convoy fue atacado por los Anti-Balaka a la altura de la localidad de Dekoa.

Al llegar a Kabo, Zenaba supo que su marido y su hijo habían atravesado a Chad y no los ha podido ver desde hace tres meses. Profundamente traumatizada por todo lo vivido, Zenaba ha ido junto a sus hijos al hospital de MSF en Kabo. Ella sufre migrañas crónicas y dolores de espalda, mientras que todos sus hijos han tenido que ser tratados por malaria.

Aunque pudo plantar un pequeño huerto junto a la pequeña cabaña en la que vive en el campo de desplazados, Zenaba tiene que apurar los últimos francos que le quedan para comprar víveres después de los precios se hayan cuadruplicado. Ya no sabe ni cómo alimentar a sus hijos, pero a pesar de todo no quiere abandonar su país.

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