Centro de Atención Integral: Un faro en medio de la tormenta

El CAI es un centro de día de atención médica y acompañamiento terapéutico donde las personas intentan recuperarse a sí mismas y también la confianza en otras personas después del trauma sufrido.
El CAI es un centro de día de atención médica y acompañamiento terapéutico donde las personas intentan recuperarse a sí mismas y también la confianza en otras personas después del trauma sufrido. © Yesika Ocampo/MSF

Karem Hernández es psicóloga clínica y trabaja en el Centro de Atención Integral (CAI) que Médicos Sin Fronteras tenemos en Ciudad de México. Escribió este blog para contarte qué es este centro y, más importante, qué significa para sus pacientes.


 

Antes habría dicho, sin dudar, que el CAI es un Centro de Atención Integral para sobrevivientes de violencia extrema, tratos crueles, inhumanos y tortura. Hoy, sin embargo, te diría que es mucho más que eso, lo veo también como un faro en medio de la tormenta: un lugar donde puedes recobrar el rumbo, encontrar resguardo y recuperar fuerzas para seguir adelante.

En el CAI nos enfrentamos a una realidad avasalladora, a historias que la ficción suaviza y que la realidad impone sin piedad. Nos enfrentamos a historias inimaginables de sobrevivientes con nombre y apellido, personas como Mario, Carlos, Daniela, Flor, Keila, Katy, Edith… -nombres ficticios- que desean poder continuar después de experiencias atroces, en donde se les arrebató tanto, que a veces faltan piezas para poder seguir.

 

Mauricio pinta un cuadro en una sala del CAI. Se trata de diferentes capas de azul: desde la más oscura abajo hasta la más brillante arriba. "Esta es mi vida".
Mauricio pintó un cuadro en una sala del Centro de Atención Integral (CAI). A través de la pintura, Mauricio narra sus experiencias y su proceso de recuperación. Ciudad de México. 2023. © Nuria Lopez Torres

 

Aquí los sentidos despiertan, la perspectiva cambia y los lentes se transforman. El mundo en el que vives deja de ser el mismo. Frente a tanta oscuridad hay dos opciones: transmutar o consumirse. Ese contraste no es retórico; este lugar tiene un efecto sobre todos nosotros: algunos profesionales encuentran en este trabajo una fuente de sentido y esperanza, mientras que otros deben aprender a poner límites y cuidar su salud para no desgastarse. Saber por qué estás aquí, conocer tus límites, construir herramientas personales y apoyarte en el equipo son condiciones esenciales para poder cuidarte, así como cuidas de los pacientes.

Pero también existen las recompensas. Ver que una persona recupera rutinas, que acepta apoyo, que vuelve a confiar en otro ser humano, que consigue un empleo o un lugar donde vivir, o que empieza a tejer redes nuevamente, es profundamente significativo. Cada avance, por pequeño que parezca, valida el esfuerzo colectivo: el CAI no es solo un espacio físico, somos las personas que trabajamos aquí —equipo de psicólogía, médicos, trabajadores sociales y personal de apoyo— que sostienen desde la lucha, el cuidado, el respeto y la esperanza.

 

Algunos días en el Centro de Atención Integral (CAI)

Oficialmente, la jornada comienza a las ocho de la mañana. En la práctica, aquí el tiempo es relativo: el trabajo inicia cuando aparece la pulsión de vida o muerte en una llamada o en un mensaje. A partir de ese momento todo sucede como un efecto en cadena: atenciones, valoraciones y coordinación con contrapartes.

 

En el Centro de Atención Integral (CAI) atendemos a sobrevivientes de violencia extrema en la Ciudad de México.
En el Centro de Atención Integral (CAI) atendemos a sobrevivientes de violencia extrema en la Ciudad de México. © Yotibel Moreno/MSF

 

Las horas pueden pasar entre consultas, reuniones, emergencias médicas y contenciones psicológicas prolongadas. Es habitual responder al llamado de pacientes con crisis agudas — ataques de pánico, crisis de ansiedad, brotes psicóticos, convulsiones, desmayos, agitaciones, riesgo de autoagresión o heteroagresión. — Otras veces: malas noticias que los hacen colapsar — crisis de llanto, un mal gesto, una respuesta inadecuada, o un nuevo riesgo para su seguridad. y, al mismo tiempo, gestionar trámites y derivaciones para garantizar la continuidad de la atención. También afrontamos las consecuencias del estigma social y las barreras institucionales: sistemas que, con frecuencia, solo responden lastimosamente tras mucha insistencia.

Recuerdo escenas concretas que subrayan la necesidad de los protocolos: la vez que sonó un grito: ¡Ayuda! seguido de un golpe seco, y una persona convulsionó; o la mañana en que llegó alguien que había logrado escapar de una situación de tortura y fue necesario activar protocolos médicos y de seguridad para hacer su ingreso hospitalario lo menos revictimizante posible. En esos momentos, la coordinación del equipo y la aplicación de protocolos hacen la diferencia entre una respuesta adecuada y un daño mayor.

No olvidemos que estas personas han sobrevivido horrores atroces que exceden nuestra imaginación: a menudo las acompañan recuerdos persistentes, voces de quienes ya no están, sensaciones físicas dolorosas y un miedo paralizante. Esos recuerdos pueden manifestarse en crisis que requieren atención inmediata, incluyendo llamadas nocturnas que no admiten espera y debemos responder.

En medio del caos que muchas veces nos rodea también reaparecen sonrisas y gestos de confianza. A veces nos toca ser cirujanos de la palabra, restauradores de lo que parecía irreparable o, simplemente, un alma que acompaña frente a la vulnerabilidad de otra. Esos pequeños instantes de conexión —una risa, una frase dicha sin miedo, un abrazo permitido— son señales de que la recuperación es posible.

 

El Centro de Atención Integral (CAI) brinda atención a hombres, mujeres, parejas, familias nucleares, población LGBT+ y menores no acompañados.
El Centro de Atención Integral (CAI) brindamos atención a hombres, mujeres, parejas, familias nucleares, población LGBT+ y menores no acompañados. Ciudad de México 2021 © Alejandra Sandoval/MSF

 

En el CAI hacemos resistencia: intentamos abrir puertas, aunque el sistema de atención no responda. Aquí hay personas que no se rinden y que sostienen a quienes llegan en busca de ayuda. Somos más que un espacio físico: somos un equipo humano —personal médico, de psicología, de trabajo social y de apoyo— que acompaña desde la lucha, el cuidado, el respeto y la esperanza.

Trabajamos con protocolos, con formación, con procedimientos personalizados y adecuados para cada caso, que priorizan la seguridad, minimizan la revictimización, pero también con la sensibilidad para escuchar historias que no siempre encuentran palabras.

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