Jordania: “En estado de parálisis”

Una enfermera canadiense de MSF habla sobre las dificultades de proporcionar atención médica a los sirios atrapados en la frontera de Jordania.

Mariko Miller es una enfermera canadiense que actualmente trabaja para Médicos Sin Fronteras en Jordania, ayudando a llevar atención médica a refugiados que huyen de la guerra en Siria, el país vecino. Ella escribe el siguiente texto como respuesta a la emergencia humanitaria que se está desarrollando en la frontera entre Siria y Jordania, en donde decenas de miles de personas están atrapadas sin acceso a servicios para cubrir sus necesidades esenciales.
 
“Soy parte de un equipo médico de MSF que se encuentra en una pequeña ciudad de Jordania a unos 70 kilómetros de las fronteras de Irak y Siria. Estamos trabajando en un área conocida como “el berm”, en donde hemos estado proporcionando atención médica a la población de refugiados sirios que se encuentran atrapados en una zona desértica entre las fronteras de Siria y Jordania. La frontera de Jordania fue cerrada indefinidamente desde el bombardeo suicida de hace un mes en el lugar, y nuestro proyecto para proporcionar atención médica de emergencia ha estado paralizado. 
 
Aunque el nombre de nuestra organización sugiere que tenemos un acceso sin restricciones a través de las fronteras para poder proporcionar atención a las poblaciones más vulnerables, la realidad es mucho más complicada. En nuestro trabajo, el acceso a cualquier lugar es resultado de cuidadosas negociaciones políticas y de nuestro ampliamente reconocido compromiso con la imparcialidad, la neutralidad y la independencia. En el caso del berm, el acceso es un tema extremadamente complejo, y las barreras políticas y estructurales a las que nos enfrentamos resaltan las limitaciones de la ayuda humanitaria cuando hay un conflicto prolongado y cuando la falta de compromiso político internacional ha abandonado a esta desesperada y aterrorizada población. 
 

Las agencias de ayuda humanitaria luchan para llegar hasta las personas necesitadas 

 
El Berm es un área desértica de dos kilómetros que se encuentra entre las fronteras de Siria y Jordania. Es un lugar devastadoramente insostenible para vivir, desprovisto de recursos para conseguir agua potable, practicar la agricultura, conseguir alimento e incluso sombra. Es una zona desértica y rocosa en donde el terreno hace difícil la construcción de letrinas y en donde las extremas tormentas de arena pueden llegar inesperadamente en medio de una ola de calor de 45 grados. 
 
Normalmente se habla del berm como si fuera un campo de refugiados, pero no es un campo establecido formalmente. Actualmente, la mayoría de los residentes son mujeres y niños que han huido de las bombas y los ataques aéreos en otras partes de Siria. Buscan asilo, pero muchos temen ser deportados y separarse de sus familias.
 
Se rumora sobre la presencia de varias facciones de grupos rebeldes sirios, grupos armados y el Estado Islámico, algo que ha hecho que Jordania cierre sus fronteras de posibles amenazas de seguridad, y las agencias humanitarias ahora luchan con los obstáculos para lidiar con los problemas del acceso y de garantizar su propia seguridad. 
 
Desde el 21 de junio ha habido una limitada distribución de agua potable pero no se ha realizado ninguna distribución de alimentos o de atención médica, y la complejidad de distribuir este tipo de servicios a una población de alrededor de 80,000 personas atrapadas, a través una sola entrada de servicio, es una pesadilla logística. Los problemas éticos percibidos al bloquear la entrada de ayuda a un entorno de vida imposible en donde la gente no puede sobrevivir de manera autosustentable, ni buscar asilo o garantizar su seguridad, plantean preguntas difíciles. El riesgo que implica el no hacer nada es horrible.
 
 

Una emergencia humanitaria

 
Jordania, al igual que Turquía y Líbano, ya ha aceptado a una gran cantidad de refugiados del conflicto en Siria, y actualmente el país hospeda a aproximadamente 650,000 refugiados sirios. A nivel mundial, el 85% de todos los refugiados se encuentran en países en desarrollo, un reflejo de la decepcionante respuesta de los países desarrollados que tienen más capacidad de aceptarlos. Es evidente que se necesita una solución a largo plazo para el berm, pero actualmente la desesperación por conseguir alimento, agua y atención médica sigue siendo una emergencia inmediata. 
 
Desde el techo de la casa de MSF en Ramtha, nuestro proyecto hermano que se encuentra en la frontera oeste, puedes ver el humo, escuchar durante toda la noche las explosiones, las bombas de barril y los proyectiles de mortero. La proximidad de la guerra tiene un impacto más urgente, de acuerdo con mi entendimiento de la crisis. El contenedor en el que duermo vibra con las explosiones, y en mi mente danzan imágenes de personas huyendo. En los primeros días del cierre de la frontera, 44 heridos de guerra no pudieron acceder al hospital de cirugía de MSF. 
 
Los sirios han huido de una terrible guerra civil que sigue en curso, muchos han sido testigos de muertes traumáticas de sus familiares, del daño a infraestructuras, de la destrucción de su país, sólo para llegar al berm y conseguir ayuda en un lugar en el que la ayuda no llega. En su desesperación y por su sobrevivencia, algunos están regresando a Siria siendo conscientes de los riesgos que esto implica para sus vidas. El Estado Islámico, los ataques aéreos, los ataques de facciones rebeldes y la continua escasez de alimentos; todos son una realidad obvia. Ya no existe la idea de que los espacios humanitarios pueden garantizar protección y, en muchos lugares (Siria, Afganistán, Yemen), hemos visto cómo el derecho humanitario internacional y las reglas de guerra han sido ignoradas rutinariamente.
 
MSF tiene un equipo jordano compuesto de enfermeras, médicos, parteras y farmacéuticos que trabajaban en el berm y actualmente están esperando que se conceda el acceso para entrar de nuevo al lugar. Ellos hablan de los seres humanos que se encuentran en medio de esta crisis y sobre las deplorables condiciones del berm. Durante los 22 días de trabajo con horas limitadas en las clínicas móviles, lograron atender a más de 3,500 pacientes. Su compromiso y horas extra de arduo trabajo han sido más que impresionantes; su humanidad y su buena disposición ha sido extraordinaria, y su generosidad y empatía son inspiradoras.
 
No perdemos la esperanza. Esperamos que nos permitan acceder y seamos capaces de regresar y proporcionar atención médica a esta población desplazada. Seguimos haciendo el llamado: se necesita más compromiso por parte de la comunidad internacional para responder a esta crisis humanitaria.
 

 

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