Momentos dulces y amargos: mi tiempo como partera en una pandemia

En esta entrada de blog, Wafaa Sharif, partera de MSF, recuerda los retos profesionales y personales a los que se enfrentó su equipo de maternidad a causa de la COVID-19.

En esta entrada de blog, Wafaa Sharif, partera de MSF, recuerda cuáles han sido los retos profesionales y personales a los que se enfrentaron ella y su equipo a causa de la COVID-19 en la maternidad donde trabajan.

"Desde los primeros días del embarazo de una mujer y hasta que llega su bebé, mi trabajo consiste en dedicar mi vida a dos personas: La madre y su recién nacido, acompañándoles hasta el final del parto.

Mi papel en Médicos Sin Fronteras (MSF) como partera me ha enseñado mucho, ya que trabajo para garantizar un parto seguro tanto para la madre como para su bebé.

He aprendido a reanimar a un recién nacido después de evaluar su estado inicial, así como la forma correcta de comprimir su pecho e inducir la respiración para ese primer llanto, el momento más hermoso que una madre espera experimentar durante nueve meses.

Empecé a trabajar con MSF hace cinco años, en la sala de maternidad y en los quirófanos al lado de las madres. Las escucho gritar, y luego veo cómo de pronto su dolor se convierte en felicidad cuando escuchan los sonidos que hacen sus bebés.

En esta sala vivimos momentos que no tienen precio y sentimos lo que sienten estas mujeres en labor de parto, lo bueno y lo malo.

Hablar con nuestros ojos

Con el comienzo de la pandemia de COVID-19, la vida cambió mucho, nos encontrábamos comunicando con nuestros ojos. La mascarilla escondía nuestra capacidad de expresarnos, pero por otro lado nos protegía. Nuestros ojos hablaban a las madres y las tranquilizaban.

En ese momento, acababa de empezar a trabajar como supervisora ​​en la sala de maternidad de Burj al-Barajneh, una de las regiones más pobres del sur de Beirut (Líbano), donde las mujeres viven en casas muy pequeñas. Incluso las familias más pequeñas están formadas por cinco o siete personas, lo que significa que el autoaislamiento no era una opción. Por eso teníamos que controlar a las madres casi a diario.

El centro de salud consta de clínicas dedicadas a la obstetricia, además de departamentos especiales de planificación familiar, asesoramiento social y psicológico para mujeres. También hay una clínica especial para enfermedades crónicas para mujeres embarazadas.

Mi responsabilidad aquí no solo se limita a proteger a las mujeres embarazadas, sino también a las pacientes y a un equipo de más de diez mujeres que trabajan en primera línea, todas ellas están expuestas a la COVID-19. Cada una, tiene una gran responsabilidad hacia sí misma, sus pacientes, colegas y familiares. Todas seguimos los lineamientos preventivos para combatir a la COVID-19 con el mayor cuidado y compromiso.

 

 

Sin embargo, la COVID-19 no nos impidió trabajar. Al igual que otras y otros miembros del personal de MSF, me comprometo ante todo con un mensaje humanitario. Trabajo duro y con pasión día y noche durante esta pandemia.

A pesar de todo el cansancio y el agotamiento, siempre estaba dispuesta a tranquilizar a las mujeres embarazadas, levantarles el ánimo y motivarlas a también seguir todas las medidas preventivas.

Agridulce

No puedo negar que enfrentamos muchos momentos dulces y amargos durante el año, pero un incidente me afectó más.

Estuvimos siguiendo el embarazo de una mujer desde el principio hasta el nacimiento, pero en el último mes de su embarazo su prueba COVID-19 dio positivo. A pesar de esto, superó todas las etapas difíciles, dio a luz a un niño sano. Pero, desafortunadamente, ella murió poco después de nacer su bebé.

Sufrió de un coágulo de sangre que se sabe que es posible en la etapa posterior a la COVID-19. Todas nos sentimos afectadas como equipo, a pesar de saber que cumplimos cada uno de nuestros deberes médicos y humanitarios.

Pero no nos debilitamos; la debilidad en esta etapa no era una opción. Lo más importante que logramos a continuación fue ganarnos la confianza de las personas, tanto en nosotros como en nuestro trabajo.

Esta confianza se demostró cuando vimos un gran aumento en el número de mujeres que acudían a nuestro centro de tratamiento, especialmente mujeres libanesas con ingresos limitados y refugiadas sirias, ya que los servicios de MSF son gratuitos.

Para mi familia

Trabajamos en primera línea; no nos asusta ni nos cansa. Somos trabajadores humanitarios. Pero al final del día, cuando nos quitamos las batas médicas después de muchas horas de trabajo, recordamos que somos seres humanos con miedos.

Mis miedos fuera de la clínica han girado en torno a mi familia: mi padre, mi madre y mi abuela de 80 años. Tuve mucho cuidado de no transmitirles la enfermedad en caso de que la contrajera.

Esta pandemia no solo afectó nuestra vida profesional, sino que desestabilizó todos los aspectos de nuestras vidas. Personalmente, dejé de reunirme habitualmente con mi familia en las comidas, así que comía sola para respetar el distanciamiento físico. También dejé de lado los momentos felices que pasaba con mi abuela, que solía rodearme siempre con sus brazos.

A pesar de las dificultades que hemos enfrentado, no dejaré de cumplir mi misión humanitaria. Al comienzo de mi carrera, elegí servir a las personas y defenderlas, y me comprometeré a hacerlo hasta el final.

Te prometo que nunca nos rendiremos.

Pido a las personas que no subestimen esta pandemia incluso después de vacunarse. La prevención es mejor que mil curas."

Compartir

Relacionados

Colabora